Cada
día más burdos, más obvios, más incoherentes. Los hegemónicos, en su desesperación, van a autodestruirse. La
mejor de sus operaciones, la más calibrada y orquestada, duró apenas unas
cuantas semanas. Al mes de la muerte de Nisman lograron convocar una multitud para pedir justicia por un tránsfuga que
se había suicidado. Después, la verdad los dejó helados. Tanto, que ya no
saben cómo recuperar ese poder destituyente. Encima, el fiscal héroe y mártir no ayuda demasiado. No sólo la épica le queda grande, sino que
su historia debería tener forma de prontuario. Para ocultar el ocaso de esa
vida, tratan de apuntalar la permanencia de Carlos Fayt en la Corte Suprema de
Justicia. Un manojo de manipulados se juntó ante los Tribunales para clamar Yo soy Fayt, como hace unos meses lo
hicieron con Nisman y algunos años atrás con el Campo. Tantas cosas
pretenden ser que ya no saben quiénes son. Lo más grave del caso es que
siempre estarán dispuestos a someterse a las estafas que, a diario, se difunden
con forma de titulares que se repiten, de manera incansable, a lo largo del
día. Nunca se avergüenzan de ser tan
manipulables porque el odio y los prejuicios demuelen toda dignidad. Y así,
creen ser ciudadanos defensores de la República y sus instituciones cuando, tan obedientes a los dictados del
establishment, terminan siendo todo lo contrario.
Sin dudas, las mentiras mediáticas –que no guardan relación con la libertad de
expresión- no aportan nada a la construcción de una sociedad democrática. Por el contrario, la demuelen. Ningún
ciudadano podrá elegir libremente a sus representantes si arriba a sus
conclusiones a partir de los contenidos que consume por los diarios, radios y
canales dominantes. Las constantes
denuncias de corrupción, muchas de ellas desmentidas al instante y otras
sostenidas sin fundamento por fiscales y jueces, contribuyen a alimentar el odio y el desprecio. Y aunque se
demuestre su falsedad, muchos conservarán en su memoria la desconfianza hacia
un proyecto que nos ha sacado del abismo.
Si
nos tomamos el trabajo de observar estos medios que se autodefinen como
objetivos e independientes, jamás
difunden las desmentidas con el mismo énfasis que sus mentiras. Las tapas
son para las falacias y las rectificaciones, si las hay, para la página 40. Los
casos son tantos, que dejan al riguroso libro de Víctor Hugo Morales, Mentime que me gusta, como apenas un
incompleto listado. Lo más importante es instalar
la sensación de que estamos peor que nunca, que la corrupción nos desborda y
que sólo ellos y sus aliados son transparentes e impolutos. Mientras tanto,
el público colonizado jamás sabrá que el ex héroe Alberto Nisman estuvo más de 400 días fuera del país en los
últimos cinco años al frente de la UFI AMIA, más de vacaciones que por
trabajo. Y si se entera, no le dará importancia, porque ahora estos manipulados
están concentrados en defender la usurpación de Carlos Fayt en la Corte
Suprema. La República pasa por incumplir
la Constitución, como está haciendo el Máximo Tribunal en su conjunto con
muchas de sus acordadas.
El combate de las cadenas
A
la par que operan impunemente sobre las mentes argentinas, manifiestan su enojo
por las cadenas nacionales que encabeza La Presidenta. No es para menos: cada minuto de Cristina los descoloca ante
la realidad que inventan. Nadie les pide que estén de acuerdo con el
Gobierno Nacional, nadie les exige que se regocijen por los logros de estos
años, nadie los obliga a que estén a favor de todo. Sólo que no fabulen, que no
distorsionen, que no oculten. Sólo eso. Pero se nota que necesitan que todo sea un desastre para poder reinstalar el modelo
destructivo de antaño de la mano de su mejor candidato.
Para
eso, para que Macri se convierta en el cambio salvador es imperioso que
gran parte del público crea que Máximo tiene cuentas millonarias en el
extranjero, que Boudou es de lo peor, que Lázaro Báez es millonario gracias a
los Kirchner, que Kicillof es un
marxista que cobra 400 mil pesos en YPF, que hay más pobres que nunca, que
estamos aislados del mundo y que la crisis nos espera a la vuelta de la
esquina. Que esta década está perdida,
afanada o exterminada, que nadie quiere a Cristina, que Carrió es una
patriota y que la Verdad está de su lado. Que
es el país más inseguro, que la pobreza nos desborda, que no hemos crecido nada
y que esto se parece al 2001. Que el Gobierno es tan autoritario como la
dictadura, que no hay independencia de poderes y que la grieta es un invento
patagónico. Que los militantes de La Cámpora son una horda despiadada y
violenta, que los actos K se pueblan de choripaneros y planeros y que las
adolescentes se embarazan para cobrar la AUH.
Pero no todo es así, por supuesto. Con modestia casi forzada, podríamos afirmar que
todavía falta mucho para alcanzar el país equitativo y pujante que merecemos pero,
con una mano en el corazón, nunca
tuvimos doce años tan estables, tan inclusivos, tan prometedores. Entonces,
como la sensación que dejan esos libelos opositores es la del desaliento y la
indignación, se hace imprescindible que
la palabra de La Presidenta se convierta en Cadena Nacional. Tal como
indica la Constitución, para difundir los actos de gobierno y, de paso, para desarticular operaciones, disparates y
mentiras. Un poco para informar con veracidad y otro para invitar a los que
aún no han comprendido qué es lo que pasa. Y, si queda espacio, para que quede
en evidencia que dejarse engañar tantas
veces con la misma treta y por la misma persona, más que ingenuidad es terquedad;
una obstinación que no es convicción; una
tozudez que los deja al borde de la humillación.
No reparan el daño causado estos infames. No desmienten con grandes titulares. Como dijo Kicillof el daño lo causaron. ¡Sinvergüenzas!
ResponderBorrarTal cual pero cuando la mentira y difamacion se repite contantemente el creer se convierte en acto volutivo. Por lo tanto no debemos hacer nada de nuestra parte para cerrar esa grieta .
ResponderBorrarjpierantoni