sábado, 16 de mayo de 2015

Mentiras humillantes



Cada día más burdos, más obvios, más incoherentes. Los hegemónicos, en su desesperación, van a autodestruirse. La mejor de sus operaciones, la más calibrada y orquestada, duró apenas unas cuantas semanas. Al mes de la muerte de Nisman lograron convocar una multitud para pedir justicia por un tránsfuga que se había suicidado. Después, la verdad los dejó helados. Tanto, que ya no saben cómo recuperar ese poder destituyente. Encima, el fiscal héroe y mártir no ayuda demasiado. No sólo la épica le queda grande, sino que su historia debería tener forma de prontuario. Para ocultar el ocaso de esa vida, tratan de apuntalar la permanencia de Carlos Fayt en la Corte Suprema de Justicia. Un manojo de manipulados se juntó ante los Tribunales para clamar Yo soy Fayt, como hace unos meses lo hicieron con Nisman y algunos años atrás con el Campo. Tantas cosas pretenden ser que ya no saben quiénes son. Lo más grave del caso es que siempre estarán dispuestos a someterse a las estafas que, a diario, se difunden con forma de titulares que se repiten, de manera incansable, a lo largo del día. Nunca se avergüenzan de ser tan manipulables porque el odio y los prejuicios demuelen toda dignidad. Y así, creen ser ciudadanos defensores de la República y sus instituciones cuando, tan obedientes a los dictados del establishment, terminan siendo todo lo contrario.
 Sin dudas, las mentiras mediáticas –que no guardan relación con la libertad de expresión- no aportan nada a la construcción de una sociedad democrática. Por el contrario, la demuelen. Ningún ciudadano podrá elegir libremente a sus representantes si arriba a sus conclusiones a partir de los contenidos que consume por los diarios, radios y canales dominantes. Las constantes denuncias de corrupción, muchas de ellas desmentidas al instante y otras sostenidas sin fundamento por fiscales y jueces, contribuyen a alimentar el odio y el desprecio. Y aunque se demuestre su falsedad, muchos conservarán en su memoria la desconfianza hacia un proyecto que nos ha sacado del abismo.
Si nos tomamos el trabajo de observar estos medios que se autodefinen como objetivos e independientes, jamás difunden las desmentidas con el mismo énfasis que sus mentiras. Las tapas son para las falacias y las rectificaciones, si las hay, para la página 40. Los casos son tantos, que dejan al riguroso libro de Víctor Hugo Morales, Mentime que me gusta, como apenas un incompleto listado. Lo más importante es instalar la sensación de que estamos peor que nunca, que la corrupción nos desborda y que sólo ellos y sus aliados son transparentes e impolutos. Mientras tanto, el público colonizado jamás sabrá que el ex héroe Alberto Nisman estuvo más de 400 días fuera del país en los últimos cinco años al frente de la UFI AMIA, más de vacaciones que por trabajo. Y si se entera, no le dará importancia, porque ahora estos manipulados están concentrados en defender la usurpación de Carlos Fayt en la Corte Suprema. La República pasa por incumplir la Constitución, como está haciendo el Máximo Tribunal en su conjunto con muchas de sus acordadas.  
El combate de las cadenas
A la par que operan impunemente sobre las mentes argentinas, manifiestan su enojo por las cadenas nacionales que encabeza La Presidenta. No es para menos: cada minuto de Cristina los descoloca ante la realidad que inventan. Nadie les pide que estén de acuerdo con el Gobierno Nacional, nadie les exige que se regocijen por los logros de estos años, nadie los obliga a que estén a favor de todo. Sólo que no fabulen, que no distorsionen, que no oculten. Sólo eso. Pero se nota que necesitan que todo sea un desastre para poder reinstalar el modelo destructivo de antaño de la mano de su mejor candidato.
Para eso, para que Macri se convierta en el cambio salvador es imperioso que gran parte del público crea que Máximo tiene cuentas millonarias en el extranjero, que Boudou es de lo peor, que Lázaro Báez es millonario gracias a los Kirchner, que Kicillof es un marxista que cobra 400 mil pesos en YPF, que hay más pobres que nunca, que estamos aislados del mundo y que la crisis nos espera a la vuelta de la esquina. Que esta década está perdida, afanada o exterminada, que nadie quiere a Cristina, que Carrió es una patriota y que la Verdad está de su lado. Que es el país más inseguro, que la pobreza nos desborda, que no hemos crecido nada y que esto se parece al 2001. Que el Gobierno es tan autoritario como la dictadura, que no hay independencia de poderes y que la grieta es un invento patagónico. Que los militantes de La Cámpora son una horda despiadada y violenta, que los actos K se pueblan de choripaneros y planeros y que las adolescentes se embarazan para cobrar la AUH.
Pero no todo es así, por supuesto. Con modestia casi forzada, podríamos afirmar que todavía falta mucho para alcanzar el país equitativo y pujante que merecemos pero, con una mano en el corazón, nunca tuvimos doce años tan estables, tan inclusivos, tan prometedores. Entonces, como la sensación que dejan esos libelos opositores es la del desaliento y la indignación, se hace imprescindible que la palabra de La Presidenta se convierta en Cadena Nacional. Tal como indica la Constitución, para difundir los actos de gobierno y, de paso, para desarticular operaciones, disparates y mentiras. Un poco para informar con veracidad y otro para invitar a los que aún no han comprendido qué es lo que pasa. Y, si queda espacio, para que quede en evidencia que dejarse engañar tantas veces con la misma treta y por la misma persona, más que ingenuidad es terquedad; una obstinación que no es convicción; una tozudez que los deja al borde de la humillación.

2 comentarios:

  1. No reparan el daño causado estos infames. No desmienten con grandes titulares. Como dijo Kicillof el daño lo causaron. ¡Sinvergüenzas!

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  2. Tal cual pero cuando la mentira y difamacion se repite contantemente el creer se convierte en acto volutivo. Por lo tanto no debemos hacer nada de nuestra parte para cerrar esa grieta .
    jpierantoni

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