viernes, 1 de mayo de 2015

Los peligros del voto egoísta



En un intento continuo para comprender el voto al PRO, algunos incorporaron la idea del egoísmo. Algo así como “voto al PRO porque me gustan las bici-sendas”, o “porque considero muy útil el aliviador pluvial natural parquizado”, que en otras ciudades llaman ‘canteros’. Una elección desde el Yo hacia el Yo. Pero no sólo eso, que también puede encontrarse en los votantes del kirchnerismo, aunque con un matiz diferente. El voto al PRO no sólo es egoísta porque se piensa desde un Yo satisfecho, sino porque pretende la exclusividad de esa satisfacción. Una diferencia notable con el que vota por una moratoria previsional, la AUH o porque consiguió un empleo y desea la continuidad de estas acciones. De esta manera, el sujeto solidario quiere que ese bien conseguido pueda llegar a otros más porque la interrupción lo haría quedar como un privilegiado. El voto amarillo, en cambio, pretende transformar los derechos en privilegios, hasta los más elementales. Quizá por eso, no influyen en su decisión la indiferencia de la gestión hacia los más vulnerables ni la hipocresía y el cinismo con que se manejan los funcionarios.
El núcleo duro de esta facción es capaz de organizar alguna marcha para apoyar a la familia del fiscal Nisman que reclama vacaciones adeudadas y no soltar una lágrima por los chicos muertos en el incendio de un taller clandestino. Y no es que no se hayan enterado de la tragedia; hasta puede que les conmueva, siempre y cuando no salpique a la administración que admiran y creen inmaculada. Aníbal Ibarra quedó maldecido por Cromañón pero a Macri le han perdonado mucho más. El marketing triunfa en este personaje que, a pesar de atravesar el octavo año al frente de la CABA, todavía actúa como si recién bajara de una nave interplanetaria. Y seguirá en ese rol mientras obtenga buenos resultados.
Sin dudas, los tiene. No tanto en su gestión como en las urnas. Para maquillar los errores y magnificar los aciertos están los medios hegemónicos, que convierten en palabra santa las excusas cada vez más obscenas. Desde las erráticas respuestas sobre el muro de Clarín hasta el silencio por el trabajo esclavo en talleres clandestinos. El Estado distraído o cómplice ante el peor accionar del Mercado. Un blindaje mediático que construye un público embelesado con un modelo que terminará excluyéndolo.
¿Te acordás del FMI?
Pero el voto al PRO no sólo es egoísta, sino también amnésico. Y bastante descontextualizado. O, en todo caso, incapaz de relacionar detalles que están a la vista. A mediados del año pasado, cuando recrudeció el conflicto con los buitres, todos los amarillos se pusieron del peor lado, hasta convertirse en operadores de tan nefastas angurrias. ¿Acaso a los votantes del PRO no les duele la traición? El líder político –una forma exagerada de referirnos a Macri- llegó a exigir obediencia ciega a la alocada sentencia del juez Thomas Griesa, aunque eso hubiera significado nuestra ruina, además de una renuncia a la soberanía. Y a sabiendas de que nada bueno podría resultar de eso. Como también sabe que someter al país a los recortes que pergeña en caso de acceder a la presidencia no redundará en beneficios para la mayoría, sino todo lo contrario.
Los votantes del PRO, ¿no advierten que Macri es un fiel exponente de intereses minoritarios; que desea poner el país al servicio de unos pocos; que obedece ciegamente a una mirada ortodoxa de la economía; que tomará decisiones perjudiciales para la mayoría? Tantas quejas contra la inflación o el impuesto a las ganancias y no les molesta que sugiera una reducción de los salarios. ¿No les hace ruido que sus propuestas coincidan con las recetas que el FMI recomienda para nuestro país?
Por si falla la memoria, este organismo internacional nos condujo a la ruina a principios de siglo con sus consejitos. Y no sólo eso: en los primeros meses de 2001 –poco tiempo antes de la peor crisis de nuestra historia- afirmaba que íbamos por el buen camino. Pero no terminó ahí nuestra tortuosa relación con el FMI: cuando estábamos en el fondo del pantano, nos abandonó a nuestra suerte. De ahí el alivio que produjo la decisión de Néstor Kirchner de saldar hasta el último centavo la deuda con esos dañinos salvadores.  
Y bastante incoherentes, también. Sus expertos admiten que la situación económica de nuestro país no ha sido tan mala como pronosticaban, reconocen la baja de la inflación y de la brecha cambiaria y que hay un mayor nivel de confianza en los inversores, pese al conflicto con los buitres. Sin embargo, insisten con las recomendaciones de siempre: reducir el gasto público, devaluar la moneda, eliminar los controles a las importaciones y a la adquisición de dólares. Una autopista hacia la ruina. El resultado de esto sería desempleo, inflación y endeudamiento, sin lugar a dudas. Además de una profundización de la desigualdad y una mayor concentración económica. ¿Eso es lo que recomiendan para que nuestro país –y cualquier otro- funcione mejor? ¿Están locos o nos toman por tontos? ¿Acaso piensan que somos masoquistas?
Por si los votantes del PRO no lo han notado, Mauricio Macri, integrante de una empresa que creció gracias a su alianza con la dictadura y actual alcalde de la CABA, es partidario de esas ideas. Por si no lo han advertido, en cada una de sus intervenciones orales trasluce ese ideario: la libertad de mercado en su máxima expresión; el modelo del derrame y la realidad del goteo; la desigualdad amplificada y el gobierno de unos pocos en perjuicio de la mayoría. A pesar de su predicador estilo, el paraíso que promete por el camino que propone es imposible. Y ya lo hemos probado porque es el modelo impuesto en la dictadura y camuflado en los noventa. Y la crisis de 2001 afectó a la mayoría pero no a esa carroña que nos condujo a ella. Esos pocos se beneficiaron y sacaron provecho, porque ése es el negocio: producir una brutal transferencia de divisas del sector público al privado. Esos pocos se favorecieron con la devaluación y con la pesificación asimétrica, Clarín y Macri incluidos.
Ahora propone lo mismo, aunque los inventores del PRO saben adornarlo. El cambio, juntos, equipo, la gente son los lugares comunes que enamoran a sus votantes: buenas intenciones sin meta ni recorrido; la no-política como engaño; la negación de la historia para mirar sólo al futuro, que es un pasado reiterativo. Adornan la perversión de vender como bueno lo que saben será perjudicial. Con sus festejos, globos y danzas simiescas celebran con antelación el triunfo del ardid para convencer a una mayoría cuya vida se verá dañada. Prometer que el veneno mejorará nuestra salud. Por si no lo han notado los votantes del PRO, la demagogia y el populismo que tanto denuestan se encarnan en los dirigentes que están coronando. Gracias a esa obstinada ceguera nos amenaza otra vez el pantano pestilente del que venimos y que tratan de vender como si fuera una tentadora postal de un paisaje encantador.

1 comentario:

  1. http://abrelosojosmrp.blogspot.com.ar/2014/10/a-quien-pertenece-el-mundo-13-01-2014.html - Para que todos se enteren.

    ResponderBorrar

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...