En
un intento continuo para comprender el voto al PRO, algunos incorporaron la idea del egoísmo. Algo así como “voto al PRO porque me gustan las
bici-sendas”, o “porque considero muy
útil el aliviador pluvial natural parquizado”, que en otras ciudades llaman
‘canteros’. Una elección desde el Yo
hacia el Yo. Pero no sólo eso, que también puede encontrarse en los
votantes del kirchnerismo, aunque con un matiz diferente. El voto al PRO no
sólo es egoísta porque se piensa desde un Yo satisfecho, sino porque pretende la exclusividad de esa satisfacción. Una
diferencia notable con el que vota por una moratoria previsional, la AUH o
porque consiguió un empleo y desea la continuidad de estas acciones. De esta
manera, el sujeto solidario quiere que
ese bien conseguido pueda llegar a otros más porque la interrupción lo haría quedar
como un privilegiado. El voto amarillo, en cambio, pretende transformar los derechos en privilegios, hasta los más
elementales. Quizá por eso, no influyen en su decisión la indiferencia de la gestión hacia los más vulnerables ni la
hipocresía y el cinismo con que se manejan los funcionarios.
El
núcleo duro de esta facción es capaz de organizar alguna marcha para apoyar a la familia del fiscal Nisman que
reclama vacaciones adeudadas y no soltar una lágrima por los chicos muertos
en el incendio de un taller clandestino. Y no es que no se hayan enterado de la
tragedia; hasta puede que les conmueva, siempre y cuando no salpique a la
administración que admiran y creen inmaculada. Aníbal Ibarra quedó maldecido por Cromañón
pero a Macri le han perdonado mucho más. El marketing triunfa en este
personaje que, a pesar de atravesar el octavo año al frente de la CABA, todavía actúa como si recién bajara de una
nave interplanetaria. Y seguirá en ese rol mientras obtenga buenos
resultados.
Sin
dudas, los tiene. No tanto en su gestión
como en las urnas. Para maquillar los errores y magnificar los aciertos
están los medios hegemónicos, que convierten
en palabra santa las excusas cada vez más obscenas. Desde las erráticas
respuestas sobre el muro de Clarín hasta el silencio por el trabajo esclavo en
talleres clandestinos. El Estado
distraído o cómplice ante el peor accionar del Mercado. Un blindaje
mediático que construye un público embelesado con un modelo que terminará
excluyéndolo.
¿Te acordás del FMI?
Pero
el voto al PRO no sólo es egoísta, sino
también amnésico. Y bastante descontextualizado. O, en todo caso, incapaz
de relacionar detalles que están a la vista. A mediados del año pasado, cuando
recrudeció el conflicto con los buitres, todos
los amarillos se pusieron del peor lado, hasta convertirse en operadores de tan
nefastas angurrias. ¿Acaso a los votantes del PRO no les duele la traición?
El líder político –una forma
exagerada de referirnos a Macri- llegó a exigir obediencia ciega a la alocada sentencia del juez Thomas Griesa,
aunque eso hubiera significado nuestra ruina, además de una renuncia a la
soberanía. Y a sabiendas de que nada
bueno podría resultar de eso. Como también sabe que someter al país a los
recortes que pergeña en caso de acceder a la presidencia no redundará en beneficios para la mayoría, sino todo lo contrario.
Los
votantes del PRO, ¿no advierten que Macri es un fiel exponente de intereses
minoritarios; que desea poner el país al
servicio de unos pocos; que obedece ciegamente a una mirada ortodoxa de la
economía; que tomará decisiones
perjudiciales para la mayoría? Tantas quejas contra la inflación o el
impuesto a las ganancias y no les
molesta que sugiera una reducción de los salarios. ¿No les hace ruido que
sus propuestas coincidan con las recetas que el FMI recomienda para nuestro
país?
Por
si falla la memoria, este organismo
internacional nos condujo a la ruina a principios de siglo con sus consejitos.
Y no sólo eso: en los primeros meses de 2001 –poco tiempo antes de la peor crisis de nuestra historia- afirmaba
que íbamos por el buen camino. Pero no terminó ahí nuestra tortuosa relación
con el FMI: cuando estábamos en el fondo
del pantano, nos abandonó a nuestra suerte. De ahí el alivio que produjo la
decisión de Néstor Kirchner de saldar hasta el último centavo la deuda con esos
dañinos salvadores.
Y
bastante incoherentes, también. Sus expertos
admiten que la situación económica de nuestro país no ha sido tan mala como pronosticaban, reconocen la baja de la
inflación y de la brecha cambiaria y que hay un mayor nivel de confianza en los
inversores, pese al conflicto con los buitres. Sin embargo, insisten con las recomendaciones de siempre:
reducir el gasto público, devaluar la moneda, eliminar los controles a las
importaciones y a la adquisición de dólares. Una autopista hacia la ruina. El resultado de esto sería desempleo,
inflación y endeudamiento, sin lugar a dudas. Además de una profundización de la desigualdad y una mayor
concentración económica. ¿Eso es lo que recomiendan para que nuestro país –y
cualquier otro- funcione mejor? ¿Están
locos o nos toman por tontos? ¿Acaso piensan que somos masoquistas?
Por
si los votantes del PRO no lo han notado, Mauricio Macri, integrante de una empresa que creció gracias a su alianza con la
dictadura y actual alcalde de la CABA, es partidario de esas ideas. Por si
no lo han advertido, en cada una de sus intervenciones orales trasluce ese
ideario: la libertad de mercado en su
máxima expresión; el modelo del derrame y la realidad del goteo; la
desigualdad amplificada y el gobierno de unos pocos en perjuicio de la mayoría.
A pesar de su predicador estilo, el
paraíso que promete por el camino que propone es imposible. Y ya lo hemos
probado porque es el modelo impuesto en la dictadura y camuflado en los
noventa. Y la crisis de 2001 afectó a la
mayoría pero no a esa carroña que nos condujo a ella. Esos pocos se
beneficiaron y sacaron provecho, porque ése es el negocio: producir una brutal transferencia de divisas del sector público al
privado. Esos pocos se favorecieron con la devaluación y con la
pesificación asimétrica, Clarín y Macri incluidos.
Ahora
propone lo mismo, aunque los inventores
del PRO saben adornarlo. El cambio,
juntos, equipo, la gente son los lugares
comunes que enamoran a sus votantes: buenas
intenciones sin meta ni recorrido; la no-política como engaño; la negación de la historia para mirar sólo
al futuro, que es un pasado reiterativo. Adornan la perversión de vender
como bueno lo que saben será perjudicial. Con sus festejos, globos y danzas simiescas
celebran con antelación el triunfo del
ardid para convencer a una mayoría cuya vida se verá dañada. Prometer que el veneno mejorará nuestra
salud. Por si no lo han notado los votantes del PRO, la demagogia y el populismo que tanto denuestan se encarnan en los
dirigentes que están coronando. Gracias a esa obstinada ceguera nos amenaza otra vez el pantano pestilente
del que venimos y que tratan de vender como si fuera una tentadora postal de un
paisaje encantador.
http://abrelosojosmrp.blogspot.com.ar/2014/10/a-quien-pertenece-el-mundo-13-01-2014.html - Para que todos se enteren.
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