Ayer, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri convocó a una conferencia de prensa que muchos consideraron que sería una definición sobre a qué cargo se presentaría este año. Sin embargo, esa conferencia de apenas unos minutos tenía como objetivo convocar a una convergencia electoral anti K. No lo inspira la pasión por la política ni los tambores de la Patria, ni la solidaridad ni nada noble ni digno. No le interesa gestionar, no le interesa la política… sólo quiere ganar y no contra cualquiera de los demás candidatos. La convocatoria de Macri, además de expresar su odio-asco hacia el gobierno nacional, es la aceptación de su fracaso, es la impotencia ante los números… Es la imposibilidad de convencer. Sigue explotando una desideologización que en su gestión de gobierno ha resultado un verdadero y profundísimo fiasco.
La propuesta de Macri consta de seis consignas que no son más que generalidades: crecimiento, futuro, trabajo, pobreza, seguridad, impuestos. Cuestiones que, de tan generales, pueden seducir a cualquiera. Es la trampa en la que caen quienes hacen una “política despolitizada”, si cabe tal oxímoron. La gestión política no se diferencia por las metas, sino por los recorridos. No son las metas las que diferencian las posiciones ideológicas sino las formas de encarar la solución. Bajar la pobreza es un objetivo de muchas fuerzas políticas. Unas pueden proponer una re distribución del ingreso, la generación de empleo digno y otros caminos más. Otras pueden proponer el exterminio de personas pobres, que también disminuiría los índices de pobreza, pero por caminos diametralmente diferentes.
La convocatoria de Macri es un gesto de desesperación. Juntar zapallos, nabos, zanahorias con melones y zoquetes y decir que es un conjunto homogéneo muestra una incapacidad para comprender la realidad. Mauricio, desde su pequeño planeta vip, propone una mezcolanza variopinta con la que no se puede lograr nada más que el desastre.
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