Ayer, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri desplegó, como lo viene haciendo a lo largo de toda la semana, una defensa casi desesperada de su propuesta para conformar un frente de acuerdo no para discutir una manera diferente de construir el país, sino solamente para derrotar al kirchnerismo. Enojado por el desplante de la mayoría de los referentes de la oposición, insiste en que su idea es muy buena y necesaria. Como buen ingeniero, arma una estrategia con todos los recursos ingenieriles, pero de política nada de nada.
Les presento, entonces, a Mauricio Macri, ingeniero devenido político para defender sus intereses y los de su clase, “nuestra gente” y en la medida de lo posible, acrecentarlos. Eso es todo. Macri es hijo de un empresario y piensa el país como una gran empresa a la que tiene que convertir en eficiente, descartando aquello que no le sirve, como el “gasto” social, en educación, en beneficios para los más desprotegidos, en viviendas sociales. Claro, para eso, para lograr que el país-empresa genere ganancias debe dejar de lado a un montón de gente que produce gastos y no genera ganancias. Su óptica económica es la del modelo del derrame o en la medida de lo posible, del goteo. El primer paso es generar ganancias sustanciosas para los empresarios a los que él representa y en medio del movimiento de pesos de una mano a otra, alguna monedita cae para los que menos tienen. Los pobres, los marginales, los que nunca tuvieron posibilidades de nada, vivirán de las sobras de este gran país-empresa que es el sueño de su vida y de muchos de sus pares.
En estos días habló de números, pero no de la fría economía sino de las preferencias electorales. Ante cuanta cámara o micrófono que se le puso enfrente habló de las fuerzas opositoras que representan “más de un sesenta por ciento del electorado”. Expresó con una vehemencia desconocida que más del sesenta por ciento de los argentinos están dispuestos a votar por él y lo que proponga. ¿Qué son esos números que esgrime Macri?¿De dónde sale ese número -60- que ningún encuestador encuentra? Del ballotage de 2007, el que lo coronó como jefe de gobierno porteño. De esa actitud, de esa carta de presentación se puede deducir mucho. En primer lugar, desde su asunción como alcalde pasaron casi cuatro años en los que demostró no estar a la altura de ninguna circunstancia, por lo que ese sesenta que sacó en el ballotage (esto hay que recordarlo siempre) no se mantendría. Es más, los números que las encuestadoras difunden están muy lejos de eso. En segundo lugar, el posicionamiento del kirchnerismo como opción necesaria supera en todo el país el cuarenta por ciento, para ser modestos, y como el total es cien, el sesenta se reduce. En tercer lugar, el ballotage, si bien es una instancia electoral para resolver un casi empate, no debe mantenerse como número válido casi cuatro años después, porque gran parte de ese sesenta es una adhesión circunstancial, que no perdura en el tiempo. Y en último lugar, para no cansar con las enumeraciones, es el sesenta por ciento del electorado de la ciudad de Buenos Aires, no del país. Macri proyecta esa elección de 2007 ocurrida en la metrópoli capitalina al resto del país. También puede ser que reduzca el país a la metrópoli capitalina. En cualquiera de las opciones que usted elija, Mauricio sale mal parado. Los números de hoy apenas le alcanzan a Macri para ser reelecto sólo allí como un mal alcalde, pero a nivel nacional no le arriman ni para un café. Con todo esto, se puede deducir que su lectura de la realidad es limitada, anticuada (porque toma los números de 2007 en una circunstancia extraordinaria), excluyente y perversa.
Estimados lectores, les presento a Mauricio Macri, un fiel exponente de la política exclusivista de los noventa, despreciativo hacia los que no piensan (es un decir) como él, despectivo hacia los que no pertenecen al jet-set, xenófobo, represor y explotador. Si con todo esto alguno todavía insiste en considerarlo como una opción interesante para las presidenciales de octubre será porque pertenece a esa clase (nuestra gente) o porque no tiene ni medio gramo de amor por el país.
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