Viernes a la mañana, noticiero televisivo. El lunes empiezan las vísperas de Semana Santa. La locutora lee mientras la pantalla muestra imágenes de pescados congelados, ansiosos a la espera de los compradores. Por ahora no ha aumentado, dice la locutora, pero a partir del lunes seguro que van a subir los precios por la demanda de Semana Santa.
Esta pequeña escena puede ser una anécdota que por reiterarse año tras año toma algo de trascendencia, al menos la necesaria como para ser comentada en este insignificante blog.
Veamos. El catecismo básico promueve que durante todos los viernes de cuaresma –es decir los cinco viernes antes de Pascua- no se ingieran carnes de animales de sangre caliente. Esto, si bien suena duro no lo es tanto si lo comparamos con lo que era la cuaresma medieval en la que estaba prohibido reír, beber, comer carne, practicar sexo, entre otras tantas restricciones durante todos los días de esos cuarenta días, no sólo los viernes. Por eso en los días previos a la cuaresma, se festejaba el carnaval, que viene de carne, en el que se cometían todos los excesos que durante cuarenta días no iban a poder cometer. Era como un ahorro previo de pecados. En aquellos tiempos, quien no cumplía con semejante sacrificio podía recibir severos castigos. Hoy el sacrificio es más blando y a pesar de eso, muchos que se dicen creyentes ni saben que de esa manera se preparan para recibir la Pascua.
Pero dejemos a los creyentes con sus contradicciones y sus hipocresías. Cuestionemos a los que no pasan siquiera por la esquina de una iglesia pero el viernes santo sí o sí tienen que comer pescado, no sea cosa que baje una legión de ángeles y los aniquile de un plumazo con sus alas.
Analicemos esto con algo de lógica. No comer carne de animales de sangre caliente no implica comer pescado. Hay una gama casi infinita de alimentos que entran en la categoría de no comer carne de animales de sangre caliente. Tallarines con salsa, por ejemplo, aunque la salsa sea roja o canelones de verdura. Existe un recetario completo de platos sin carne. Además, si no se practica durante el año ninguno de los rituales que presenta la religión, lo de comer pescado el viernes santo, ¿no suena un poco tontuelo, por no decir supersticioso, que suena feo y agresivo?
¡Y un premio para la locutora! De la manera en que se presentó la nota, parecía una invitación a que las amas de casa temerosas de dios partan raudas hacia las pescaderías más cercanas para producir, con su frenético –y piadoso- consumo, el aumento tan deseado del precio del pescado.
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