Obstáculos que desafían la paciencia
infinita
Si
en lugar del programa “Mirar para cuidar”, que incluye un acuerdo de precios
sobre 500 productos y un control constante para su cumplimiento, el Gobierno
Nacional hubiera embestido como un toro contra
los especuladores de siempre, los agoreros tendrían verdaderos motivos para
espantarse. Si en vez de dialogar y concertar, se hubiera intimado y
sancionado, el incremento de los precios
sería cosa del pasado. Si en lugar de acrecentar sus ganancias
desaforadamente, los empresarios del sector alimenticio invirtieran en mayor
producción, cuidaran más a sus clientes y
se dejaran conducir por un sueño colectivo y no por ambiciones individuales,
este apunte habría comenzado de otra manera. Si los encargados de fabricar y
vender alimentos no fueran tan grandotes,
sería más fácil invitarlos al futuro.
Si estos condicionales se convirtieran en realidad, el camino sería más fácil.
Por eso hay que apelar a estos vericuetos amigables y poner todo el empeño para
hacer que funcionen, mientras se diseñan
estrategias que domestiquen a los saboteadores.
Saboteadores
que se han convertido en una plaga, más aún con la proximidad de las
elecciones. El premio mayor de sabotaje
histórico se lo lleva el Grupo Clarín que, gracias a la complicidad de
jueces y opositores, ha congelado durante
cuatro años la adecuación que dispone la LSCA. Y también ha esquivado acatar
las resoluciones del organismo de control y la Justicia para modificar la grilla de programación e
incorporar las señales que Cablevisión tiene censuradas. Pero el
conglomerado más monstruoso de la región no se conforma con pisotear la ley, sino que plantea exigencias pecuniarias
que, por muchos motivos, no merece.
Aunque
los trescientos medios que controla el Oligopolio hacen lo imposible para horadar la gobernabilidad, diseñan ficciones con forma de denuncia,
agitan fantasmas y magnifican prejuicios, Canal 13 reclama equidad en la
distribución de la pauta del oficialismo que tanto desprecian. Desde el punto
de vista económico no la necesitan, porque los ingresos publicitarios superan
las monedas que pueden recibir por la difusión de los actos de gestión. Con suerte, apenas alcanza al 5 por ciento
del total. La demanda es más simbólica que material. No lo precisan, pero es una manera de ejercer
presión y una excusa más para victimizarse. Sin embargo, la Sala 4 en lo
contencioso administrativo fijó un plazo de 30 días para que el Gobierno
Nacional establezca “pautas de proporcionalidad y equidad” en la distribución de la
propaganda oficial en los canales abiertos de la CABA.
Uno
puede pensar que la aparición de spots oficiales cargados de buenas noticias
lograría un equilibrio con la abundancia de estiércol que puebla esa pantalla. Pero el público que supieron construir no
aceptaría semejantes contenidos plenos de optimismo. Además, mientras no
cumplan con la ley aprobada por mayoría en el Congreso, no merecen recibir un solo centavo. Por el contrario, la pauta
oficial debería estar orientada hacia aquellos medios que no tienen la posibilidad
de recibir grandes sumas en contratos publicitarios y no hacia los que capturan cifras millonarias de los más acaudalados
anunciantes. Los camaristas Marcelo Duffy, Jorge Moran y Rogelio Vicenti no
pensaron en estas cosas al emitir su fallo. Quizá haga falta una ley para
diseñar una distribución de la pauta que fomente
el desarrollo de medios sin fines comerciales y garantice un acceso equitativo a
la palabra y no para engrosar arcas ya demasiado saturadas.
Un
poco ingenuo pensar que una ley puede modificar algo. O sí, pero cuando puede aplicarse. Los enredos judiciales han
abundado en estos años, sobre todo los pergeñados
para proteger intereses corporativos. Las medidas cautelares bombardean
toda legalidad y retrasan cualquier iniciativa transformadora. Antes de la
promulgación de las Leyes que buscan democratizar el Sistema Judicial, los
recursos de amparo comenzaron a brotar como hongos en cientos de tribunales
distribuidos en todo el país. Claro, lo
que más molesta es que los integrantes del Consejo de la Magistratura sean
elegidos a través del voto de los ciudadanos. Por ahora, sólo una docena
tuvo éxito, pero hay muchos más en la fila. Ante tal catarata, los
representantes del Estado presentaron un escrito que solicita a la jueza
federal María Servini de Cubría que, con su competencia electoral, se pronuncie
sobre el fondo del asunto. También está a disposición el recurso del per saltum
a la Corte Suprema de Justicia, cuyos
miembros están ansiosos por participar en la discusión.
Pero
más ansioso por ser parte de la vida nacional está el Jefe de Gobierno porteño,
Mauricio Macri, que no ve la hora de
ponerse la banda para desandar el
camino de estos diez años y retornar al angustiante statu quo de los noventa.
Como un dedicado jugador, se entrena para borrar
de un plumazo las conquistas que iluminaron la vida de millones. Y lo más
interesante es que no disimula sus intenciones de restaurar el modelo colonizador que nos dejó en la ruina. Su
sinceridad es bestial y no pretende engañar a nadie. Siempre dispuesto a protagonizar
los titulares, engendró un índice de precios al consumidor –IPC, de ahora en
más- a la medida de los deseos
carroñeros. Ana María Edwin, directora del demonio mediático conocido como
INDEC, advirtió que “cuando el marketing le gana a la política, los que pierden son los
ciudadanos”. La funcionaria
aseguró que el indicador porteño “no
tiene ningún sustento metodológico” y agregó que, para “hablar de lo técnico-científico hay que tener conocimiento y Macri
adolece” de ellos. El Alcalde Amarillo explicó que el IPC CABA lo vienen
estudiando desde hace unos meses porque “queríamos
un elemento que aporte más certidumbre, no más confusión”. Y, como si fuera una frase para un póster para
jardín de infantes, sintetizó: “el
Gobierno Nacional está decidido a mentir sistemáticamente”.
No
será la primera vez que se dice, pero siempre hará falta reiterarlo: “el Indec no fija los precios, los
consumidores no fijan los precios, el Gobierno tampoco. Los que fijan los precios son los empresarios”. Así de simple y
comprensible lo dijo el Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, en la
extensa jornada de siete horas que ocupó su informe en el Senado. A riesgo de ser
insistente, Abal Medina aconsejó a los senadores no “seguir la agenda mediática de un monopolio que quiere imponer sus
intereses”. Con los culebrones que
se tejen en esos medios, contribuyen al desprestigio de la política, “que es la herramienta fundamental e
imprescindible para el cambio”, concluyó.
Nada es fácil
cuando la mezquindad se convierte en la brújula de unos pocos. Todo cuesta más cuando los obstáculos se
disfrazan de crítica. Los cambios son más lentos cuando los opositores conspiran en las sombras para llenar de baches el
sendero. Pero cualquier boñiga pierde su hedor cuando hay un colectivo que se consolida a cada paso para alcanzar
el país que se vislumbra en el horizonte.
Si hay que cumplir con el fallo de los jueces que dicen que hay que pagarle a Canal 13 para que te forree (como ya salió para Noticias), yo como Gobierno les pondría una publicidad que haga quedar para el orto al Grupo Clarín. Un aviso de página completa que informe de todas las trapisondas que hace Clarín. Por lo menos se pagaría publicidad con algún rédito, si es que se animan a publicarla.
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