Propuestas
electorales con sabor a nada
Que un taxista afirme con
convicción que la saturación en la
cobertura mediática del caso Ángeles constituye una estrategia del Gobierno
Nacional lleva a niveles paranoicos toda hipótesis conspirativa. Y se
desploma ante el menor intento analítico. Lo que sí confirma es que algunos han
quedado enganchados en esa apolillada
lógica de echar la culpa de todo a La Presidenta. Tantos mensajes
destinados a sembrar la desconfianza hacia los políticos todavía germinan en algunos prejuiciosos que se niegan a
adoptar una mirada colectiva sobre los hechos. Claro, resulta más sencillo
vestir el ropaje criticón que practicar la lectura crítica; es más fácil memorizar
una infundada sospecha de corrupción que comprender el desarrollo de una construcción
política; es más cómodo vociferar que
todo está mal en lugar de reconocer que algunas cosas funcionan mejor. La
vida cotidiana parece más confortable cuando uno la transita con el ceño
fruncido, aunque nada grave conspire en el horizonte. Ostentar felicidad puede ocasionar algunas incomodidades, como
acusaciones de insania, por citar un caso.
Esta pose de disconformidad
perpetua no puede pensarse como una epidemia pero tampoco como un virus en vías
de extinción. Todavía quedan algunos infectados que se niegan a recibir el
antídoto y a cada paso manifiestan sus síntomas. Ya no hay peligro de contagio porque el clima reinante no es propicio
para su proliferación, pero deja huellas inconfundibles en los afectados.
Como repetir las tonterías que dice algún trajeado de la tele con tono
indignado o recitar de corrido la tapa de un matutino más astrológico que
informativo. También suelen rescatar del
arcón del olvido algún prejuicio transmitido por algún ancestro, con
llamativos aditamentos contemporáneos donados gentilmente por un sucesor. Con
frecuencia, la enfermedad los conduce a aplicar conceptos incomprendidos en
situaciones equivocadas y a identificarse sin admitirlo con personajes
inaccesibles. En tiempos electorales, los
achaques recrudecen y dejan al individuo a merced de las consignas más
inconsistentes.
Nada de esto sería demasiado
preocupante si no fuera por algún convaleciente que prueba saltar a la escena
política. Entonces, dejan de ser
pacientes para transformarse en activos propaladores de la dolencia y autores de los más indefendibles absurdos
disfrazados de propuestas. En estos días, pudo verse en las calles
rosarinas el afiche de campaña del ansioso candidato a diputado del Frente
Progresista, el ex gobernador Hermes Binner. Con fondo naranja y la foto del
dirigente socialista, se destaca una leyenda: “Un país normal”. ¿Qué será un país normal para el ex anestesista?
¿Cuál es el país que promete con esa escueta frase? ¿O más que una promesa, es un reclamo? ¿Cuál es el país que entra
en sus parámetros de normalidad, el de
la dictadura, el de Alfonsín cercado por las corporaciones, el de los noventa o
el del 2001? ¿O será alguno de los países europeos que, si no estallaron
están a punto de hacerlo? Menos mal que existe la picardía, siempre dispuesta a
dibujar una sonrisa en la monotonía cotidiana. Y a anteponer una “A” en el adjetivo ‘normal’.
Pero a algunos, no les hace
falta la picardía callejera para quedar en ridículo. Durante una entrevista en
el programa “Yo te avisé” de CN23, el
candidato a diputado Martín Lousteau se
mostró más como un chef que como un economista. “Vamos a elegir no los
legisladores sino el postre para 40 millones de argentinos en una cena que
vamos a hacer –afirmó, en
referencia a las PASO- Hay algunos
lugares que te dicen yo ya lo decidí, es mousse de chocolate, viene otro y te
dice flan. Nosotros lo que te decimos es vení a la cocina, hay helado de todos
los gustos, que querés, helado de dulce de leche, de chocolate, de frutilla, de
crema”. Las conductoras del programa se mostraron molestas porque
interpretaron la metáfora culinaria como machista y discriminadora. Lo más
grave no es eso, sino que presenta la participación ciudadana en su
concepción más superficial. Como si elegir un candidato pasara por los
gustos y no por las convicciones, como si las diferencias fueran más de sabor que
de contenido, como si intentara disfrazar con un lenguaje cotidiano la
ausencia de propuestas. Y por último, más que un postre parece obsequiar un
vomitivo.
Si hay algo más grave que esto
es la candidatura de Domingo Cavallo en Córdoba de la mano de Rodríguez Saa. Que algo tan dañino esté suelto habla muy
mal de nuestra Justicia. El ex ministro de economía confesó que se siente “como un león enjaulado” cuando no está “luchando” por sus ideas. Entonces, cuando está suelto se convierte
en un depredador y es por eso que debe estar enjaulado. Por haber hundido
el país en las tres ocasiones que se le presentaron: en la dictadura, en el
latrocinio menemista y en los tiempos de la Alianza para el fracaso. Cavallo
merece estar en una jaula no sólo por destruir nuestra economía en tres
momentos de nuestra historia, sino
también por volver a intentarlo ahora que nos estamos recuperando de su
destructivo accionar.
En realidad, no parece que
estos candidatos –y muchos más- tengan en claro el país que quieren construir. Por eso sus propuestas –por llamarlas
de alguna manera- transitan entre
generalidades y absurdos. Lo único
que tienen en claro es que desean con fervor ocupar un lugar sin saber para
qué. Y si lo saben, no tiene nada que
ver con fines colectivos. Tal vez quieran garantizar un ingreso económico
porque no saben trabajar de otra cosa más que de opositores o pretendan conquistar impunidad con la inmunidad parlamentaria. Pero en serio,
otra cosa no demuestran.
El candidato a diputado por
CABA, el filósofo de Carta Abierta, Ricardo Forster, lamenta que “la oposición política no tenga una agenda
propia sino que venga definida y escrita
por una corporación. Y en este caso, una corporación que maneja una parte
significativa de los medios de comunicación”. Con la lucidez que lo
caracteriza, sostiene que la actitud de la oposición “es un problema para la vida democrática de la sociedad”. “A mí me
encantaría una oposición que tenga una lectura propia, que tenga originalidad,
que sepa plantear un proyecto de país y lo plantee directamente a la sociedad y no
una oposición que cabalga sobre una agenda prestada y una interpretación de
país como un estado de catástrofe”. Muy lejos de los
paracaidistas mediáticos que pululan en otras listas, Forster se muestra
conocedor del papel que va a ocupar y afirma que la campaña del FPV "está
sostenida en los logros de estos años y sobre lo que se sigue proyectando en
términos de conformación de la sociedad argentina bajo una perspectiva de más
igualdad, mayor distribución de la riqueza, mejor democracia y más derechos, que
es lo que se ha construido en estos años".
Porque,
como afirmó el Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, “en esta elección no se definen solamente
candidatos, no son nombres lindos o feos, o figuras carismáticas o no
carismáticas las que vamos a elegir; estamos
definiendo un proyecto de país, un modelo de país”. Para el
ministro de Planificación, Julio de Vido “esta
gran batalla democrática que se inicia no es una elección más, es fundamental para el proceso de
profundización de políticas de inclusión que lidera y garantiza la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner”.
Claro, indudablemente será CFK
quien asuma el protagonismo de esta campaña, porque sigue siendo la figura
central de la política argentina. “Cuando
se es legislador se acompaña un proyecto –definió en la conmemoración del
bicentenario de Paraná- Ser un legislador no es solamente integrar un rejunte de gente para ganar una elección.
Porque las elecciones son un día, pero para gobernar hay que gestionar los 365
días del año”. Y para comprender por qué los demás quedan tan desdibujados,
sería bueno memorizar estas ideas: “nosotros estamos hechos de otra pasta
–se diferenció–, estamos hechos para encarar los problemas, para zambullirnos
en ellos y resolverlos. Eso es la
política, cuando lográs llegar al corazón de la gente. Gobernar para el
pueblo, gobernar para los intereses de la Nación, no es una gracia que tiene el
gobernante, es una obligación que nos
impone la Constitución y nuestras propias convicciones”. Esta es la
diferencia entre los que tienen pasta y los que se han convertido en pastiche.
"Lo único que tienen en claro es que desean con fervor ocupar un lugar sin saber para qué."
ResponderBorrarSí saben para qué: para mantener una diputación, una senaduría, sus cargos, los de sus colados, es decir, mantener el quiosquito legislativo, salir por la tele, enganchar negocios. Ni soñar con hacerse responsables del Ejecutivo.
Como medida proselitista creo también que tenemos que redactar un diccionario Forster-castellano, castellano-Forster :-)
Aunque celebro la broma sobre Forster, les pasa el trapo a muchos de los que pululan por los medios. Es una forma de elevar el lenguaje político y tiene mucha claridad sobre lo que dice. Sobre lo demás, los mencionados en este texto, son impresentables. Y los que no entraron, también. Abrazo
Borrar