Historia
de los políticos que no quieren ser votados
Qué difícil será votar para los
que no acuerdan con el kirchnerismo. En
las filas opositoras sobran las caras, pero las propuestas brillan por su
ausencia. El PRO, por ejemplo, promete menguar hasta convertirse en un club
de amigos. Después de que la mayoría de sus diputados diera la espalda a la
fertilización asistida, el Líder Amarillo salió a justificar la postura del
bloque. Lejos de iluminar, el Alcalde de la CABA se enredó en un clasismo tan oprobioso
que, en lugar de sumar voluntades, puede espantar hasta al más derechoso. Por fin apelan a la sinceridad y demuestran
que sus ideas no están destinadas a la mayoría, sino a una minoría que pretende
conservar sus privilegios. Otros, en cambio, son más erráticos. En su afán de figurar, recitan excusas para
su futuro fracaso. El titular de la UCR, Mario Barletta, aspira a ganar
algunos minutos de fama en los medios opositores. No se conformó con el confuso
cruce que tuvo con Dante Caputo. Inspirado por la inconsistencia, Barletta
consideró que el oficialismo “no va a
descansar un minuto para intentar la perpetuidad en el poder”. Tanto
intenta el kirchnerismo perpetuarse que
hasta ha logrado mejorar la vida de millones, algo que muchos de los que
lloriquean en los estudios televisivos no
podrían prometer ni en sus sueños más optimistas.
Ya embarrado en la
incoherencia, el dirigente radical apela a consignas sin sustento para seguir dando la espalda a los ciudadanos y congraciarse
con los individuos. Decir que “limitar
la libertad de prensa y dominar la Justicia son aspectos centrales del modelo” es
más un título para Clarín que una propuesta programática. Además de ser una rotunda mentira, válida sólo para alimentar prejuicios
y embrutecer al votante. Pero no es el único que dice estas tonterías. En
esto, jamás podrá competir con Hermes
Binner. Para el líder del FAP, existe “una
intención muy importante de la población de cambiar y buscar otros rumbos ante
el agotamiento de un modelo”. ¿De qué población, de qué país, qué
agotamiento del modelo? Muchas preguntas
para una afirmación descabellada.
Como un estadista
visionario, el candidato a diputado nacional considera que la situación
económica está “complicada porque el
déficit fiscal y comercial presentan un
escenario difícil para enderezar el país, y si a ello le sumamos la
inflación, la falta de garantías para el inversor y una macroeconomía que no
mira lo que se produce, sino conveniencias circunstanciales, estamos ante un
panorama que explica lo que estamos viviendo hoy en la Argentina”. Lo único seguro es que el ex anestesista padece
una sobredosis de mensajes agoreros. Pero su mirada está posada más allá de
estas elecciones de medio tiempo. Como si estuviera ensayando para 2015,
vaticinó que “a doce años del modelo,
entendemos que hay otro país y son tiempos de cambio, donde se respete la
Constitución, las leyes, la independencia de los poderes, el federalismo como
una realidad; la autonomía de los municipios, y que exista un país respetuoso
de las instituciones”. No es que uno
pretenda avivar giles, pero no va a convencer a muchos diciendo estos disparates.
A ningún
oficialismo le conviene una oposición así, tan alejada de los hechos, tan
negada a las propuestas. Pero ellos
insisten en abandonar la política para dedicarse a dibujar escenarios
alucinantes. Ellos renuncian al debate
comprometido con el futuro del país. Ellos se sumergen en esta alocada
danza al ritmo de intereses corporativos. Ellos
se niegan a representar a millones de argentinos para recibir una palmada
del amo. No será culpa del Gobierno si después de octubre quedan más solos que
nunca.
Si hay
responsables por la derrota que se viene para los escuálidos opositores son
ellos mismos, porque ponen sus mentes a
disposición de la manipulación mediática. La descartada tesis de la
anticuada Teoría Hipodérmica recupera su vigencia con estos políticos de
laboratorio que, como nada simpáticas ratas blancas, se sumergen en los antojadizos laberintos de la agenda que disparan los
medios otrora dominantes. Y si no son víctimas, son cómplices en esta in-Noble tarea de transformar al público en
individuos embrutecidos y quejosos. En cualquiera de las dos opciones
–víctimas o cómplices-, esto se puede convertir en un peligro para la armonía
de cualquier democracia.
El semiólogo y
periodista español, Ignacio Ramonet, lo explica de manera más contundente: en
América Latina, “la nueva generación de
políticos de fines de los ‘90 y principios de los 2000 surge con una voluntad de reparación histórica y justicia social hasta
ahora postergada. Entonces vemos que los partidos tradicionales, que habían defraudado al pueblo luego de
las dictaduras introduciendo el neoliberalismo, se convierten en una
oposición muy mal representada, por lo que los medios asumen ese rol. Y tienen
la voluntad de hacerlo”. Y el
ejemplo que brinda permite una comprensión mayor de esta idea: “es lo que pasó con Chávez en 2002, cuando ellos montaron una atmósfera de
mentiras para dar el golpe”.
A riesgo de ser
insistente, Barletta miente al afirmar que el cercenamiento de la libertad de
prensa y el sometimiento de la Justicia “son
aspectos centrales del modelo”. También miente Binner al anunciar el fin de
ciclo y todas las sandeces que dice. En
ambos casos –y en muchos más- alimentar el pensar
político con versiones de los hechos hartamente desmentidas es de una
irresponsabilidad atroz. Por eso no pueden transformar ese pensar en
propuestas programáticas. Un manojo de
manipulados que pretende representar a un grupo de individuos prejuiciosos,
iracundos y desorientados. Y después destinan cataratas de generalidades en
defensa de la convivencia republicana.
Y si están más
solos es porque con cada declaración queda en evidencia su intención
manipuladora. Ante esta notoria actitud
no-política, muchos, después de escucharlos, deciden integrarse al colectivo de
los ciudadanos. Como cada vez se
confunden más con las corporaciones, muchos votantes no los elegirán como
representantes. Las grietas del sentido
común se hacen cada vez más gruesas y anuncian su cercano derrumbe. Todos
los intentos de apuntalar ese discurso otrora dominante no hacen más que vulnerar sus cimientos.
Un ejemplo, para
terminar. Desde febrero, rige un acuerdo de precios que, en cierta forma, está
dando auspiciosos resultados. Al menos,
permitió visualizar algunos problemas en el sistema de comercialización. El
refuerzo que llegó con el programa “Mirar para cuidar” comenzó recién la semana
pasada, pero desde mucho antes fue blanco de las críticas más absurdas. Y, seguramente, se esforzarán por minimizar
sus posibles consecuencias propicias. En caso de que el IPC tienda a la
baja, continuarán vociferando pestes sobre el INDEC y denunciando una
descontrolada inflación. Y dispararán
índices de metodología dudosa con engrosadas cifras canónicas.
Lejos de toda
honestidad intelectual, persistirán en
la falacia de calificar estadísticas en términos de verdad o mentira. Los indicadores, como grupo de
técnicas desarrolladas para recopilar, presentar y analizar datos, pueden ser
mejores o peores, nunca verdaderos o mentirosos. Mentirosos son los que
presentan el IPC como índice de inflación y exhiben como realidad un número
abstracto, que no tiene en cuenta la
canasta de consumo de cada persona. Mentirosos son los que dicen que
estamos peor que nunca y gobernados por algo más perverso que una dictadura. Mentirosos son los que sentencian que vamos
rumbo al desastre. Mentirosos, no más que eso.
Como siempre: clarísimo!!!!
ResponderBorrarPablo Rinaldi