Un
antídoto en manos del lector
Ahora sí empezó la campaña
electoral para las PASO, aunque los
medios con hegemonía en decadencia parecen más compenetrados en la contienda
que los propios candidatos de la oposición. O, por lo menos, agudizan su
creatividad y ostentan un mayor encarnizamiento. Pero ya no se preocupan por la obviedad de sus operaciones ni por la
fugacidad de sus efectos. Lo importante es ametrallar con balas de
estiércol que se desarman en plena trayectoria y no alcanzan siquiera a
salpicar el blanco. Lo único que logran
es emporcar el escenario y plagar de hedor el ambiente. Apenas consiguen
que el núcleo duro de sus seguidores recite como autómata el latiguillo
cotidiano. Las mentiras se desmienten a
poco de disparadas y el que las toma como ciertas queda descolocado hasta
ante su mascota. Quien no aprendió a desconfiar de esos libelos se ha
convertido en un engañado a voluntad, en
una complacida víctima de las manipulaciones más obscenas, en un súper
desinformado convencido de no serlo. En
un individuo que, enceguecido por una neblina de prejuicios, pretende actuar
como ciudadano.
De una o de otra manera, apuntan
a presentar al Gobierno Nacional como el culpable absoluto de todo lo malo que
ocurre. Y lo poco bueno será por el
viento de cola o porque Dios –de existir- debe ser argentino. O porque, a pesar del empeño que ponen los
funcionarios K en hacer las cosas mal, tienen tanta suerte que les salen
bien. El catálogo de casos es tan extenso que podría resultar agotador reproducirlo.
Y un poco enloquecedor, también. Menos
mal que el ministro Randazzo estaba en el país, sino lo hubieran
responsabilizado por la explosión del tren cargado de combustible en Canadá o
el descarrilamiento en Francia. Al menos, el choque de trenes en Castelar
muestra una realidad diferente a lo que habían presentado en su momento. Tal vez por eso ahora digan poco.
El informe preliminar elaborado
por la comisión investigadora –con ingenieros de cuatro universidades públicas
y dos representantes del Estado- confirma lo que se sospechó desde un comienzo:
más que una falla mecánica hubo una
voluntad homicida. Después de haber examinado la caja negra de la
locomotora, el video grabado durante la trayectoria, la
información del GPS y el audio del recorrido llegaron a la conclusión de que en ningún momento se accionaron los frenos
antes de la colisión ni se intentó disminuir la velocidad, sino todo lo
contrario. De acuerdo a todos los datos revelados hasta ahora, el choque fue
adrede, aunque el maquinista afirme que hizo todo lo posible para evitarlo pero
nada funcionó. A partir de ahora, habrá
que cuidar la vida de Daniel López que, como principal imputado puede ser
un valioso informante. No sea cosa que termine
asesinado en un dudoso atraco, como el testigo de la Tragedia de Once. Difícil
creer que el maquinista ocasione semejante drama sin una oscura mente que lo haya inspirado.
Más inspirados estuvieron los cráneos del matutino
La Nación en la nota “Pésima señal para
un fisco en problemas”. A partir de los resultados de una encuesta, trataron de mostrar un panorama
desalentador sobre el empleo registrado. Sin embargo, la Dirección General
de los Recursos de Seguridad Social, dependiente de la AFIP, salió a desmentir
semejante invectiva. El trabajo informal
alcanzó su nivel más bajo de los últimos veinte años. En la actualidad, la
cantidad de trabajadores que aportan al Sistema Integrado Previsional Argentino
duplica la cifra de 1994, alcanzado los
7780885. Una más que no les sale.
Tampoco les salió lo del pan, a
pesar de que intentaron amontonar a los compradores antes de las diez de la
mañana. Los muchachos de TN y sus autómatas repetidores trataron de despertar la indignación del público y ejemplificaron
muchas veces con la escena de un precio a las 955 y casi el doble a las 1005.
Sin embargo, nunca dijeron nada de las ofertas de las grandes cadenas de
supermercados que variaban su precio de un día para el otro. Tampoco intentan
explicar que el incremento en el valor
del pan se debe a una estrategia especulativa en la cadena de comercialización
del trigo y sus derivados. En este caso, la culpa la tiene el secretario de
Comercio, Guillermo Moreno, que hace esfuerzos inhumanos para aparecer como
culpable de todo. En realidad, si no
fuera por él, la angurria empresarial nos hubiera pasado por encima.
Tantos esfuerzos para demonizar
al funcionario tiene sus frutos: al menos, algunos en la calle lo mencionan
como “Patota Moreno”, sin entender demasiado por qué. Sólo
repiten lo que escuchan en los medios y los replicantes locales. Sin embargo, no advierten estar adoptando los argumentos
de los que se resisten a ser controlados. En estos días, Moreno se presentó
a declarar ante el juez Claudio Bonadío y el fiscal Ramiro González a raíz de
una denuncia presentada por algunos dóciles
candidatos opositores con escasa incidencia política. Obedientes a los
dictados del Poder Fáctico, Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo, Ricardo Gil
Lavedra entre otros con menor representatividad denunciaron a Guillermo Moreno
por las sanciones impuestas a tres consultoras privadas. Pero el juez federal
Julián Ercolini no vio delito alguno y
archivó la causa. Ahora insistieron con los mismos argumentos: incumplimiento
de los deberes de funcionario y abuso de autoridad.
Pero Moreno explicó que las
consultoras divulgaban índices de precios de manera irregular para producir incrementos en las tasas de
interés, del riesgo país y de los intereses de los bonos que se ajustan por el
índice inflacionario. Aunque algunos no lo crean, el Secretario de Comercio
defiende los intereses del país y sus habitantes. Quizá por eso –y no por
presiones oficiales- los jueces cumplen
con el ritual de interrogarlo pero descartan iniciarle alguna causa, porque
no advierten irregularidades en su accionar. Al contrario, avalaron las sanciones impuestas a los economistas que juegan más a
favor de intereses privados, en detrimento de los públicos, a los que
siempre anticipan fracasos y nunca dan cuenta de sus errores predictivos. Hasta
hay una denuncia penal formulada contra la consultora de Melconian y Santángelo,
por inventar un índice de inflación,
“producto de una reunión con agentes de
mercado y destinado a crear inestabilidad con el objeto de obtener ganancias”.
Por supuesto que es más fácil y
menos conflictivo actuar como manipulado
que como un informado autónomo. Con los títulos leídos de reojo o escuchados
al pasar basta para estar en contra.
En otros tiempos se podía hablar de la eficacia de los medios en su accionar
manipulador, cuando el público no tenía
demasiadas posibilidades de contrastar los contenidos masivos. Hoy, un
paseo por distintos diarios no insume mucho dinero: sólo requiere invertir un
poco de tiempo y voluntad. Compromiso, también. Y un poco de desconfianza hacia los que han gobernado desde siempre sin
someterse a elecciones, provocando los mayores desastres de nuestra historia.
Porque no estamos hablando de un conjunto de medios que expresan una opinión
sobre las cosas, sino de operadores que
defienden intereses nocivos para nuestro futuro. De una vez por todas, hay
que comprender lo que está en juego y sólo la responsabilidad del ciudadano
puede cambiar la historia. Y quien no lo entienda no es porque no puede, sino
porque no quiere.
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