Nuevos
enredos de los serviles opositores
Con la campaña electoral en
marcha, los santafesinos quedamos un poco al margen del bombardeo político audiovisual.
Gracias a una no suficientemente reprochada pereza
del gobernador Bonfatti, los medios locales no difunden los spots de los candidatos
a concejales y diputados provinciales. Por un descuido –involuntario o no- el Ejecutivo no reglamentó la distribución
de los espacios gratuitos que dispone una ley aprobada hace dos años por ellos
mismos y queda vigente la norma que prohíbe toda publicidad audiovisual. Entonces,
para empaparnos de cómo van las cosas camino a las PASO, debemos recurrir al
muy nutritivo material que aportan los especímenes bonaerenses. Un enredo publicitario carente de ideas es
todo lo que ofrecen. Una cáscara decorada con incongruentes –aunque edulcoradas-
consignas. Promesas incumplibles basadas en la nada. Un territorio casi
celestial donde reine el amor y la concordia, con una anchísima avenida sin
veredas, con campos coloridos de ternura y amistad, con miradas sinceras y sonrisas
francas. Un país normal es lo que brindan, en síntesis. Nada explican sobre la normalidad
que los inspira. Claro, eso sería pedirles demasiado.
Si los chorizos de Binner
deleitaron a la concurrencia por su limitada concepción de la política –y de la
vida en su conjunto-, sus socios del Frente Progresista Cívico y Social superaron
los límites del absurdo. Margarita
Stolbizer y Ricardo Alfonsín presentaron los cortos televisivos que tratarán de
seducir a los votantes bonaerenses. Con una coherencia desacertada, todos
apuntan a reforzar la necesidad de revertir la división que azota nuestro país. División que, según esta
mirada, nunca antes había existido entre los argentinos. Como esta
lectura niega la historia, inventa el presente y escatima todo futuro. El
país que diseñan no es más que un cuento de hadas.
Con las historias didácticas
elaboradas por los creativos publicitarios, cualquier espectador debería
sentirse subestimado. Con ese relato pensado, no para un público infantil, como
muchos sostienen, sino para mascotas
entrenadas con poca dedicación, no hacen más que pisotear cualquier indicio
de ciudadanía, de responsabilidad en el cuarto oscuro. Un insulto a la inteligencia. Argen y Tina –la audaz alegoría utilizada para ilustrar la desmembración de nuestro
país- deja al desnudo el modelo que defienden. Porque ellos se ofrecen como los
reparadores, los unidores de nuestra nación; ellos proponen pegotearnos detrás del discurso único que, en otros
tiempos, nos condujo al desastre.
La división que dramatizan para
espantar al público no es otra cosa que el conflicto que se genera cuando se
quiere transformar en serio el estado de las cosas. Si los que más tienen no tuvieran ningún inconveniente en compartir sus
cuantiosas ganancias con los que menos tienen –y no con limosnas
humillantes sino con redistribución hacia la dignidad- la vida sería más parecida al paraíso que los no-políticos pregonan.
Para ellos, la culpa de esta división es del kirchnerismo y no de la mezquindad, de la desmedida
angurria de los personeros del Poder Económico. Cuando los candidatos dicen
estas tonterías no hacen más que omitir el origen de todo conflicto: la
resistencia de los que, a pesar de haber llenado sus arcas a costa del esfuerzo
de todos, mantienen el privilegio de
gozar del botín. Y encima quieren más.
La armonía que ellos prometen
no es otra cosa que la aceptación del modelo del derrame, la sumisión a los caprichos de una minoría patricia que pretende reinar
a su antojo. Tener siempre presente: cuando ellos hablan de diálogo y
consenso, están impulsando la sumisión. Para
que Argen y Tina vuelvan a formar una sola palabra sólo hay que obedecer a los
que quieren que nada cambie. Para unirnos como ellos proponen, debemos
renunciar a nuestros derechos. En los
noventa, cuando el país era presa del
saqueo financiero, el trabajador era explotado con los contratos “basura” y
las luces del otrora Primer Mundo enceguecían a millones de individuos, nadie
hablaba de estas cosas. Nadie pensaba en la desocupación, la pobreza, la
exclusión, la desidia hospitalaria y educativa en clave de conflicto, sino
como sacrificios necesarios para arribar a un país pujante, aunque gravemente
desigual.
En todo caso, si hay una división es entre los que
quieren un país para todos y los que no. Y los que hablan de división, de
enemistad, de hartazgo o de necesidad de límites son los que –conscientes o no-
hacen el juego a las minorías que quieren recuperar el poder perdido. ¿O no es una impúdica muestra de división
que el presidente de la Sociedad Rural, Luis Etchevere, afirme que “el campo no da para más”? ¿Qué
posibilidad de armonía brinda alguien que miente de manera tan descarada?
Pero el campo da para mucho más
y la decisión de comenzar a controlarlo
desespera a sus propietarios. “Tenemos
que saber dónde y cómo estamos parados frente a este recurso estratégico como
es la tierra” anunció CFK por Cadena Nacional. Después de
aprobada la ley 26737 en diciembre de 2011, pocos auspiciaban buenos resultados
del relevamiento que proponía. Sin embargo, La Presidenta difundió datos que
sorprendieron: del total de las
hectáreas de tierras rurales del país, menos del 6 por ciento está en manos de
extranjeros, cuando la nueva norma fija un límite del 15. Esa ley, muchas
veces reclamada por los productores rurales y políticos de la oposición,
recibió el voto negativo de los agro-diputados y el bloque radical, mientras los
del PJ disidente, el PRO y Proyecto Sur estuvieron ausentes. “Por
eso es importante saber elegir”, destacó Cristina.
Pero para elegir hay que mirar bien. Y prestar
atención a las diferencias que, como nunca, están expuestas con mucha claridad.
Diferencias que no deben asustar a nadie. “Estemos atentos a lo que dicen, pero más a
lo que hacen”, advirtió la Primera Mandataria. Y también, a quién pretenden
representar. En estos días, resurgió el interés por los delitos de Lesa
Humanidad en los que más intentaron ocultar lo ocurrido durante la dictadura. Si
antes denunciaron que la política sobre DDHH era un simulacro, ahora tratan de
inventar contradicciones. Quienes más
alientan estas diatribas son los que se beneficiaron en aquellos tiempos
oscuros, los que apelaron a las Fuerzas Armadas para someter al pueblo, los
que se enriquecieron a costa de nuestra ruina. Y que todavía gozan de inmunidad garantizada por un sistema judicial
que está al servicio de las minorías.
Mientras el país recupera todo lo escamoteado en
los últimos cuarenta años, los impunes
refunfuñan en sus reductos y envían a sus esbirros para emponzoñar el ambiente,
para sabotear el sendero, para confundir a los caminantes. Mientras La
Presidenta y su equipo se enfrenta a estas presiones, muchos aplaudimos y sólo unos pocos cacerolean.
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