Lo
que muchos se niegan a mirar
En un escenario de campaña
electoral parece que es lícito decir cualquier cosa. Desde hace unas semanas se
instaló una muletilla respecto a los planes “no
trabajar, sino descansar” que debería avergonzar a sus creadores, algunos
de ellos beneficiarios del saqueo neoliberal. Por supuesto, cualquier cosa es válida para sumar porotos
cuando los candidatos no tienen nada para decir. Pero es irresponsable
opinar sobre lo que no se conoce, más aún cuando son aspirantes a ocupar un
cargo representativo. Un poco más claro: una
opinión debe estar basada en un hecho, no en un prejuicio. Los planes
Trabajar fueron reemplazados por los planes Jefas y Jefes cuando Duhalde
oficiaba de presidente de prepo y hoy ya no existen. Por lo tanto, lo que muchos recitan como si fuera una
pieza maestra de la ironía no es más que una insuperable gansada. Si
pretenden aportar algún granito de arena para la reconstrucción del país
deberían tomarse el trabajo de conocer los diferentes proyectos que se han
diseñado como formas de inclusión y evaluar sus resultados. Claro, demasiado trabajo para aquellos que tienen
asistencia perfecta en los estudios televisivos pero conservan sus bancas frías
gran parte del año.
Un poco sorprendente es que, en
su afán de desterrar al kirchnerismo de la historia, lleguen a pronunciar conceptos insultantes destinados a los posibles
votantes. Ningún beneficiario de los diferentes programas elaborados por el
ministerio de Desarrollo Social considerará siquiera escuchar los dicterios que
pretenden seducirlos. Con los prejuicios disfrazados de críticas,
los postulantes no hacen más que expresar el desprecio que sienten por los que
han sido desplazados de cualquier forma de dignidad, menos aún, cuando
están camino a recuperarla. En todo caso, como parte del juego de la política,
con sólo entrar a la página de ese organismo podrán enterarse de qué va la
cosa. Ya sería demasiado pedir que confíen en las cifras que allí se difunden,
pero al menos tendrían más elementos para elaborar una crítica. Con tanta desinformación que los deja en
ridículo sólo alcanzan a cacarear algunas frasecitas protestonas. Lo único
que se les pide es un poco de seriedad.
Pero claro, como parten de una
lectura desacertada, el discurso que pretenden sostener no es más que un licuado indigesto que trata de
conquistar el voto de un individuo enojado y confundido. Con “el país
normal” y la mirada fija de Binner, con “Argen y Tina”, con el hartazgo y los
límites y con las buenas ondas de amor y paz sólo están disputando el corpus acotado de los que sólo están en contra
sin saber bien por qué. No están construyendo otra cosa más que un conjunto
de sujetos irascibles que resultará muy difícil de representar. Y también, de
conformar porque, con una sola declaración favorable sobre alguna de las
medidas del Gobierno Nacional serán
acusados de traidores, vendidos, cooptados, choripaneros y otras cosas peores.
No sólo por los seguidores de a pie,
sino por los medios con hegemonía en desvanecimiento.
En Tecnópolis, La Presidenta
entregó unos documentos que para los que han tenido un tránsito apacible por la
vida tal vez no signifique nada, pero para los destinatarios representa un paso
muy importante. Ese papelito certifica que alguien completó sus estudios cuando ni
soñaba con la posibilidad de hacerlo. Cerca de 430 mil jóvenes y adultos
superaron ese escalón con la ayuda de un plan de asistencia económica que pocos
conocen. El plan FINES no está destinado
a trabajar o descansar, sino a estudiar. No es un dinero mal gastado sino
bien invertido: el Estado en su mejor
faceta para superar la desigualdad.
El plan que puede
desorientarlos es Argentina Trabaja, que tiene como objetivo fomentar la cultura del trabajo solidario y
cooperativo. Marcas colectivas, proyectos socio-productivos “Manos a la
obra”, microcréditos para pequeños emprendimientos, ingreso social con trabajo
son algunas de las variantes dispuestas por este programa que sólo busca reparar lo que se destruyó en
las décadas pasadas. Con sólo leer los objetivos y comprobar cómo se ha
desarrollado desde su aplicación, se
podrá comprender que no está destinado a los haraganes.
En fin, como no saben dónde
están parados, muchos candidatos tienen que apelar a publicistas ingeniosos
para inventar sus consignas, sacuden cifras que no tienen sustento y amplifican
denuncias que no pasarán de la mesa de entrada del juzgado de turno. Y todo por
considerar al kirchnerismo como una anomalía pasajera, por defender lo que no pueden confesar, por negarse a pensar un
modelo de país que nos incluya a todos. Todo
por seguir una agenda que se elabora en las oscuras oficinas de los centros de
poder.
Mientras Mauricio Macri suplica un poco más de
atención mediática y política, Sergio Massa dirige su mirada al 2015, seguro de que sus cantos líricos tendrán buena llegada en las urnas. El Metrobús
con que flageló la avenida más ancha no ha tenido el impacto electoral que
esperaba el Jefe de Gobierno porteño. A
los globos amarillos se sumaban los reclamos de los desatendidos de su insustancial
y elitista gestión. No alcanza a entender que es por eso que el Intendente
de Tigre se haga tanto el distraído. Porque a la vez que presenta el hachazo a
la 9 de julio como una obra de cara al futuro, los vecinos de la CABA reclaman
los subsidios prometidos para paliar los estragos de la última inundación.
Sin globos ni grandilocuencias, el Gobierno Nacional cumplió con el esquema de contención que había
diseñado ante aquella emergencia. A través de los préstamos Argenta, créditos
del Pro.Cre.Ar y otros aportes de la Anses, desembolsó casi 160 millones de
pesos. Y quedan unos 100 millones más para reparar los estragos producidos en
parte por la fiereza del fenómeno meteorológico y en parte por la desidia de las autoridades correspondientes. A
pesar de que Macri siempre declama ante los medios el abandono de Nación, la CABA recibió unas 6200 prestaciones con
una suma superior a los 22 millones de pesos. Números que explican a qué se
destina todo lo recaudado, que no se pierde en bóvedas escondidas en los rincones
de El Calafate. Todo está a la vista para el que lo quiera ver. El que no, disfrazará su extravío político
con absurdos cortos televisivos.
Una cuestión de decidir de qué lado se está. Solucionar los problemas de los argentinos
no es adornar la inoperancia. Mirar al futuro no es protestar por todo.
Construir un nuevo país no es prometer una normalidad indefinida. Respetar las
instituciones no es generar desconfianza. Gobernar
para todos no es obedecer a las corporaciones. “En la vida hay que elegir –explicó una vez más CFK– y nosotros elegimos al pueblo, los
estudiantes, los trabajadores, los empresarios nacionales, los comerciantes y
todos aquellos que quieran venir a este país que construimos entre tantos
millones de argentinos”.
Excelente y necesaria explicación en esta etapa de la historia argentina, de reconstrucción de la palabra, del diálogo político, silenciado y confuso desde el genocidio... (Aristóteles 2000)
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