Cuando no tienen
nada que decir, los voceros del establishment sacan a relucir el tema de la
pobreza. Números aislados, fríos índices
y tópicos alarmantes se destacan en grandes titulares, adornados con
cuadros muy bien diseñados, como si la
cosa verdaderamente les interesara. Los canales hegemónicos buscan pobres
hasta debajo de las piedras para despertar lágrimas con sus informes. Y si no
encuentran pobres, los contratan. Total, siempre van a toparse con algún
sufriente que pose para sus fotografías. Porque de eso se trata: de mostrar una foto y no una película.
Porque Ellos no quieren eliminar la pobreza sino liquidar al kirchnerismo, el
único proyecto de los últimos treinta años que ha logrado disminuir la
desigualdad. Por supuesto, a costa de limar
un poco los privilegios de esa minoría hipócrita y destructiva. Y eso es lo
que verdaderamente molesta. Claro que todavía quedan excluidos; muchísimos para
un país con el potencial del nuestro. Pero si cada paso que se intenta dar para
lograr una mejor distribución del ingreso choca
con la inusitada resistencia de los angurrientos que no quieren ceder una
mínima parte de sus ganancias, tender a
la equidad resulta imposible.
Mostrar un pobre
es evidenciar el fracaso del recorrido que comenzamos en 2003. Para Ellos, por
supuesto. Aunque sus fortunas han crecido como nunca, consideran un verdadero
desperdicio las sumas destinadas a la base de la pirámide social. En sus manos, esas cifras consolidarían su
poder; en cambio, ahora, sólo asignan
derechos. En las prioridades del Gobierno, sólo aportan un modesto bienestar,
cuando en sus billeteras permitirían exhibir
estatus. Por eso lo llaman gasto, en lugar de considerarlo como inversión.
Ellos creen en la mano invisible del
mercado y el modelo del derrame, productores de una atroz desigualdad en
casi todos los rincones del mundo. No hay que dejarse engañar por estos atisbos
de Humanidad. Ellos no se preocupan por
la pobreza, sólo la utilizan como ariete, como petardos a los que apelan cada
tanto.
Porque en los
hechos, son saqueadores, carroñeros, especuladores, evasores y explotadores.
Más que buitres, son vampiros. En rigor, da pena comparar a estos monstruos con
esos animalitos que cumplen un noble fin en lo poco que nos queda de
naturaleza. Pero Ellos imitan el
instinto para potenciarlo contra natura y
no tienen límites a la hora de responder a su avidez. Por eso se hace
necesaria la comparación que insulta a esos inocentes bichitos con tamaña
humanización. Si Esopo pobló sus fábulas de animalitos, ¿por qué no podemos
nosotros utilizarlos para las metáforas del presente? Más aún cuando somos las presas de estas fieras desbocadas.
Contradicciones a repetición
La votación en la
ONU desconcertó un poco a Griesa, pero no conmovió el corazón de los miembros
de la oposición, ya no al Gobierno, sino al país en su conjunto. Casi cien diputados votaron en contra de la
ley de Pago Soberano, una herramienta que permitirá eludir los exabruptos del
magistrado neoyorkino. Ahora el juez dejó todo en manos del Tribunal de
Apelaciones, que tiene que resolver sus estropicios. Más allá de que EEUU votó
en contra de la iniciativa del G-77 más China –propuesta por nuestro país-, la
decisión de la mayoría de los países que expresaron la necesidad de poner freno al despiadado desenfreno del mundillo
financiero debió intimidarlo un poco. Al menos, le habrá sugerido que la
razón ya no estará más de su lado.
Pero, como los diputados argentinos están
aislados del mundo, no se enteran de estas cosas y hacen todo lo posible
para mostrarse a favor de los buitres. O
en contra de Argentina, que es lo mismo. Mientras emociona escuchar los
discursos en la ONU -muchos agradeciendo que nuestra situación haya servido
para advertir el peligro-, repugnan los
dicterios que nuestros connacionales vomitaron en el Congreso. Unos se
fueron y otros aparecieron sólo para posar ante las cámaras televisivas. Unos
declamaron encendidos discursos cipayos y otros recitaron colonizadas
disculpas. Unos denunciaron que estamos quedando mal con el mundo y otros
aconsejaron cumplir con la sentencia, aunque
eso signifique entregar el futuro del país a los extorsionadores.
Esto ocurrió el
miércoles, pero al día siguiente, siguiendo la agenda mediática, hablaron de la
pobreza con una soltura exasperante. Como si una cosa no tuviera que ver con la
otra. Si estos fondos especulativos
llegan a clavar sus garras en nuestro territorio, entonces sí la pobreza será
angustiante, como ya hemos experimentado a principios de este siglo. Y esto
lo saben los que votaron en contra, pero
actúan como si no lo supieran. Pero no se conforman con eso: afirman sin
titubear que lo mejor que podemos hacer es rendirnos a los pies de Griesa y la
voracidad de Paul Singer, a sabiendas de
que eso sería catastrófico.
Si todavía hay
pobres en nuestro país es más por el egoísmo irrenunciable de los que más
tienen que por inacción del Gobierno Nacional. Y un poco de pereza de los gobernadores, que viven pendientes de la
iniciativa presidencial. Porque en 2003 había casi diez millones de
personas por debajo de la línea de pobreza y hoy, menos de 3.800.000. Esto significa una reducción del 60 por
ciento, aproximadamente. Pero es bueno insistir: si los que ocupan el decil
más alto no fueran tan avarientos, la pobreza sólo sería un mal recuerdo y no
el titular de un diario. Pobreza que no es una decisión, epidemia ni fenómeno
climático, sino el resultado de la
voracidad insaciable de los más privilegiados.
Además, el
informe de la UCA que tanta polvareda levantó sólo tuvo en cuenta el nivel de
ingresos, una de las variables para abordar el tema. También deberían entrar en
el estudio el hacinamiento y el acceso a la salud, educación y los servicios
esenciales, como electricidad, agua y cloacas. Y con estas variables, muchos
argentinos que aún no han salido de la pobreza desde su nivel de ingresos, sí lo han hecho a partir de la reducción de
las necesidades básicas insatisfechas. Por supuesto, no están en una
situación ideal, pero con el modelo que Ellos quieren restaurar, sin dudas,
estarían peor. En realidad, casi todos
lo estaríamos.
Los avances en la
reducción de la desigualdad han sido el resultado de la sabia decisión de
Néstor Kirchner de abandonar los
dictámenes del FMI y de reestructurar la deuda en default. La convicción de
crecer sin endeudamiento ha consolidado nuestra soberanía económica. Y como todo crece de abajo arriba, los que
menos tienen deben recibir gran parte de los recursos. Lo que quieren Ellos
es el modelo del derrame, algo que anula todo crecimiento. Un sistema egoísta que quiere acaparar todo y dejar caer apenas unas
gotas. Pero ahora estamos comprendiendo que la mano invisible es una garra
perversa, que el exceso de los ricos
produce la escasez de los pobres, que las deudas no se pagan cuando se
transforman en usura, que hacen falta leyes para reprimir al egoísmo. Mucha información en nuestras manos para
construir un nuevo país. Tal vez un nuevo mundo. Y la oposición miró para otro lado.
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