No es algo nuevo lo que se ha
escuchado esta semana, pero da la sensación de que la estrategia –por llamarla de algún modo- ha recrudecido. Tanto periodistas como políticos de la oposición se han puesto de acuerdo en decir que los argentinos estamos
cansados del Gobierno Nacional; que la estamos pasando tan, pero tan mal
que algunos componentes de nuestro cuerpo se están hinchando; que las
calamidades que se nos aproximan merecen acciones que no son –precisamente- las
que toma el equipo de CFK; que todo lo
que ocurre y lo que no ocurre es culpa absoluta de Cristina y todos los chifles
no resueltos de su vida personal; que esto es peor que la dictadura, que
vamos hacia el chavismo, que se parece a la Alemania Nazi, que es más
destructivo que la glaciación del cuaternario. Hasta dicen que éste es el más
corrupto de la historia. Tal vez estemos cansados, pero no del gobierno que eligió la mayoría sino de estas pueriles
triquiñuelas que sólo buscan restaurar el modelo que nos llevó a la ruina.
Disfrazar la opinión propia
como si fuera la de la mayoría es una premisa básica de la manipulación. Además de instaurar ideas, tiende a
producir contagio. Como nuestra carnadura nos impide la omnipresencia,
debemos apelar a los medios para alcanzar una modesta imitación. Si confiamos
demasiado en ellos, corremos el riesgo
de convertirnos en meros propaladores de la palabra de Otro y así, servir a
sus intereses. Intereses contrapuestos a los nuestros, vale aclarar. Intereses que, para prosperar, deben
pisotear a los nuestros, necesario advertir. Alguno dirá que no existe
público tan dócil que crea a rajatabla que ocurre
lo que no ocurre sólo porque lo haya visto en los medios. Y… las brujas no
existen pero…
Creer o no creer, será la
cuestión, entonces. No nos queda otra si queremos que la mirada vaya más allá
de nuestra nariz. Y si dicen todo el día
que las cosas están mal, deberá ser así, aunque no lo parezca. No estamos
acostumbrados a estar bien y no tenemos parámetros para medir ese estado.
Entonces, aunque esto parezca funcionar bien, como no lo sabemos porque nunca
lo hemos experimentado y, como a la vez, nos dicen todo el día que estamos mal,
entonces, esto será estar mal, como
antes, como siempre.
Para que no ocurra esto, uno
debe apelar a algunos filtros como la
memoria, la experiencia propia, la del entorno inmediato, la desconfianza,
y demás instrumentos que, si los dejamos, funcionan solos. Más difícil será despojarnos de nuestros prejuicios y practicar una
nueva mirada. Tantos años invertidos en pensar mal no pueden tirarse por la
borda como si nada. Pero vale la pena el esfuerzo. Más aún cuando desde esos medios están tan empeñados en
deshacerse del kirchnerismo que ya no se preocupan por ser sutiles, ni siquiera
creíbles.
Deshojando
la margarita
Un par de ejemplos pueden
servir para esclarecer un poco este asunto. Alguien con traje de experto disfraza su opinión de absoluta verdad,
sin importar cuán infundada esté. Con que diga que “el precio de la yerba se multiplicará hacia finales de septiembre ante
la posibilidad de un nuevo default” o cualquier otro pronóstico que parezca
un latigazo puede provocar una catástrofe. Eso sí, necesita estar en un contexto en donde los conductores del programa
intenten contener la risa y puedan dibujar en sus rostros un severo gesto de
preocupación. Después los del servicio informativo se encargarán de
transformar esa idea en un titular de fácil comprensión, como “a fines de septiembre faltará la yerba”.
Si a eso sigue un titular de contagio,
como “en los súper, la gente compra de a
tres paquetes”, la demoníaca semilla será sembrada. Con la difusión de
algunas ideas aleatorias se
construirá un panorama más alarmante: “Sin
yerba en septiembre, crecerán los embarazos a fin de año”. Un desfile de más trajeados que analicen
la cuestión convertirá la crisis de la yerba
en un caos, al menos, hasta que la
mentira sea desmentida o encuentren otra cosa.
Desmentida siempre, pero
sancionada nunca. Ni siquiera por los que han sido engañados tantas veces. Algunos ni se enteran de que han sido víctimas
de una operación y están los que se enteran pero les encanta estar así. También
están los que, por las dudas, obedecen la orden y vacían las góndolas para
llenar sus alacenas de valiosos paquetes de yerba. Y los que, si todos lo
hacen, se suman al acopio de yerba
aunque no les guste el mate.
Más allá de la yerba, los
medios habilitan la presencia de poderosos personajes telepáticos, capaces de conocer el sentir de millones de
ciudadanos con poco esfuerzo. Muy seguros de esa facultad, con sólo
ubicarse en la base del Obelisco escanean las mentes más distantes y afirman
ante las cámaras que los argentinos ya se están cansando, que no dan más, que
quieren que solucionen sus problemas. Por si alguno se ha dejado convencer, es triste decir que esto también forma
parte de una estrategia de manipulación. Así como no podemos tener acceso a
todo lo que ocurre por nuestras limitaciones corporales, tampoco podemos acceder al pensamiento de todos con sólo llevarnos
un dedo a la sien. Así que esos diputados, senadores y candidatos que se
exhiben muy sueltos en nombre de la gente, también
se suman a las operaciones mediáticas para producir el efecto contagio. “Si todos piensan así, habrá que sumarse”, pensará
el desprevenido televidente y no dudará en comentar con sus iguales la nueva
tendencia.
En beneficio de la duda, puede
ser que el susodicho personaje tenga contacto con muchas personas y hable con
ellas periódicamente. Pero eso no
significa conocer el pensamiento de todos, sino apenas de algunos. Ni siquiera podría construir una generalidad
con esas improvisadas experiencias. Quien se arroga esta potestad, sólo está
intentando imponer su pensamiento y
no realizar una lectura de lo que realmente se piensa, algo imposible. Las
consultoras se aproximan más a ese objeto con procedimientos científicos, pero
tampoco sus resultados pueden considerarse contundentes. Apenas aproximación.
En los últimos años, las cosas
están más claras. Ningún medio tiene el
patrimonio de la verdad. Con buenas intenciones, apenas pueden presentar
una versión de los hechos y los que no
las tienen hacen lo que vemos todos los días: tergiversar, mentir,
fabricar, agitar, preocupar, conspirar. Hace un tiempo era un buen ejercicio
desgranar cada uno de los exabruptos con forma de noticia. Después, comenzó a resultar
agotador. Ahora ya es enfermizo. Con
sólo algunos casos basta para confirmar que cada vez se alejan más de cualquier
fin honrado en su función de informar para conformar la opinión pública.
Lo único que buscan es
destronar al kirchnerismo para siempre. Y cuanto antes. Aunque eso signifique pisotear el mandato de la mayoría expresada en el
voto. Aunque eso implique la restauración del modelo que tanto daño nos ha
hecho en el pasado. Aunque eso habilite la
instalación de candidatos erráticos que prometen un paraíso con un simple
pase mágico.
El centro es un espacio de
disputa. Un centro entendido como la
opinión mayoritaria y no como un punto equidistante entre derecha e izquierda;
como un sentir común conformado por valores, memorias y prejuicios; un centro
inestable que oscila entre los extremos. El
centro de hoy es distinto que el de hace treinta años. Y también lo será
dentro de otros treinta. Lo crucial será hacia dónde se incline, si hacia ese
pasado con un puñado de privilegiados y millones de oprimidos o hacia un futuro en el que la conquista de
derechos sea lo cotidiano.
Don rosa en el medio periodistico creo que el esfuerzo supremo es ocupar el vacio dejado por el procer menemista bernie(doña rosa ) neustadt quien arraso con todos los premios, y creo que no se sometia al regimen manganetista, me parece que era libero o por lo menos surfeaba la ola, asi que los emulos no saben como hacer para ocupar ese vacio
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