Qué difícil es
vencer la tentación de imaginar lo que dirían en la ONU ciertos postulantes a
la presidencia vernácula. Seguramente, desgastarían sus lenguas, no por el
tiempo empleado en pronunciar su discurso, sino
por lamer el suelo del Imperio. De más está decir que Macri y Binner
resultarían soporíferos, además de obsecuentes. Y los circunloquios, metáforas
y aforismos de Massa confundirían a cualquiera. De ocupar Scioli ese lugar,
tampoco dejaría huella memorable en ese atril. No es por nada, pero
extrañaremos mucho a Cristina. No sólo
por ser una buena oradora, sino por la audacia de plantear los principales
problemas por los que atraviesa el Mundo en la usina donde se generan. Que
Obama declare que su país busca la paz es una hipocresía que no cree ni él. Pero que ese organismo desoiga los clamores
de poner freno a la barbarie es ceguera o cobardía. Para pacificar el
planeta hace falta atenuar el poder de las naciones belicosas.
No es la primera
vez que un presidente argumenta en ese ámbito la necesidad de reformular el
Consejo de Seguridad. Pero todos los años, CFK insiste en su caducidad, porque parte de sus miembros son los que crean
todos los conflictos. ¿Qué seguridad puede garantizar el país que pergeña
todas las guerras para multiplicar las ganancias de la corporación bélica? ¿Qué
paz buscan los que inventan enemigos
para dominar las regiones prometedoras de grandes negocios? ¿Por qué una
minoría tiene la potestad para conducir al resto a la aniquilación?
Nada se puede
transformar si no hay voluntad de cambiar. Un paso importante es la decisión de
regular los mercados, establecer normas
que mitiguen la capacidad de daño de los fondos especulativos en la
reestructuración de las deudas soberanas. El 9 de septiembre se demostró que
124 naciones quieren modificar las reglas de juego para que la economía global
no quede expuesta a la angurria de una minoría. En este tema, nuestro país es
un caso testigo: el uno por ciento de los acreedores y un juez municipal tienen
en vilo a un país. Una desproporción que
quedará para la historia. Quizá sea la primera vez que un país otrora
sometido resista con fortaleza la injusticia
imperial. El inadmisible fallo del juez Griesa ha recibido críticas hasta de
los aduladores, aunque pese a eso, insistan
en su cumplimiento.
De tan embrollado
episodio nadie puede anticipar el final. Sin embargo, parece que esta vez van a perder. Si Argentina ha pagado casi 190
mil millones de dólares en todos estos años, cumpliendo con los cronogramas
acordados, queda demostrada la voluntad
pagadora de una deuda fraudulenta. Y encima, con la ley de pago soberano,
se pone a disposición de los acreedores que no entraron al canje, las sumas que
les corresponderían de aceptar la propuesta. Paul Singer incluido. Para evitar
mayores escándalos, el soberbio magistrado debería reconocer su error, dejar de
obedecer a los abogados buitreriles y hacer una interpretación racional de la
cláusula pari pasu. Y las instancias superiores de la justicia
norteamericana deberían sugerir la anulación de esa descabellada sentencia.
Si es que escuchan la racional y legítima voz de la mayoría.
Pero siguen sin oír
Mientras la
conspirativa prensa argentina se burla por el escaso auditorio que escuchó a La
Presidenta, el Consejo de DDHH de la ONU aprueba
una resolución que condena la especulación financiera y "ordena una investigación sobre sus
actividades y las consecuencias de sus acciones en todo el mundo". Para
preparar el clima, Clarín y La Nación
brindaron otra vez sus páginas a la
difusión de una insultante y mentirosa solicitada de los buitres. En ella,
el grupo de tareas contra Argentina
afirma que “el desprecio de la presidenta
Cristina Kirchner por los tribunales estadounidenses y la negativa de la
Argentina a pagar sus deudas o negociar con los acreedores, ha provocado
críticas internacionales”. Cabe
preguntar quiénes son los que critican si la posición de la mayoría de los
países del mundo coincide con la nuestra. Y también es necesario destacar
que una cosa es la libertad de expresión y otra, la traición a la Patria. Porque eso están haciendo todos los medios
que ofrecen espacio a las presiones de estas minorías destructivas.
“En tiempos de buitres económicos y halcones de la guerra
necesitamos más palomas de la paz para construir un mundo más seguro –reclamó Cristina el miércoles- necesitamos más respeto al derecho
internacional, necesitamos más igualdad de tratamiento entre los que estamos
aquí sentados”. Una verdadera
democracia global donde todos contribuyan a construir un mundo más justo, más
estable, más solidario, menos suicida. Y para desesperar a los agoreros y
apologistas del neoliberalismo, presentó un sintético relato de la década ganada, como
un consejo hacia todos los países que están padeciendo el menú de los buitres. “Con un modelo de desarrollo y
crecimiento, pudimos generar millones de puestos de trabajo y nos hizo reducir
la pobreza y la indigencia”, destacó la Primera Mandataria. Según el FMI, el crecimiento económico
de Argentina entre 2004 y 2011 se ubica en el tercer puesto mundial por la inclusión
y el desarrollo humano. Y todo esto,
respondiendo a las acreencias de manera acorde a nuestras posibilidades y sin
renunciar a la autonomía soberana.
Pero los buitres
no cejan con el aluvión de picotazos. Con la complicidad de los bicharracos
locales, por supuesto. En eso, tampoco CFK se fue al mazo. Por el contrario, denunció que los carroñeros “amenazan
y hostigan con acciones sobre la economía de nuestro país, provocando rumores, infamias y calumnias
desde lo personal hasta lo económico y financiero”. De más está decir que
fue más allá y los denunció como auténticos terroristas: “actúan como
verdaderos desestabilizadores de la economía, casi una suerte de terrorismo
económico y financiero”. Ponerse de
su lado es una infamia. Lamer sus
suelas, una burla para la Humanidad.
Entonces, no es
descabellado proponer acciones más severas para estos personeros y sus
cómplices, que amplifican su voracidad destructiva por todos los medios a su
alcance. Las cosas están muy claras, por
lo que no hay posibilidad de confusión. No estamos hablando de honestos ahorristas
estafados por un Estado, sino de verdaderos
estafadores que se quieren llevar puesto al mundo para acumular fortunas
alucinantes. Por ellos se hacen las guerras, para satisfacer las infinitas
ansias de multiplicar el capital de unos pocos. Algo está cambiando en el
planeta y no hay que desoír estos nuevos
vientos sureños.
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