Aunque cada vez sean menos quienes
hacen sonar sus cacerolas, lo que más
duele es la furia con que se manifiestan. Quizá no todos destilen tanto
veneno, pero por pocos que sean, con ellos no
hay posibilidad de construir nada. Una
soberbia de clase que hace difícil un horizonte colectivo. ¿Qué se puede
argumentar ante un insulto desencajado? ¿Cómo se puede respetar a un grupo que
exige la renuncia de un gobierno elegido por la mayoría? ¿Qué se puede esperar de tanto desprecio y discriminación? Y menos
aún sin otro fundamento más que los prejuicios que se alimentan desde los
medios hegemónicos que esta vez decidieron ignorar la catarsis vip. Para tener en cuenta: son capaces de traicionar al público que se empacha a toda hora con sus
contenidos malintencionados y manipuladores. Esta vez no salió porque en
las altas esferas del poder se está labrando uno de los peores engendros que se puede ofrecer a la sociedad: el
licuado indigesto de un frente opositor a
la venezolana tan descafeinado como sea posible para destronar al
kirchnerismo para siempre.
El Círculo Rojo ha decidido que
las cacerolas no son funcionales a los intereses de sus integrantes. Ya no
alcanza con desgastar al oficialismo; el
año que viene hay que derrotarlo, aunque para eso se haga imprescindible
construir un Frankenstein electoral de limitada vida útil. Por lo que
parece, la UCR se encargará de mediar una alianza entre los opositores que más
miden, Macri y Massa, a cambio de sacrificar su estructura partidaria extendida
en gran parte del país. Si el engendro no logra la restauración neoliberal, al
menos llevará adelante un plan que conduzca a la tan extrañada crisis que llena las arcas de esa minoría siempre
ávida de divisas.
El agónico cacerolazo del jueves,
como todos los anteriores, presentó un abanico de demandas imposibles de
transformar en programa de gobierno. Sin dudas, el objetivo fundamental del
griterío fue manifestar el odio que
despierta en esa minoría la figura de La Presidenta. Pero los improperios
no pueden transformarse en plataforma política, por eso muchos de los que se
acercaron a los pocos cronistas dejaron
en claro que nadie los podría representar. Claro, pertenecen a una clase
que nunca ha necesitado representación para gobernar a su antojo. Nadie no: un solo nombre aparecía inmaculado o,
por lo menos mencionado entre los despreciativos alaridos, el de Mauricio
Macri.
No es para menos, pues el Alcalde Amarillo es la sublime expresión
de la no-política y recibe la adhesión de la derecha más retrógrada, la que
de ser posible, apoyaría un golpe de
Estado y hasta los peores castigos para los actuales gobernantes. Si
alguien duda de esta afirmación, sólo basta ver la foto en la que Cristina
Boubeé, dirigente de la Sociedad Rural de Azul y amiga de la diputada Elisa
Carrió, escribe “chorras” sobre los
pañuelos blancos que simbolizan la memoria en Plaza de Mayo. No hicieron sonar sus cacharros porque les
aprieta el bolsillo, sino porque su ideario de castas está perdiendo terreno.
Un cartel sintetiza la movida: “Sabsay a
la Corte”, sostenido por un anciano trajeado y rostro a tono con la indignación del momento. Por si alguien
se ha perdido un capítulo de este apasionante
culebrón, Daniel Sabsay es el constitucionalista
mimado por los medios que, en el Coloquio de IDEA, dudó de los conocimientos de
La Presidenta y exigió que muestre, una vez más, su título de abogada. Una absurda pretensión patricia que quedará
para la sátira, como este minúsculo cacerolazo cada vez más afónico.
Un
futuro que entusiasma
Mientras la convivencia
democrática permite estas expresiones destituyentes, la imagen de CFK escala hasta sus niveles históricos. Un 49 por
ciento de valoración positiva y un 35 por ciento de intención de voto al FPV
puede angustiar a cualquier anti-K hasta la desesperación. Estos datos surgen
de un estudio realizado por CEOP, la consultora de Roberto Bacman, realizado a
fines de octubre y procesados la semana pasada, sobre más de mil casos en todo el país. Y algo interesante: la
mayor aceptación se da en los sectores más vulnerables situados fuera de las
grandes ciudades. Esto no es producto
del clientelismo, como recitan los
detractores, sino por la efectiva –aunque
lenta- distribución del ingreso a través del crecimiento del empleo, las
jubilaciones cada vez más dignas y la AUH, que significa mucho más que un poco
de dinero. Por lo tanto, esos hipócritas
rasgados de vestidura por la pobreza y la inflación que castiga a los más débiles quedan desdibujados ante esta nueva fotografía.
Contra todo lo que se vocifera
en los foros caceroleros, no sólo los pobres adhieren a este proyecto de país. Otras decisiones del Gobierno Nacional
seducen a diversos sectores de la sociedad. El conflicto con los buitres y
la defensa de la Soberanía profundizó la grieta y dejó a más ciudadanos de este lado. Más aún cuando la posición
oficial ha recibido el apoyo de casi
todos los países nucleados en los organismos más variados y hasta el G-20
se ha pronunciado sobre el tema.
Además, lo que más seduce a una parte del electorado es el intento de contener
la angurria de las grandes empresas. Para nada los convence que los
exponentes de la oposición salgan en defensa de los que abusan de su posición
dominante y saquean nuestras billeteras
con sus alucinantes precios. Por el contrario, la gestión del secretario de
Comercio, Augusto Costa, ha dejado al descubierto la estafa que se produce día
a día en las góndolas. Algo que
entusiasma, de más está decir.
La nueva Ley de Defensa del
Consumidor permite sancionar a los succionadores
de nuestros bolsillos con multas que
deben ser abonadas antes de recurrir a la justicia para pedir un
salvavidas. Para Costa, "con la
nueva legislación que aprobó el Congreso ya no vamos a tener que esperar a que
la justicia ratifique la multa”. La
primera que se ha hecho merecedora de una sanción de 202 mil pesos fue la
cadena Carrefour, confirmada por la Justicia. Ahora, “las multas van a
tener el efecto que tienen que tener: disuadir
a las empresas de incumplir con los compromisos", explicó el
funcionario. Pero hay otros supermercados que están a la espera de que se
confirme la punición por no haber cumplido con el programa Precios Cuidados. En la cola aparecen Coto, Chango Más, Walmart,
Día, Jumbo, Disco, Vea y otra vez Carrefour con cifras que van desde los dos hasta los 13 millones de pesos.
A esta embestida contra la propiedad privada, como recitan los periodistas
obsecuentes del poder económico, se le suman los allanamientos a las cuevas y
financieras que operan para blanquear y fugar dinero. La AFIP, la CNV y el Banco
Central están decididos a desanimar a
los especuladores que tanto daño hacen a nuestra moneda. Y, por lo que han
afirmado los funcionarios, esto recién empieza. El vamos por más en su máxima expresión. Por eso la imagen positiva del
Gobierno Nacional está trepando hacia una
mejor posición, a pesar del estiércol cotidiano que arrojan los medios
carroñeros.
Sin dudas, contra esto se
manifiestan los caceroleros, contra un
Estado decidido a proteger a los más vulnerables, contra un Gobierno resuelto a enfrentar a los poderosos. Estos
protestones minoritarios no tienen apretado su bolsillo, pero les molesta que sea una plebeya quien nos gobierne. Cuando
son los más ricos los que protestan, debemos
sentir orgullo por el camino que transitamos.
Excelente!
ResponderBorrarJorge
Muchas gracias. Abrazo enorme
BorrarEl hecho de ser extranjero me impide decir muchas cosas, pues se trata de un país que no es el mío, pero una cosa sí puedo afirmar: no soy ni ciego ni tonto.
ResponderBorrarBuen blog, un abrazo.
HD
Gracias Humberto. Los problemas de nuestros países son más o menos los mismos: ricos que quieren ser más ricos a costa de nuestra vida y un grupete de políticos que los consienten más algunos individuos que se "solidarizan" con esa avaricia. Ponele el nombre que quieras a ese país. La lucha es la misma. Abrazo enorme
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