En
varias entrevistas radiales, el constitucionalista
Daniel Sabsay insistió con la
cuestión del título de Cristina. Parece que no alcanza con las numerosas
confirmaciones que se han hecho en estos años respecto a este tema. El desencajado leguleyo quiere verlo con
sus propios ojos y hasta exige que sea ella quien se lo muestre. Desprecio,
provocación, senectud insurreccional. Como sea, se erige como un guardián de la
República sin que nadie se lo haya pedido. Pretensiones de patricio, puede
suponerse. Desesperación servil, podría
afirmarse con malicia. Sin embargo, la Constitución Nacional no explicita
ninguna condición de títulos para ocupar la presidencia ni cualquier otro cargo
representativo. Si es por conocimientos, CFK aventaja por varios cuerpos a algunos
de los mandatarios anteriores. Y ni hablar de los eternos candidatos que buscan
deslegitimarla. Esto no pasa por el título ni por el promedio académico: lo que
están cuestionando los Sabsay es el rumbo elegido por la mayoría de los
argentinos en 2011 y reafirmado como primera minoría en las últimas
legislativas.
Si
las dudas sobre el título rozan los límites del absurdo, el rechazo al nombramiento de un nuevo Supremo los traspasa. Como
en otros tiempos, quieren negar la existencia de una mayoría que apoya a una
determinada fuerza política. En otros tiempos, apelaron a la proscripción
para acceder a la presidencia. Ahora, como no tienen el auxilio de las botas,
recurren al poder de fuego de los medios hegemónicos. Y no les sale tan bien,
porque creen que la asistencia perfecta
a los estudios televisivos los va a conducir a la Rosada, pero sólo los llevará
a la más absoluta soledad. Tanto servilismo les va a provocar lumbago. De
tanto mirar el ombligo del Poder, se están enredando en un solipsismo patológico. Y por
obedecer la enredada agenda mediática, ya ni saben qué pensar.
De
tanto oponerse hasta parecen estar en contra de sí mismos. Por eso tantas
contradicciones. Como van detrás de los titulares, su errático discurso se recicla en una simbiosis enloquecida que ni
ellos entienden. Quizá ése es el motivo que los lleva a no tener propuestas
de gobierno. Claro, si cambian sus principios como de calzón. Lo que ayer prometían derogar, hoy juran
mantener y mañana, ¿quién sabe? El minuto a minuto lo dirá.
Por
lo que parece, en el país que pergeñan no
se pagará impuesto a las ganancias ni retenciones a las exportaciones;
podrán comprar dólares hasta las mascotas; se importará todo lo que se quiera
importar, hasta yerba mate de Ceylán; las obras públicas inundarán todo el
territorio nacional; no habrá más
delincuentes y la inseguridad será un mal recuerdo; no se privatizará
Aerolíneas Argentinas, YPF ni el fútbol; los empresarios podrán llenar sus
arcas sin controles ni límites; se saldarán las deudas con buitres y
pterodáctilos; y todo esto manteniendo la AUH, salarios y jubilaciones dignas
con hospitales y escuelas que funcionen. ¿Cómo
se llegará a este maravilloso reino? Por una ancha avenida donde andaremos
todos en armonía, sin divisiones ni peleas. Y estaremos tan abiertos al mundo
como si fuéramos el cadáver de una autopsia. A otro perro con ese hueso: todo esto junto más que un paraíso augura una
selva con las fieras más voraces. Y nosotros –la mayoría- seremos las
apetitosas presas.
La rebelión de los cacharros
Más
allá de estas insostenibles fábulas, hay un país de carne y hueso que hace más de diez años está recobrando su vigor. Por primera vez en mucho tiempo, acumulamos
logros que nos enorgullecen. Enumerar todo lo que hemos conquistado
excedería largamente este espacio. Además, queda mucho tiempo para hacerlo. A
pesar de esto, este Gobierno ha sido el
más denostado y resistido. Insultado,
injuriado, blasfemado. Negado, deslegitimado, cercado, amenazado. Desde
marzo de 2008 intentan voltearlo o al menos, doblegarlo. Pero con cada arremetida, el Gobierno K se ha fortalecido. Y ha
redoblado la apuesta, algo que enfurece a quienes comandan los ataques. Porque
a cada paso, el equipo de CFK lima los
privilegios y afecta intereses de una minoría que se cree dueña de todo.
Hay una hipótesis que podría convertirse en norma: cuando los más poderosos se enojan hay que seguir adelante porque
es la manera segura de alcanzar la equidad tantas veces prometida. Lo que nos
falta, lo escamotearon ellos y ya es hora de que lo devuelvan. También, que se abstengan de volver a
intentarlo.
Este
es, precisamente, el mensaje que genera tanto encono. A este gobierno se lo
cuestiona por lo que ha hecho y por lo que hará, pero, sobre todo, por lo que
de ninguna manera va a hacer. Y sobre
esto último hacen más hincapié. Ante cada decisión gubernamental, encienden
las alarmas y describen amenazas hacia toda la población, aunque sólo afecte a
unos pocos. La famosa frase vamos por todo hizo clamar a una
multitud alborozada y asustar a una minoría angurrienta. Y quedó grabada a
fuego en todos, los que la toman como un faro hacia el país soñado y los que la interpretan como un impedimento para
retornar a las pesadillas de antaño. El vamos
por todo no significa que hordas de desharrapados correrán por las calles
saqueando mansiones ni que se estatizará a mansalva la actividad privada.
Tampoco que se adoctrinarán las mentes argentinas con un 678 en Cadena Nacional
ni se hechizará a los ciudadanos con alucinógenos en el agua corriente. El vamos
por todo es esto: conquistar la dignidad de la mayoría a fuerza de limitar
los privilegios y apetencias de una minoría enriquecida. Por eso sus
exponentes se resisten ante cada anuncio y convocan a su tropa de bufones y
cancerberos para organizar la resistencia. Entonces, bufones y cancerberos salen a vociferar por los medios sobre los
peligros que se vienen. Así surgen los caceroleros: individuos cargados de
odios y prejuicios que basan su educación civil en los contenidos de los
medios agoreros. Quejosos, insatisfechos, indignados por lo que se niegan a
comprender pero siempre dispuestos a ser
carne de cañón para defender los más peligrosos intereses.
Cada
tanto, estos sujetos necesitan una catarsis y se concentran en lugares
neurálgicos para desplegar su liturgia protestona. El abanico de demandas es tan diverso que es imposible convertirlo en
representación. El listado es tan caprichoso que carece de coherencia y tan
extenso que ninguno de ellos podría recitarlo completo. Eso sí, abundan los
gritos destemplados y los contraídos rostros. Enojados por todo y atraídos por nada. Tan amplio es su descontento
que cualquiera podría caer en la volteada. Pero no: sólo Cristina y su pandilla de chorros aparecen como
culpables de todos sus males porque a
eso apuntan los contenidos que consumen. El cepo al dólar, la corrupción,
el autoritarismo, la inseguridad, la inflación son las excusas para meter bulla
en la tarde urbana.
En
unos días saldrán otra vez a la calle. Los que alientan esta nueva
manifestación estarán expectantes porque de ello depende… no se sabe qué. Si las usinas de estiércol preparan este
clima es sólo para amplificar un éxito inexistente. Para convencer a su
público de un descontento creciente que no es más que un deseo. Para facilitar
el camino a alguno de sus candidatos. Todo
para defender a los que siempre se han beneficiado con nuestras crisis; a
los que se han enriquecido con el crecimiento de estos años; a los que aprovechan
cualquier distracción para llenar sus arcas. Caceroleros que se creen
esclarecidos y civilizados, pero están
tan confundidos que terminan siendo funcionales a los evasores, especuladores y
fugadores que nos perjudican a todos. Y que no ven la hora de recuperar el
poder.
Me gustó mucho, muchísimo!!!!
ResponderBorrarLa analogía de : las generaciones intencionalmente adormecidas con la leyenda de la cigüeña, fué clara y afortunada, absolutamente ejemplificadora.
Me quedó una duda, y porque conozco tu estilo impecable, tengo la seguridad que soy yo la que no entendió la elección de la frase: "el listado choripanero"..No porque dude sobre tus conceptos al respecto, sino porque tales logros no merecen ser catapultados con definiciones degradantes en ninguna circunstancia ..Ni siquiera en la ironía .
.. Un abrazo fuerte amigo Gustavo.
En este caso adopto el lenguaje denostador de la oposición. Además, es lo que nosotros reivindicamos como logros y conquistas. Por eso puse el listado choripanero, como identifican ellos estos avances. Lo pensé mucho, por eso lo puse en cursivas, para que se note la ironía. Además, el listado tiene como objetivo recordar los logros, que no son pocos y que no alcanza con un par de líneas para recordarlos
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