La
oposición al Gobierno Nacional se encuentra muy presionada y parece cada vez menos capacitada para responder a las
demandas de un sector considerable de la sociedad. Pero las más duras
exigencias provienen de los medios hegemónicos, voceros indiscutibles del establishment. Los periodistas no dejan
de reprochar, apretar y hasta insultar a los que pretenden conquistar la
presidencia el año próximo. Algo que no se entiende, si se están oponiendo muy bien: no aceptan nada de lo que proponga el oficialismo y se ausentan hasta
la obscenidad a las sesiones del Congreso. Una deslegitimación insólita
hacia el mandato popular. Y en el colmo de la obediencia, basan sus críticas –por llamarlas de algún modo-
en los ya increíbles titulares de Clarín y La Nación. Sus rechazos también
están fundamentados en los editoriales alucinantes que se publican en esos
decadentes pasquines. Por obedecer las
angurrias destructivas de los integrantes del Círculo Rojo, como nunca, le dan
la espalda a los que votaron por ellos.
Un
dato interesante es el extraño caso
del 13N, el cacerolazo que se venía organizando desde algunas semanas atrás
pero fue suspendido hace un par de días, aunque
finalmente se realizó con minúscula concurrencia. Por lo que parece, el
bombardeo permanente de denuncias, exageraciones y augurios nefastos no resulta
tan efectivo. Esta manipulación
constante ya no se convierte en indignación descontrolada y destituyente. El sainete que se
representa en la escena política ya no despierta el interés de los
espectadores. El público se aburrió de la
absurda coreografía de los principales dirigentes, de los cambios de
pareja, de los diálogos incongruentes. Estos eternos candidatos que pretenden
conquistar voluntades, apenas logran
alimentar las esperanzas de una minoría prejuiciosa y avarienta. El resto
de los que no acuerdan con el kirchnerismo ha quedado huérfano de toda
representación. Eso es lo que exigen con
la indiferencia: una alternativa de gobierno para el 2015.
Y
el oficialismo también presiona a la oposición, pero invitando a sus exponentes
a la coherencia, a la responsabilidad, a la autonomía ideológica. A que abandonen la funcionalidad permanente
a los intereses del Poder Fáctico, algo diferente a lo que están haciendo.
El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, consideró en estos días que los
adversarios políticos no tienen objetivos y en eso se equivocó. El único
proyecto que pretenden llevar adelante es erradicar
al kirchnerismo del futuro, aunque
eso signifique la restauración del
modelo de país que tanto daño nos ha hecho en los noventa y a principios de
este siglo.
Si
la oposición está confundida es porque las órdenes que reciben sus integrantes
son enloquecedoras. Claro, con periodistas que actúan como directores de orquesta desde sus espacios mediáticos no
se puede esperar otra cosa. Para antología quedará el histriónico exabrupto de
Jorge Lanata, cuando en Radio Mitre vociferó que “la oposición no junta un balde de bosta”. Algunos de los aludidos llegaron a pedir disculpas al aire pero otros se sintieron ofendidos
por haber sido considerados como estiércol. Los demás formadores de opinión
tratan de instalar la idea de que mientras el Gobierno gobierna, los opositores
están en “la luna de Valencia” y
demás originalidades. ¿Qué quieren que hagan estos extraviados políticos más de
lo que están haciendo? ¿Acaso que
organicen un golpe de Estado, para sacarse de encima a Cristina y su pandilla?
Si ya abandonaron sus convicciones, su historia, su rumbo y hasta la poca dignidad que les quedaba.
Parece que también quieren que pisoteen los
principios democráticos en defensa de
la Democracia. Y eso ya es demasiado, además de peligroso.
Cómo entender la política sin perecer en
el intento
Esta
última idea puede confundir al lector. Desde la asunción de Raúl Alfonsín, en
1984, el sistema democrático se ha consolidado y casi nadie duda de que su continuidad esté garantizada. El principal
daño lo han producido los gobiernos que traicionaron el mandato de las Urnas:
Carlos Menem y Fernando de la Rúa, que optaron por aplicar un plan en beneficio de una minoría acaudalada. Si las
experiencias se convierten en aprendizaje, los argentinos no deberemos dejarnos
engañar más con generalidades. Un nuevo Nunca
Más surge de estas líneas: la
Revolución Productiva y el Salariazo se han convertido en los caramelos más
amargos que hemos saboreado. El cinismo condujo al Infame Riojano a una
confesión burlona: si anunciaba lo que tenía en mente hacer, no lo votaba
nadie. Lo que atenta contra la
democracia es que algunos candidatos atiendan ese consejo tan monstruoso.
No
hace falta ser un iluminado para entender que Mauricio Macri nunca podrá conducir
un proyecto de mayorías. Con coherencia
electoral, no debería recibir más de un diez por ciento de los votos. Quien
crea que con él las cosas estarán mejor para todos, está severamente confundido. Su impronta es clasista y su norte,
una sociedad de castas, donde la
movilidad social sea inexistente y la Soberanía, una grandilocuente
palabrita para recitar en fechas patrias. Sergio Massa, con su estilo de
predicador campechano, está agotando su incidencia. De tan demagogo, resulta
empalagoso. Más que un timonel, no será
más que el servil mayordomo de un amo siniestro. Los demás, candidatos de
un progresismo desdibujado, abandonado hace tiempo, sólo prometen ser los felpudos de una minoría avarienta.
Nuestro tránsito democrático desde el fin de la dictadura ha superado muchas dificultades, pero también ha cambiado sustancialmente la vida de los argentinos. Y para mejor, por supuesto. Sin embargo, queda pendiente un aspecto que aún actúa como una espada sobre nuestras cabezas. Si bien en estos años los gobiernos K han logrado una sustancial distribución del ingreso, todavía falta mucho para alcanzar la equidad. Y esto no es por ineficacia de gestión, sino por la feroz resistencia de los que más tienen. Lo que la democracia no ha democratizado plenamente es la economía.
Nuestro tránsito democrático desde el fin de la dictadura ha superado muchas dificultades, pero también ha cambiado sustancialmente la vida de los argentinos. Y para mejor, por supuesto. Sin embargo, queda pendiente un aspecto que aún actúa como una espada sobre nuestras cabezas. Si bien en estos años los gobiernos K han logrado una sustancial distribución del ingreso, todavía falta mucho para alcanzar la equidad. Y esto no es por ineficacia de gestión, sino por la feroz resistencia de los que más tienen. Lo que la democracia no ha democratizado plenamente es la economía.
Y
esto no significa más que ponerla al servicio del bienestar de los ciudadanos.
Si no es así, la economía es destructiva, como podremos comprobar con sólo
echar una ojeada al mundo. Por primera vez en mucho tiempo, disfrutamos la
experiencia de un Estado que, en defensa de la mayoría, se enfrenta a las
corporaciones, las contiene, las regula. Aunque, a gusto de este escriba,
con demasiadas contemplaciones. Sobre algunos personajes oscuros habría que
caer con todo. No sobre el que piensa distinto, como recitan a diario y
en cadena nacional los comunicadores hegemónicos, sino sobre los que, con su accionar avariento, ponen en jaque nuestra
vida cotidiana. Formadores de precio, especuladores, estafadores, evasores
y fugadores forman parte de este grupete y más merecen perder lo que tienen que seguir operando para multiplicar su
repugnante acumulación.
Tanta
preocupación por la inseguridad y salen a cacarear por los allanamientos que
los organismos de control han realizado en las cuevas financieras, donde la timba impide profundizar nuestro
desarrollo con inclusión. Esos que se dicen periodistas consustanciados con
la gente, que claman por la cabeza de
un carterista, pero recitan alabanzas
hacia los grandotes que saquean millones
de un solo manotazo. Esos que protestan por el tamaño del Estado benefactor
porque añoran los gobiernos cómplices de antaño. A eso apuntan con sus diarias
intervenciones: a someter la democracia a
los intereses patricios o destruirla para siempre. Y esto es lo que debe
orientar nuestros pasos: la
consolidación de un Estado que nos conduzca hacia ese país que casi tenemos al
alcance de la mano.
Muy Buen artículo Gustavo !!! Agregaría que si hablamos seriamente de "Oposición",debemos ponerle nombre y apellido...Sí,el verdadero opositor es Héctor Manegtto (usando a sus títeres de turno,claaro) .Fue contundente la Confesión de Rodriguez Saa (q parece haber pasado sin pena ni gloria) de las "órdenes" q recibió de Mafietto,teniendo q Renunciar a la Presidencia por negarse a "ellas",siendo sucedido por kien sí "acató las órdenes del Padrino y las Ejecutó!!! Me refiero a otro Mafioso > Eduardo Duhalde,el Zabeca de Banfield !
ResponderBorrarCoincido con vos Gustavo,en q hay q caerle con todo a los Corruptos,Estafadores, Desestabilizadores Seriales,etc;pero hasta q no se Democratice la Justicia y existan Jueces q venden su Alma,hasta por unas "vacaciones en Miami",va a ser Difícil :( No olvidemos q la Justicia es de las Corpos Más Duras de Roer !!
No importa. Hay que seguir insistiendo. Esta vez no podemos dejar que nos vuelvan a derrotar. Ya acumulamos demasiada experiencia sobre nuestras espaldas y sabemos lo que está en juego. El vamos por más debe ser un desafío y no sólo un lema glorioso
ResponderBorrarTal cual ! Elijamos Seguir Haciendo,q éso es lo q cuenta realmente. Ya se les va a terminar !!!
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