Mauricio
Macri aspira alcanzar la presidencia, pero no da en la tecla con el modo. Sus
asesores serán expertos en marketing pero desconocen historia, geografía,
economía y muchas disciplinas más. También
desconocen la ética, por lo que no dudan en engañar al posible votante del
partido amarillo. Unas semanas atrás, el equipo de campaña del PRO envió
millones de mails con un mapa de Argentina con unos cuantos países adentro:
Alemania, Nueva Zelanda, Israel, Japón, Noruega, Finlandia, Singapur y los
Países Bajos. Según el manipulador texto,
estas naciones son más pequeñas que la nuestra pero tienen un mayor desarrollo.
Primero, no dan las cuentas. Ya se sabe que Macri exuda un profundo orgullo patriótico,
pero no somos tan extensos como para que
quepan todos. Y segundo, preguntar por qué, a pesar de la extensión y
riqueza de nuestro territorio, no estamos
a la altura de esos países puede resultar perjudicial para sus amigotes del
Círculo Rojo. Más claro: si no fuera por
la jauría empresarial que opera en nuestro país, estaríamos mejor que todos
esos países juntos.
Si
tuviera buena memoria, recordaría que la empresa de su familia se benefició en
dos oportunidades con la estatización de pasivos privados, por lo que su millonaria deuda en dólares la
estamos pagando entre todos. No es el único caso, por supuesto. Durante la
dictadura, muchos empresarios engrosaron sus fortunas de manera ilícita gracias
a estos mecanismos. Enormes sumas que
descansan en cuevas financieras internacionales. Si, al menos, las hubieran
invertido en el país, la estrategia desalentadora del candidato no tendría
sentido. Y si muchos de ellos dejaran de especular, evadir y fugar podríamos
alcanzar el desarrollo tan anhelado por el Alcalde porteño. Por lo tanto, lo
que Macri sugiere con su ingenioso mapita, más
que una crítica a la nada, debería proponerlo como autocrítica. Autocrítica tanto
de clase como personal, por supuesto.
Si
la memoria le falla, la Historia podría aportar lo suyo. La
institucionalización del país, comenzada en el último cuarto del siglo XIX, se basó en la desigualdad, la explotación
rentística y la sumisión al Imperio Británico. Una aristocracia parasitaria
facilitó el saqueo, con la correspondiente tajada y algunos mimos más. Y así
continuó, con algunas experiencias auspiciosas que fueron aniquiladas desde la
raíz. Los golpes de Estado y la
democracia condicionada fueron la constante durante gran parte del siglo XX,
orquestados por esa clase minoritaria y acaudalada. Ideólogos y
beneficiados. La dictadura iniciada en el ’76 fue la última en todo sentido, y,
aunque el retorno a la democracia prometía muchas cosas, la avaricia de los patricios no permitió su concreción. En 2001
todo estalló y parecía que nada podía salvarnos. Por lo tanto, el cuestionado desarrollo de nuestro país
es culpa de los modelos que el Ingeniero reivindica: el Granero del Mundo, la
dictadura y el neoliberalismo. Y esto no es una suposición, sino que lo ha
dicho muchas veces.
Un poco de presente nunca está de más
También
ha manifestado en varias ocasiones su fastidio por la mirada histórica. Para algunos
resulta aburrida pero para Macri y
muchos como él, también puede provocar incomodidad. Entonces, miremos el
absoluto presente. A principios de año, la
especulación de dolaradictos y agroexportadores forzó una devaluación de la
moneda. La disparatada carrera de los precios genera una inflación
artificial y ganancias extraordinarias para los empresarios dominantes. Cuentas
no declaradas en Suiza indican una fuga de capitales y evasión monstruosa. Automotrices
que se niegan a vender coches y suspenden o despiden operarios. Esto también impide el desarrollo de
nuestro país y es la operatoria a la que están acostumbrados los acaudalados
criollos.
En
estos días, el Gobierno denunció maniobras de subfacturación de exportaciones,
sobrefacturación de importaciones y manipulación de precios de transferencia para evadir el pago de impuestos.
Procter & Gamble, General Electric, Maltería Pampa (Quilmes y Brahma) y
otras empresas están involucradas en
estas trapisondas. Según los investigadores, durante 2012 estos
procedimientos significaron una fuga de
más de 13ooo millones de dólares, el nueve por ciento del comercio
exterior. Cuántas obras de infraestructura podrían hacerse con esta suma si en lugar de amontonarse en cuentas fantasmas
estuviera a disposición de todos nosotros, como debe ser.
Pero
hay otros casos, más cotidianos y no tan grandilocuentes que muestran por qué nuestro desarrollo es lento y dispar.
En agosto, la imprenta norteamericana Donnelley –con parte de su capital de
origen buitresco- presentó la quiebra, denunciada
como fraudulenta por CFK. No es para menos, si en los papeles y en las
cuentas no hay problema alguno que sugiera tal desenlace. Ahora la empresa está
en manos de los trabajadores y el Congreso bonaerense se apresta a decidir la
expropiación, algo demasiado generoso
para empresarios tan inescrupulosos.
Mientras
tanto, otra provincia tiene sus contiendas con un supermercadista rebelde. En
Santa Fe, Coto resiste con todo su poder
de fuego una ley que garantiza el descanso dominical de los mercantiles. La
primera reacción fue la suspensión de 200 trabajadores con la excusa de que
perderían dinero por no poder abrir los domingos. Si todavía la ley no está vigente, ¿por qué los suspende ahora?
¿Por precaución o como extorsión? Y mientras se trataba el proyecto en el
Congreso provincial, una patota contratada apedreó el edificio provocando
serios destrozos. Un empresario así, ¿no
merece perder todo por atentar contra la democracia? ¿O eso contribuye al progreso
del país que Macri sueña?
Entonces,
la calidad de nuestro desarrollo no depende de su extensión, sino de la calaña empresarial que
siempre ha buscado apropiarse de nuestro potencial de manera despiadada. En
lugar de jugar con rompecabezas geográficos, los ideólogos del PRO deberían
abandonar estos argumentos malsanos y llevar
la mano invisible lo más cerca que
puedan del corazón. Ellos saben que el problema que plantean no es culpa
del kirchnerismo, sino que viene de mucho antes. Pero no pueden decirlo porque sería cuestionar el ideario que quieren concretar
de llegar a ser gobierno. Por eso les conviene más mostrar una foto –distorsionada,
desenfocada- que exhibir la película completa. El país que Macri pergeña podrá
traer sin dudas un enorme desarrollo, pero
no para la mayoría, sino para esa minoría que siempre se ha enriquecido a
costa de saquear las riquezas y comprimir nuestros bolsillos. A ese país ya no queremos volver, por más mapitas
pintorescos que nos pongan.
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