Este agitado año electoral
promete ser inolvidable. “A río revuelto,
ganancia de pescadores”, dice un conocido refrán. Pero es bueno recordar
que cuando el agua se remueve, la
suciedad del fondo sale a la superficie. Por eso, reaparece Carlos
Reutemann desde las sombras de una banca de senador que, en los últimos años, no ha aportado nada a la sociedad. Nada
de nada. Porque por lo menos, en 2008 se sumó a los intentos destituyentes de
los estancieros y rompió con el kirchnerismo que lo había llevado al Congreso. Traidor es poco. Desde entonces, se
mostró esquivo para los micrófonos, aunque reaparecía
cada tanto para exponer los dientes y salpicar un poco de su venenosa saliva.
Ahora parece que quiere morder, aunque no le dé la dentadura. Después de
algunos coqueteos con el massismo, decidió
sumarse a la restauración más cruel: el PRO será la fuerza no-política que,
además de incorporar cómicos, deportistas y modelos, resucita a uno de los exponentes de nuestro peor pasado.
En verdad, cuesta explicar el
porqué de la trascendencia política del siempre segundo corredor de F1. No se
entiende por qué su presencia parece tan importante. Hace unas semanas, la codiciada María Eugenia Bielsa desechó la candidatura a gobernadora de
Santa Fe porque el peronismo local se negaba a incluir a Reutemann, con la
superficial idea de la unión, que termina siendo un amasijo de posiciones inconciliables. La diputada más votada en
2013 sacrificó una victoria segura a la gobernación para defender a este nefasto
sobreviviente de los noventa. ¿Alguien puede aclarar qué le ven a un individuo
tan insulso? Que Macri lo valore es
coherente, pero que quien se identifique con el FPV intente sumarlo -sabiendo que optará por la traición- no
tiene ni pies ni cabeza.
Como acostumbra, el ex
gobernador santafesino destiló críticas
inconsistentes hacia el Gobierno Nacional. Aquí es pertinente abrir un
paréntesis. Ya estamos acostumbrados a las infundadas denostaciones de
políticos, periodistas y extras de la
oposición, a la vez que exigen una autocrítica por parte de las autoridades
nacionales y sus simpatizantes. ¿Por qué
tenemos que rasgarnos las vestiduras por unos pocos errores si ellos no son
capaces de reconocer algunos logros, más allá de la AUH y un par de cosas
indiscutibles? ¿Por qué tenemos que
autocriticarnos si ellos nunca abandonan la postura criticona?
Reutemann se convierte en un
personaje que decidió en qué letrina
acomodarse. En declaraciones radiales, expulsó sus peores producciones
intestinales: “se está armando una
ingeniería para que al que venga le resulten las cosas muy complejas”. Un galimatías
cargado de estiércol, muy propio del que debe estar en contra sin saber bien por qué. La expresión
inconfundible de un cacerolero más o paragüero, de acuerdo a las
características de la última marcha opositora. Para explicar su salto político, confesó sumarse “al proyecto de alguien que tiene ganas”. ¿De qué tiene ganas Macri? ¿De cuadruplicar
la deuda en dólares, como ha hecho en la CABA? ¿De eliminar de un plumazo los diferentes programas que suavizan la
desigualdad? ¿De privatizar todo lo que el Estado ha recuperado en estos
años? ¿De congelar salarios y jubilaciones para que crezca la riqueza de los
que más tienen? ¿De facilitar los más
suculentos negocios a sus oscuros amigotes?
Sin
lugar para la tibieza
Quien salió a criticar esta
jugada poco sutil fue Daniel Scioli. Sin dudas, sorprendió bastante, pues
estamos acostumbrados a la ausencia de énfasis, a sus sonrisas en Clarín pero expresión de incomodidad en los actos de
Cristina. Pero esta vez, mostró la camiseta. “En la Argentina están dadas inmejorables condiciones para seguir
creciendo”, reconoció, contra todo lo que afirman los agoreros, porque es “un
país desendeudado, reindustrializado, con una matriz productiva basada en
los alimentos, con la posibilidad de
alcanzar la soberanía energética”. Y, envalentonado como nunca, desafió
a “los que hablan todo el tiempo de
cambio” a que expliquen qué quieren
cambiar porque “entre los cambios
está la marcha atrás y los argentinos no necesitamos ni retroceder ni empezar siempre de nuevo, necesitamos avanzar”.
Este, por supuesto no es un
mensaje destinado sólo a Macri y su reciente incorporación. Todos los candidatos opositores afirman que
la situación es desastrosa y lo que se necesita es hacer todo de nuevo. Ni
todo es un desastre ni hace falta empezar de cero. En Berazategui, CFK aseguró
que “los próximos gobiernos van a tener
que seguir haciendo cosas porque les
vamos a dejar un país mucho mejor” que
el que recibió Néstor Kirchner. Sinceramente, sería una pena que alguno de
los paracaidistas de la oposición aterrice en la Rosada para desplegar los estragos que ya hemos
conocido en otras décadas.
Si no hemos podido avanzar como
nos merecemos es por la resistencia del Poder Económico, que desatiende las
iniciativas del Poder Político, el único que podemos elegir con nuestro voto. Si no fuera por la complicidad de algunos
jueces con esa minoría, estaríamos mucho mejor. Sólo para refrescar la
memoria: un abanico de cautelares protege al Grupo Clarín para cumplir la ley
de SCA; otra cautelar frena la expropiación del predio que usurpa la Sociedad
Rural; el juez Ercolini tiene
embalsamada la causa Papel Prensa; el fiscal en miniatura no revisó una
línea de la causa del lavado de dinero; la reforma del Consejo de la
Magistratura fue vetada por la Corte Suprema de Justicia, algo que no puede hacer; además, los jueces contribuyen a que las
grandes empresas no paguen las multas que la Secretaría de Comercio impone a
los abusos y contravenciones. Los jueces
deben estar para garantizar el cumplimento de las leyes, no para ser cómplices
de estos delincuentes.
Después, estos jueces se enojan
cuando La Presidenta habla del Partido
Judicial. La Asociación de Magistrados respondió a la carta de CFK
asegurando que “el Judicial no es un
partido, sino un Poder del Estado”. El
único con miembros a perpetuidad, exentos de impuestos y control patrimonial y
que no se someten a elección popular, ni siquiera de manera indirecta. Encima,
con un puñado de hipócritas que ya están quedando en evidencia. Esos que
integran casi una logia mafiosa con los grandes empresarios, advierten que
estamos ante “un vulgar –no por eso menos
peligroso- intento de presión y condicionamiento”. Si serán caraduras estos
muchachos. Como si las presiones no
vinieran de Comodoro Py, el brazo ejecutor de los condicionamientos del Círculo
Rojo al Gobierno Nacional. Y para coronar esta muestra de hipocresía, agregan que “no cabe sino repudiar el discurso maniqueo que, bajo la apariencia de
denunciar divisiones, en realidad pretende generarlas”.
No, señores. Ya no nos engañan.
La división ha existido desde siempre y
es imposible de superar. De un lado están los que quieren gobernar en su
propio beneficio dejando desamparada a la mayoría, como han hecho tantas veces.
Y del otro lado estamos nosotros, los
que queremos que nuestro país nos incluya a todos. Como expresó CFK en
Berazategui: “lo más importante, más allá
de los logros de este gobierno, es haber
recuperado la esperanza y la ilusión de que millones de jóvenes creen que es
posible desarrollarse, crecer, trabajar, estudiar y progresar en su patria”.
Pero ellos, los que hablan de la grieta, se han convertido en un estorbo y mientras más se amontonan, más fácil será
apartarlos de nuestro camino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario