Algunos dicen que la
historia se repite. En realidad, hay
tipejos que se empecinan en copiarla de la peor manera. A mediados del
siglo pasado, el radicalismo ya ha vivido episodios similares a los que
atraviesa hoy y por lo que parece, la
reacción de sus autoridades será exactamente la misma. En aquel entonces
eran los jóvenes de FORJA los que vieron en el peronismo la continuidad de las
banderas de Yrigoyen; hoy son los
integrantes del Movimiento Nacional Alfonsinista los que ven ese camino en el
kirchnerismo. Tanto ayer como hoy, se produce la misma tensión en ese
partido: unos se quieren aliar con los conservadores y otros, no; unos, por conveniencia electoral y los
otros, por coincidencias programáticas. Tanto en aquel momento como ahora,
los dueños temporales del partido
apelan a la expulsión de los rebeldes, aunque
para eso deban abandonar los ideales del partido centenario. ‘Radical’
significa revolucionario, no restaurador. Pero Ernesto Sanz y su banda le han
servido en bandeja la posibilidad de conquistar la presidencia al mejor
exponente del establishment. Esto no quiere decir que Macri se convertirá en un
Presidente Amarillo, pero estará cerca de ello. Y eso es demasiado para alguien que promete ser muy nocivo para los
intereses mayoritarios.
Ernesto Sanz, convencido
de que la decisión tomada en Gualeguaychú es la mejor para el futuro del país,
consideró que “Moreau es un dirigente que
supo ser un dirigente radical, que hace
rato tomó otros rumbos. Hace muchos años, él junto con algún otro grupo
pequeño, tomó el camino de acercarse y formar parte del proyecto del Gobierno”.
En cambio, Moreau imputó a Sanz de “cambiar el eje de la discusión” y evaluó su reacción como “una respuesta muy pobre frente al proceso
político de gran riqueza que se está generando en la Argentina”. Y explicó
que resolvieron “una alianza estratégica
con el Frente para la Victoria, un programa
común, un proyecto de país”. En este cruce no hay reproches al estilo
de Pimpinella, sino la puesta en
evidencia de los dos modelos en pugna: el
retorno al neoliberalismo o el avance hacia un país más inclusivo.
Por supuesto, que en los
planes de Sanz tampoco caben los encontronazos con el establishment. Al
contrario, el candidato opositor que aglutina las preferencias -Macri- ya ha
dejado en claro de diferentes maneras que será un gerente de los intereses del
Círculo Rojo. Liberar el dólar, eliminar las retenciones y el impuesto a
los altos ingresos serán sus primeros pasos. Aunque también anuncia achicar el
gasto público, prometió mantener la AUH sin especificar de dónde sacará los
recursos. Para que no queden dudas de
los intereses que defenderá, anticipó en varias ocasiones y en muchos
idiomas que eliminará o revisará la LSCA para garantizar la libertad de
expresión; lo que significa, ni más ni menos, mantener la vocinglería embrutecedora y constante de los medios
hegemónicos: sólo así podrá convencer a los votantes.
Buenos motivos para enamorarse
Muy lejos de estos
servilismos, el ministro de Economía, Axel Kicillof presentó en estos días un
par de definiciones importantes, una a
nivel local y la otra, internacional. Primero, cuestionó con dureza los
pronósticos agoreros realizados por los economistas Miguel Ángel Broda, Carlos
Melconian y José Luis Espert. Estos tres personajes, más que analistas desinteresados son operadores del Poder Económico.
Quizá por eso, Kicillof sentenció que “viven
dentro de un termo”.
Estos tres mosqueteros
de la economía –hay otro trío famoso, pero resultaría agresiva la comparación, aunque más apropiada- fueron los
disertantes estrella de un almuerzo organizado por el Consejo Interamericano de
Comercio y Producción, que encabeza Eduardo Eurnekián. Allí desplegaron un ideario que, de aplicarse, no beneficiaría en nada
a la mayoría: además de los recortes al gasto
público, también propusieron la
liberación del comercio exterior, eliminación de subsidios a los servicios
públicos y de las negociaciones paritarias. Beneficios y privilegios para los más grandotes y penurias para los
medianos y pequeños. Y, como no podía ser de otra manera, la exigencia de
un Estado mínimo para habilitar un
despiadado saqueo.
¿Y todo esto para qué?,
preguntará el lector. Para hacer frente
a una imaginaria crisis que hace mucho que anticipan pero nunca llega. “Pronosticaron una crisis por año, una
hiperinflación cada tres y una hiperdevaluación cada cuatro y no pasa nunca
nada de lo que dicen”, graficó Kicillof con algo más que ironía. Según el
funcionario, estos expertos “apoyaron todas las políticas liberales
que se llevaron adelante en la Argentina, fueron los intelectuales orgánicos
del neoliberalismo económico y cargan en sus espaldas tantos pronósticos fracasados como fracasos económicos”. Y, con
contundencia, sentenció: “ya tuvieron su
momento y les fue mal”. No sólo a
ellos, sino también a nosotros. Sobre todo a nosotros.
Pero el funcionario no
se quedó con los cuestionamientos a los agoreros internos. Además, se acordó de
los externos, encarnados en las
calificadoras de riesgo que nos acosaron a principios de este siglo con el
riesgo país, un número que se difundía a diario para reflejar lo cerca que
estaba la espada imperial de nuestras
cabezas. “Las agencias calificadoras de
riesgo son una amenaza para la banca de
desarrollo y el financiamiento de obras de infraestructura” denunció
Kicillof en las reuniones de Primavera del FMI y el Banco Mundial. Ante los miembros del BID y el G-20,
el Ministro destacó la necesidad de que la banca de desarrollo “desestime
los análisis de las calificadoras de riesgo privadas a la hora de evaluar
líneas de créditos” necesarias para obras de infraestructura.
Por si esto fuera poco para
la defensa de los intereses nacionales, en estos encuentros, por impulso del Gobierno y el apoyo de
muchísimos países, se pudieron delinear los próximos pasos “en la lucha contra el accionar especulativo de los fondos buitre y la búsqueda de
mecanismos de negociación que respeten
la soberanía de cada país”.
Mientras tanto, el PRO se mantiene ajeno a estos temas.
En Santa Fe, la más irresponsable burla: Miguel Del Sel divertirá a los
ciudadanos mientras sus expertos
diseñarán un ajuste para beneficiar al Poder Fáctico. Aún no es gobernador,
pero el cómico ya amenaza con eso y los docentes serán su primer blanco. La ficción invade la realidad para
convertirla en pesadilla. Pero a no asustarse: la ola amarilla no pasará de
la bota. Sólo la confusión puede convertir una propuesta de minoría en una
alternativa para la mayoría. En los meses que quedan por delante tendremos
que redoblar esfuerzos para pinchar todos los globos posibles para garantizar
un futuro para todos.
Del Sel es un idiota útil , funcional a los intereses del poder económico, pero...¿Y los que lo votan...?
ResponderBorrarAy, hermano, es un accidente histórico. Pero se puede revertir. La democracia es así. No siempre es concienzuda ni comprometida. Hace falta un debate entre los tres candidatos y medios locales más profundos y consustanciados con los intereses de la región.
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