El extraño caso de los votos escamoteados en Santa
Fe se ha convertido en un escándalo nacional. Difícil olvidar las promesas de
Hermes Binner –líder en retirada de la
fuerza gobernante de esa provincia- sobre
el país normal y la transparencia. Menos mal que se bajó de la campaña a la
presidencia cuando empezó a declinar su intención de votos sino, por este
episodio, ya sería inexistente. Algo diferente a lo que ocurre con el FPV que, además de los logros transformadores que
acumula en estos doce años de gobierno, deberá sumar el éxito obtenido con
el Bonar 2024. Y la gira de Cristina por Rusia contribuye a desterrar para siempre el absurdo mito agorero
del aislamiento del mundo.
En realidad, en las PASO santafesinas no hubo
acciones fraudulentas, tan sólo una
seguidilla de incidentes y torpezas. Imponderables extendidos, como la
ausencia generalizada de las autoridades de mesa, por lo que tuvieron que
ocupar ese inestimable lugar desprevenidos
e inexpertos votantes. “Se hace
camino al andar”, cantaba Antonio Machado, aunque las improvisaciones, en estos casos, no son tan bienvenidas. Torpezas
de los inexpertos que confeccionaron mal el telegrama con los resultados, que
confundieron columnas, que pusieron ceros donde había cifras más sustanciosas. Torpezas de los expertos que volcaron como
totalidad la parcialidad recibida. A esta insólita cadena de desastres se
sumó la premura de los ansiosos por festejar una contundente victoria que hasta
ahora no es tal. Una cadena de
calamidades que se sumará a los opacos antecedentes socialistas de la Invencible provincia.
Más allá de
todo esto, el proceso electoral en la bota
deja un sabor ácido en los corazones. Algunos pensábamos que no se repetiría
esa parodia política de 2011, cuando por unos minutos, Santa Fe tuvo a Miguel Del Sel como gobernador; que los votantes no
volverían a bromear de manera tan macabra con las cosas importantes; que la buena onda, la sencillez y la honestidad
no son suficientes para gobernar una
provincia; que los furcios del candidato revelaban oscuros pensamientos. Pero
a pesar de tener cuatro años para evaluar la decisión, otra vez el ex Midachi
se dio el gusto de soñar que su impronta
farandulera se instalaría en la Casa Gris y de agitar su cuerpo en un escenario
junto a un cauto Macri y un desconcentrado Reutemann. Esa foto debería alcanzar para descartarlo.
Pero cuestionar al votante no es pertinente. O sí,
pero no tanto. ¿Acaso los que eligieron a otros candidatos tenían en claro el
porqué de su opción? La mayoría debe
haber votado más por simpatías que por convicciones. O por antipatía, que
es más o menos lo mismo, aunque más
desagradable. En las semanas previas a la elección, no se percibía el
clima. Los medios de comunicación locales no dieron espacio a los debates
porque, en gran parte, son subsidiarios
de los humores porteños. Algo que debe pasar en todas las provincias que
viven pendientes de lo que pasa alrededor del obelisco y que conocen más a los candidatos a la jefatura
de la CABA que los postulantes a los cargos distritales. Un desafío para desterrar el colonialismo unitario y
profundizar la construcción de una verdadera cultura federal.
La búsqueda del origen
No es
exagerado decir que, a pesar del agua que ha pasado bajo el puente, la mirada de una minoría trata de imponerse
a todos los habitantes del país. La realidad que se cuenta desde los medios
dominantes malogra el ánimo de un número considerable de argentinos. Lo muy malo se inventa, lo apenas malo se
exagera y lo bueno se tergiversa. No todo, por supuesto. Sólo aquello que
tenga relación con Cristina y sus
secuaces. Porque de la gerencia amarilla, por las dudas, no dicen nada de
nada. Si contaran sobre las falencias, estropicios y andanzas de los
funcionarios PRO, Mauricio Macri no
tendría una imagen positiva tan inmerecida.
Pero, a pesar del estiércol que arrojan a diario
sobre las mentes criollas, CFK será la primera ocupante de la Casa Rosada en terminar su mandato con una valoración
considerable. Debería ser mayor, por supuesto, pero los prejuicios de una
porción de ciudadanos se alimenta con
las infamias mediáticas y el resultado es el cacerolero, un indignado perpetuo siempre dispuesto a regalar su
vocinglera colaboración. Un militante
exaltado por la negatividad que consume a diario, construida por los medios a
los que se somete. Su rostro irritado y contraído es impermeable a los
argumentos porque sólo está preparado para estar en contra, aunque no entienda bien por qué.
Durante todos estos años, una tropilla de periodistas, fabularios y analistas despliegan su profesionalismo e imaginación
para convencer a ese público que padecemos el
peor gobierno de nuestra historia en el peor país del mundo; que nadie nos
quiere, que estamos aislados del mundo y que no tenemos crédito en ningún lado;
que estamos peor que nunca en manos de
una pandilla de corruptos; que a
pocos pasos nos espera una crisis terminal por culpa del gasto público; que la
inflación galopante que succiona nuestros bolsillos sólo puede detenerse con las recetas que nos condujeron a la
ruina; que nos gobierna una dictadura que cercena la libertad de expresión;
que la inseguridad es más grave que la de un país bombardeado; que todo es un desastre gracias a Cristina
y si no estuviera ella estaríamos en el paraíso. Y, por supuesto, ese
público cree en todo esto.
Estos individuos desdeñan a los impresentables militantes de La Cámpora porque se movilizan por un choripán.
Ellos, en cambio, al ser más civilizados
se alimentan con titulares televisivos. Si desde las pantallas afirman a
cada rato que todo está muy mal, debe ser así. No van invertir tantas horas de
TV, toneladas de tinta y montones de kilohercios para propagar falsedades. La suspicacia parece inteligencia cuando se
combina con los prejuicios. Si los poderosos están disconformes, habrá que
creerles, pues por algo llegaron a donde
están.
Entonces, si desde esas usinas dicen todo esto será
porque nada bueno se puede esperar de los kirchneristas, aunque hayan rescatado a nuestro país del pantano en que nos hundieron
los que hoy se postulan como salvadores. Habrá que creer que nadie nos
presta un centavo, a pesar del éxito del Bonar 2025 y de los créditos recibidos
del BID y el Banco Mundial. Habrá que aceptar que nuestro país está aislado del
mundo, aunque formemos parte de
organismos regionales, multilaterales y globales; aunque nuestro comercio
exterior se relacione con casi todos los continentes; a pesar de que seamos
socios comerciales de gigantes como China, Rusia y Brasil. Habrá que aceptar lo
del fin de ciclo que se acerca, aunque
el proyecto nos enamore cada vez más y nos invite a soñar nuevos sueños. O
serán Ellos, los que se acurrucan del lado más oscuro de la grieta, quienes deberán reconocer, de una vez por
todas, que han estado siempre equivocados.
Gustavo: no es casualidad que le vaya bien a Del Sel. Acumula a su anterior base electoral, la porción gorila del socialismo (o sea, todo el socialismo) que se dio cuenta que los socialistas son una mentira y un desastre de gestión. Y a la presi no la quieren mucho, tampoco.
ResponderBorrarY, sí. Además, hay algunos que todavía piensan que la mejor manera de gobernar es desde afuera de la política. Algo inconcebible. En fin, confusiones heredadas de lo peor de los noventa.
BorrarTodavia hay gente que vota al que cree que va a ganar solo porque cree que va a ganar.No se si fui clara.
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