Este
país se volvió loco: radicales alfonsinistas escuchando el discurso de una
presidenta peronista. Y encima, aplaudiendo con evidente entusiasmo. Mejor
dicho, los locos son los que no
entienden este momento histórico y hablan de un fin de ciclo, aunque en
realidad, apenas es el comienzo. Tan locos que son capaces de cometer una
agresión tan torpe como la padecida por Víctor Hugo Morales en una calle que
debería ser pública pero permanece
apropiada por el Grupo Clarín. Tanto, que no comprenden por qué, a pesar de
las infamias, insultos y mentiras que se
difunden con forma de titulares o análisis de expertos, CFK mantiene una
creciente imagen positiva. Y más desquiciados quedarán cuando las urnas confirmen el rumbo iniciado en
2003.
No
es para menos, si del otro lado no hay nada. O sí, pero esa nada es el disfraz que encontraron para ocultar lo que pergeña el establishment
para el futuro del país. Sólo globos y palabras de ocasión, vaciadas de contenido y sin ardor.
Palabras que prometen una normalidad, que no es más que un retorno a aquel país
saqueado desde 1976 y que explotó en 2001. Si sus candidatos revelaran sus
planes de gobierno, no los votaría nadie y por eso siguen la treta del Infame Riojano que prometió lo ni se proponía
cumplir. De ahí que los postulantes hablen de cambio, de gestión, de un
país nuevo pero nada dicen de lo que van a hacer. Generalidades que serán como un caballo de Troya para la mayoría.
Promesas edulcoradas que sólo pueden encantar a quienes disfrutan de los engaños o se benefician con ellos.
Los
patrones ya olfatean que no van a poder recuperar el control del país pero
nunca dejarán de intentarlo. Si no pueden por las buenas, probarán por las
malas. Claro, ya no tienen a su disposición a las FFAA. En realidad, no les
queda ninguna fuerza, salvo una corte
servil de jueces, fiscales, periodistas y no mucho más que eso. Un ejército
diezmado que empuña sin convicción un vetusto
arsenal incapaz de producir daños considerables. La última bomba –la
denuncia de las cuentas de Máximo Kirchner y Nilda Garré- les explotó en la cara apenas lanzada. Cuentas que nunca
existieron, de acuerdo a la información del banco involucrado. Este fue el
último fracaso, que se suma a los anteriores. Tanta frustración sienten ante la
derrota a la vista, que la patoteada
de Clarín a Víctor Hugo y su equipo de producción parece uno de sus últimos
gestos de desesperación. Ya no es una
muestra de impunidad y poderío, sino de impotencia.
Iluminados por el fuego
Pero
este fracaso de los nostálgicos no es tanto por mérito propio. De este lado de
la grieta que ellos mismos han fabricado hay
un proyecto que, además de acumular logros, enamora en cada una de sus
decisiones. No es para menos, si de su mano estamos recuperando un país que
creíamos perdido para siempre. Trabajo,
nivel adquisitivo, sueños y desafíos ahora forman parte de nuestra
cotidianeidad. Tópicos que durante muchos años sólo fueron recuerdos de
tiempos lejanos: un bienestar que parecía habernos abandonado; banderas dejadas
a un costado del tenebroso sendero al que nos condujeron; utopías pisoteadas por la prepotencia de una minoría. Ahora eso
forma parte de un pasado del que estamos
huyendo sin olvidarlo hacia un futuro que nos espera con una fiesta de
bienvenida.
Lejos
de la complicidad que hemos conocido en las décadas más oscuras, el Estado de hoy está comprometido con las
necesidades de la mayoría, sobre todo de los sectores más vulnerables.
Esto, por supuesto, sin despojar de privilegios a la minoría más pudiente: tan sólo se pide a sus integrantes que contengan
sus angurrias para profundizar la inclusión. Mucha paciencia hemos tenido
en estos años, pero tengan en cuenta que ya se está agotando: el caso de las
garrafas de 10 kilos aparece como un buen ejemplo, aunque no es el único.
Mientras embolsaban los subsidios para mantener el precio de la garrafa social,
los distribuidores cobraban cualquier
cosa a los compradores o simulaban
desabastecimiento para obtener mayores ganancias. Ahora que los recursos
estatales están dirigidos a los usuarios, no
podrán especular más: en las últimas
semanas se aplicaron 50 multas y se decidieron clausuras por incumplimiento del
precio máximo de 97 pesos. Una muestra de la paciencia agotada, que los
adláteres interpretan como autoritarismo. Increíble:
consideran que la democracia debe
satisfacer la avidez de los poderosos, aunque eso perjudique el bienestar de la
mayoría. Una señal más del extravío.
Otro
signo de que no están con nosotros es la bulla inconducente de los medios
hegemónicos y el silencio ante temas trascendentes. Además de ubicarse siempre del peor lado, ocultan los logros y exaltan
los errores o, de ser necesario, los inventan. Nada publicaron en las tapas
de los dos diarios más vendidos sobre la estatización de Ferrocarriles
Argentinos, un símbolo del despojo y la
soberanía perdida; una herramienta de integración regional que comenzó a
ser aniquilada en los 70 y sepultada definitivamente en los 90, como no podía
ser de otra manera. Una ley que salió del Congreso con el aporte y el apoyo de todas las fuerzas políticas, hasta de los
opositores más encarnizados, salvo algunas excepciones. Incomprensibles y caprichosas excepciones.
Ahora
el tren avanza hacia el mañana que ya llega. Un futuro que no tendrá el principal protagonismo de los nostálgicos
del ajuste, porque esta nueva manera de pensar la política no lo considera
necesario. Una tensión entre dos miradas: una
individual, egoísta, destructiva; y la otra, colectiva, solidaria, inclusiva.
Dos posiciones contrapuestas que medirán sus fuerzas en unos meses, aunque el
resultado de este choque no es muy difícil de predecir: sería injusto que gane el exponente de los peores intereses. Ingrato,
también.
Pero
nada de eso ocurrirá, porque la fuerza gobernante se nutre de las mejores
voluntades. En el emblemático Parque Norte, un lugar con sabor a peronismo, los
radicales disidentes decidieron sumarse al kirchnerismo. Y produjeron una foto jamás pensada: Cristina aplaudida y alentada
por seguidores de Yrigoyen y Alfonsín. Cristina “no como Presidenta, sino como militante nacional y popular”. Banderas
y camisetas rojas y alguna boina blanca se agitaban de entusiasmo por ese
momento histórico. “Lo que define la
pertenencia no es un color ni la ficha partidaria –explicó CFK- sino “atreverse
a decirles no a los que te pisaron la cabeza toda la vida”. Y agregó: “nacional, popular y democrático significa incluir a cada vez más argentinos no en un partido o en un espacio
político, sino incluirlos a los bienes materiales y culturales a los que todos tienen derecho por sólo haber nacido
en este país, incluirlos al trabajo, a la educación, a la salud, a la
cultura”. Un ciclo que, lejos de terminar, como desean los malos adversarios y los buenos enemigos, apenas
está empezando. Un ciclo que, como expresó su conductora, entiende que “la política es, fue y seguirá siendo el
instrumento más adecuado para modificar la realidad en beneficio de las
mayorías populares”. Los que no
entiendan esto, inevitablemente, quedarán afuera de esta maravillosa película
que estamos protagonizando.
El pais por años y años viene necesitando que los que opinan y quieren una patria para todos, equitativa, progresista, justa y libre, en la que todos tengan las oportunidades de salud, trabajo y estudios garantizadas, que el progreso se llame a la independencia economica y libre de imperialismos. Es momento de esperanza y alegria este que estamos viviendo dizfrutemos y no bajemos los brazos jamas!
ResponderBorrarTus ultimos apuntes con clarisimos analisis de una realidad q x mi edad e historia no creia ya poder ver , el otro dia escribi gracias a la vida por ver rda cumbre de las americas y lagrimear c cada discurso de Correa a Evo pasando x Raul.Castro y CFK , a convencion radical ,Kicillof en el G24 el triunfo en Salta...y del otro lado la agresion a VHM,la carta de lewcowicz y el triste debate de los tilingos delincuentes me llena de esperanza Abrazo
ResponderBorrarjpierantoni