miércoles, 1 de abril de 2015

El miedo de los gigantes



En tiempos electorales, todo contribuye a la campaña. A veces, con acciones y otras, con operaciones. Acciones buenas y operaciones siempre nocivas. Aquí y en todas partes. En el Primer Mundo y en el décimo quinto. El martes 24, mientras millones salíamos a las calles para conmemorar un nuevo aniversario del golpe del ’76, la Corona Británica nos convertía en una amenaza para nuestras islas Malvinas. La misma sorpresa que se llevaron los venezolanos hace unas cuantas semanas. Los gigantes temen a los pequeños. Un cambio de época que no hay que desatender. Los ingleses imitan a los norteamericanos y recurren a ficciones para asustar a sus votantes. De paso, incrementar los gastos en defensa y complacer a los fabricantes bélicos, verdaderos patrones del mundo. En estas tierras también hay patrones que quieren volver a gobernar. Y, en plena batalla, envían sus tropas para debilitar al Gobierno que consideran su enemigo, aunque para ello deban pisotear la democracia en su conjunto.
Como si fuera un espectáculo de variedades, los integrantes del Círculo Rojo ordenan qué número debe salir a escena para entretener a una parte de la sociedad. En virtud de que los candidatos todavía no están listos para la campaña que se avecina y que los fiscales están un poco agotados con tantas acrobacias, les tocó el turno a los trabajadores con elevados ingresos. Aunque son pocos, hicieron mucho ruido y lograron impedir que muchos asalariados con menores retribuciones puedan asistir a sus lugares de trabajo. Una especie de paro obligatorio que afectó la circulación y en algunos casos, se llegó a la violencia para simular una adhesión masiva. Los piquetes, que a comienzos de siglo eran símbolo de la resistencia al neoliberalismo, el martes parecían funcionales a su restauración. En aquellos tiempos, se “cortaban rutas para abrir caminos”; hoy, sólo para satisfacer al establishment.
“El salario no es ganancia” gritan a los cuatro vientos como si fuera una genialidad, como si Argentina fuera el único país del mundo que retiene una parte de los sueldos que superan los ingresos medios. No fue una protesta de ricos ni de privilegiados, sino de individuos ingratos y egoístas que se han convertido en comparsa de los enemigos. Amnésicos también, porque en la última década del siglo pasado padecieron recortes, precarización y despidos y hoy, no sólo tienen empleo sino perciben altos salarios. Necios, sobre todo, porque aportan a la campaña del candidato que quiere desandar un camino de conquistas para satisfacer las ambiciones de una minoría perniciosa. Cínicos, porque afirman reclamar derechos cuando en realidad están exigiendo privilegios. En lugar de demandar una reforma integral de la legislación tributaria y la eliminación de las exenciones, sólo buscan desfinanciar al Estado; en lugar de contribuir para alcanzar la equidad, operan para profundizar la desigualdad. Más que una medida de fuerza de trabajadores vulnerables fue una extorsión de los dirigentes más poderosos.
La colorida danza de los condicionales
Indudable que desde 2003 hemos aprendido muchas cosas de economía, historia, política y que eso nos ha hecho crecer como colectivo. Hasta tenemos a disposición lecciones sobre los temas más complejos de la gramática: la conjugación verbal y el uso de los condicionales. El periodismo carroñero ha abandonado sus principales preceptos y ahora, en lugar de escribir sobre hechos, delira sobre probabilidades, que como tales, no puede comprobar. Los manuales de estilo de los propios medios aconsejan evitar las formas verbales que portan incertezas. Pero no hay estilo ni elegancia cuando los poderosos avizoran la derrota. Por eso, las notas de los principales columnistas de Clarín abundan en sería, tendría, habría, lo que indica una ausencia de datos certeros y confirmados. Sólo son denuncias sin fundamentos.
Además de la ausencia de pruebas y coherencia, los dardos están dirigidos siempre a los mismos blancos. Macri, Rodríguez Larreta, Carrió, Barrionuevo son los buenos en las ficciones periodísticas o al menos, los eternos olvidados. También los fugadores, blanqueadores y evasores. Los únicos corruptos son los kirchneristas. En los titulares de los medios hegemónicos ni siquiera hay lugar para los piromaníacos de Iron Mountain o de los bosques patagónicos. Tan obscena es la tendencia, que hasta los columnistas de La Nación toman distancia.
El caso de la delación de las cuentas en el extranjero de Máximo Kirchner y Nilda Garré quedará para la historia, sobre todo porque el autor de la nota es Daniel Santoro, un investigador cuyo libro es un emblema para los estudiantes de periodismo. O lo era. Un buen consejo para todo autor: releer cada tanto sus obras, así no entra en contradicciones y predica con el ejemplo. Una denuncia que involucra al hijo de La Presidenta debe aportar más pruebas que condicionales; debe basarse en certezas más que en sospechas; debe aportar veracidad en lugar de alimentar prejuicios. Pero a los escribas de esos medios ya no les importa la ética porque el objetivo es embarrar la cancha para facilitar el acceso del Elegido de los patricios a la presidencia.
Y el involucrado salió a contestar y levantó polvareda, tanta que llegó a opacar el impacto buscado con el paro de transporte con pretensiones de general. La entrevista a Máximo Kirchner que realizó Víctor Hugo por Continental despertó la atención de muchos medios que la transmitieron en dúplex. Una cadena nacional insólita y espontánea de la que estuvieron ausentes aquellas radios y canales que pertenecen al Grupo Clarín. A no enojarse: están en su derecho de hacer lo que quieran. Las entrevistas en directo con las voces oficiales no pueden tergiversarlas de acuerdo a sus intereses. En cambio, con la edición, eliminan lo mejor para dejar sólo aquello que pueda incrementar la indignación manipulada de su público cautivo.
Seguramente, transformarán la tranquila y esclarecedora charla que mantuvo el periodista con el dirigente de La Cámpora en un aluvión de insultos y agresividad que no existió. Tampoco incluirán las profundas definiciones políticas cargadas de futuro ni los contrastes con las ofertas de temporada de los candidatos de la oposición. Menos aún destacarán un dato que pinta entero al hijo de dos presidentes: en trece años nunca ha salido del país. Un dato que, en sí, parece no ser ni bueno ni malo. Un contraste enorme con otros hijos que, en todo ese tiempo, hubieran recorrido el mundo dejando a su paso una estela de lujos escandalosos. Nada de farándula sino una promesa de continuidad y eso los descoloca. Sin duda, los agoreros se sienten más cómodos cuando los políticos se cruzan con personajes mediáticos, porque ése es su territorio. Cuando las cosas merecen un tratamiento más serio, pierden el control. Desde hace unos años lo han perdido, a tal punto que ya no saben cómo recuperarlo. Y por lo que parece, jamás lo recuperarán. Por lo menos, en esta vida.

2 comentarios:

  1. Maravilloso Artículo Gus !!! Excelente :) Ya lo recomiendo

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  2. Genial,estar+ de acuerdo con esto,es imposible! Felicitaciones.

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