Aunque algunos se sorprendan,
CFK mantiene un alto nivel de aceptación en los últimos meses de su segundo
mandato. Y eso que el ensañamiento
mediático no da tregua. Si los medios actuaran con más responsabilidad, si
no fueran sólo propaladoras de estiércol, si al menos basaran noticias y
análisis en hechos cercanos a la realidad, la imagen positiva de La Presidenta
superaría con creces el 40 por ciento que las encuestadoras le asignan. Pero es
lo que hay: mientras un colectivo está
transformando como nunca el país, una pandilla quiere retrotraerlo a sus peores
momentos. Nostálgicos que todos los días intentan convencernos de que satisfacer a una minoría angurrienta es lo
mejor para garantizar nuestro futuro, pero no les sale. Las viejas tretas
de manipulación ya no dan tan buen resultado. Después del fracaso de la
Operación Nisman y de las falaces denuncias contra Máximo Kirchner, las estrategias destituyentes de los medios
hegemónicos parecen los molestos ladridos de un perrito faldero.
Con la muerte de Nisman
lograron instalar animosidad hacia el Gobierno Nacional, acusándolo de un homicidio
hasta ahora inexistente. Esta fantasía interpretativa de los hechos tuvo su
clímax en el famoso 18F, cuando un
número considerable de manipulados prejuiciosos pobló las calles para pedir la cabeza de Cristina. Gracias a
este artilugio de los medios dominantes, la imagen positiva comenzó a declinar
y muchos olfatearon la proximidad del tan
ansiado fin de ciclo. Pero el ídolo que construyeron tenía menos que barro
en sus pies: de héroe a chanta en un
par de días. Sólo unos pocos empecinados
pretenden reeditar la santidad de
otrora y el resultado es puro fracaso.
Para Eduardo Fidanza, de la
consultora Poliarquía –la ex favorita de
La Nación- “la imagen se venía
manteniendo en los últimos seis u ocho meses y si bien descendió cinco puntos por el caso Nisman, después lo recuperó”. Luis
Costa, de Ipso Mora y Araujo, considera que no sólo “subió de nuevo la aprobación de la gestión del Gobierno” sino que “está
mejorando la evaluación de la economía por parte de la gente”. Pero Fidanza agrega dos conclusiones
auspiciosas. Cristina llega al final de su mandato “mucho más fuerte que los
gobiernos anteriores desde que se recuperó la democracia”. Y, a pesar
de los esfuerzos por sepultar el pasado, “la
gente sigue pensando la actualidad y su realidad comparándola con lo que fue la
crisis en la que se inició el kirchnerismo” doce años atrás. Por eso no dan resultado aquellas consignas
que tratan de convencernos de que estamos peor que nunca.
La
búsqueda del porqué
En las calles, reina el
desconcierto y la modestia. El primero, en los colonizados mediáticos que no encuentran en su entorno el desastre que
consumieron en la tele y la segunda, en los que estamos convencidos de que
éste es el mejor camino para construir
un país para todos. Un desconcierto simple de subsanar y una modestia fácil
de superar. La crisis que se aproxima nunca llega porque no existe. O sí, pero está muy lejos y habla en un idioma
diferente; no porque se exprese en inglés o italiano sino porque su lenguaje es el del más sanguinario
mercado; el que se hablaba en nuestras tierras no mucho tiempo atrás; el
léxico que se percibe en algunos candidatos, aunque traten de disfrazarlo.
Esto no quiere decir que el
kirchnerismo haya provocado una ruptura sistémica con los lineamientos básicos
del capitalismo. Tampoco se lo propone. Al contrario: alienta la inversión, la producción y el consumo. Inversión de los
que más tienen para incrementar la producción y generar más puestos de trabajo para que todos puedan consumir esos bienes.
Para que este círculo virtuoso funcione bien debe desterrarse la avaricia, no
la de los que quieren acrecentar su patrimonio, sino la de los que quieren conservar sus riquezas como si fueran ídolos
en un templo; los que prefieren ver crecer sus cuentas en el extranjero y
no las fábricas en el país; esos que
reclaman inversiones pero no sueltan un mango aunque tengan de sobra; esos
que ven al Estado como un enemigo o una teta
a la que succionar y no como una
construcción colectiva para alcanzar la equidad; esos que se sienten
molestos porque sus empleados consumen casi a la par que sus propios hijos.
Como existen personajes así,
tan desagradables y perniciosos, el Gobierno Nacional aparece como garantía de redistribución con la
permanente inyección de recursos. Los planes
tan denostados por los agoreros; los choripanes, como malversación de la
síntesis; el gasto público, que siempre debe recortarse para la mezquina mirada
de los avaros. ¿Por qué siempre aparecen estos contra-argumentos? ¿En qué
les afectan los planes? ¿Pura
envidia? No, por supuesto: hay que estar
muy extraviado para envidiar al que menos tiene y se beneficia con los
programas del Gobierno. Si el gasto –inversión- se recorta, el Estado no necesitaría recaudar tanto y
podría bajar los impuestos, un reclamo que resuena en tiempos electorales.
Si esto ocurriera, la pobreza crecería y
muchas cosas no podrían funcionar bien, como los servicios estatizados, por
ejemplo. Pero se produce una paradoja: los que claman por los recortes son los
mismos que exigen que no haya pobreza y que todo ande sin problemas. Ya lo
hemos visto pero hace falta sintetizarlo: cuando
las empresas públicas marchan mal, se regalan; cuando crece la desocupación,
el salario se abarata; cuando hay
más pobreza nadie consume, por lo que los empresarios no necesitan invertir y
pueden incrementar sus ganancias con la
timba financiera o la especulación monetaria. Si el Estado accede a la
demanda egoísta de estos personajes, el
círculo virtuoso se transformaría en vicioso.
Si estos permanentes
malhumorados dejaran de refunfuñar por los rincones y amplificar sus gruñidos
en los medios dominantes, la grieta comenzaría a estrecharse. Claro que para
eso deberían abandonar el insostenible
papel de víctimas que interpretan y
empezar a reconocerse como privilegiados. Y que, como tales, en algunos
momentos de nuestra historia se han transformado en victimarios. También,
deberían comprender que el proyecto que para ellos –minoría siempre
insatisfecha- funciona muy mal, para la
mayoría marcha bastante bien. Y que
podría marchar mucho mejor si se sumaran a la construcción de una felicidad
compartida.
Como no se atreven a abandonar
esa mirada mezquina no pueden explicarse
el crecimiento de la imagen positiva de La Presidenta ni la intención de
votos del movimiento que conduce. Como insisten en boicotear en lugar de contribuir, se topan con el fracaso. Como
están enredados en el error –o, al menos, en la contradicción- necesitan creer
en las patrañas que ellos mismos producen. Como no se animan a escapar de la burbuja agorera en la que están encerrados, nunca estarán preparados para la
sorpresa que se llevarán en octubre. Sorpresa que los demás celebraremos con los choripanes
que supimos conquistar y todos los que conquistaremos.
todo el texto es genial!.. me llevan desde el abismo a la cima , pero me quedo con este final:" los choripanes que supimos conquistar y todos los que conquistaremos" si señor!! con eso festejaremos en octubre!
ResponderBorrarComparto tu pensamiento Isabel Trinidad. ¡Festejaremos en Octubre!
BorrarEfectivamente uno a uno los cucos fueron cayen el dolar ilegal baja lejos de las predicciones de los economistas vivos o muertos el llamado cepo es mas elastico y mas arg en regla pueden comprar sus verdes los candidatos se disciplinan y todo parece llevar al festejo de choripanes en octubre como fue y sera ABRAZO
ResponderBorrarJ.PIERANTONI
La crisis que se aproxima nunca llega porque no existe. Dijiste todo.
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