miércoles, 8 de abril de 2015

Una imagen que promete crecer



Aunque algunos se sorprendan, CFK mantiene un alto nivel de aceptación en los últimos meses de su segundo mandato. Y eso que el ensañamiento mediático no da tregua. Si los medios actuaran con más responsabilidad, si no fueran sólo propaladoras de estiércol, si al menos basaran noticias y análisis en hechos cercanos a la realidad, la imagen positiva de La Presidenta superaría con creces el 40 por ciento que las encuestadoras le asignan. Pero es lo que hay: mientras un colectivo está transformando como nunca el país, una pandilla quiere retrotraerlo a sus peores momentos. Nostálgicos que todos los días intentan convencernos de que satisfacer a una minoría angurrienta es lo mejor para garantizar nuestro futuro, pero no les sale. Las viejas tretas de manipulación ya no dan tan buen resultado. Después del fracaso de la Operación Nisman y de las falaces denuncias contra Máximo Kirchner, las estrategias destituyentes de los medios hegemónicos parecen los molestos ladridos de un perrito faldero.
Con la muerte de Nisman lograron instalar animosidad hacia el Gobierno Nacional, acusándolo de un homicidio hasta ahora inexistente. Esta fantasía interpretativa de los hechos tuvo su clímax en el famoso 18F, cuando un número considerable de manipulados prejuiciosos pobló las calles para pedir la cabeza de Cristina. Gracias a este artilugio de los medios dominantes, la imagen positiva comenzó a declinar y muchos olfatearon la proximidad del tan ansiado fin de ciclo. Pero el ídolo que construyeron tenía menos que barro en sus pies: de héroe a chanta en un par de días. Sólo unos pocos empecinados pretenden reeditar la santidad de otrora y el resultado es puro fracaso.
Para Eduardo Fidanza, de la consultora Poliarquía –la ex favorita de La Nación- “la imagen se venía manteniendo en los últimos seis u ocho meses y si bien descendió cinco puntos por el caso Nisman, después lo recuperó”. Luis Costa, de Ipso Mora y Araujo, considera que no sólo “subió de nuevo la aprobación de la gestión del Gobierno” sino que “está mejorando la evaluación de la economía por parte de la gente”. Pero Fidanza agrega dos conclusiones auspiciosas. Cristina llega al final de su mandato mucho más fuerte que los gobiernos anteriores desde que se recuperó la democracia”. Y, a pesar de los esfuerzos por sepultar el pasado, “la gente sigue pensando la actualidad y su realidad comparándola con lo que fue la crisis en la que se inició el kirchnerismo” doce años atrás. Por eso no dan resultado aquellas consignas que tratan de convencernos de que estamos peor que nunca.
La búsqueda del porqué
En las calles, reina el desconcierto y la modestia. El primero, en los colonizados mediáticos que no encuentran en su entorno el desastre que consumieron en la tele y la segunda, en los que estamos convencidos de que éste es el mejor camino para construir un país para todos. Un desconcierto simple de subsanar y una modestia fácil de superar. La crisis que se aproxima nunca llega porque no existe. O sí, pero está muy lejos y habla en un idioma diferente; no porque se exprese en inglés o italiano sino porque su lenguaje es el del más sanguinario mercado; el que se hablaba en nuestras tierras no mucho tiempo atrás; el léxico que se percibe en algunos candidatos, aunque traten de disfrazarlo.
Esto no quiere decir que el kirchnerismo haya provocado una ruptura sistémica con los lineamientos básicos del capitalismo. Tampoco se lo propone. Al contrario: alienta la inversión, la producción y el consumo. Inversión de los que más tienen para incrementar la producción y generar más puestos de trabajo para que todos puedan consumir esos bienes. Para que este círculo virtuoso funcione bien debe desterrarse la avaricia, no la de los que quieren acrecentar su patrimonio, sino la de los que quieren conservar sus riquezas como si fueran ídolos en un templo; los que prefieren ver crecer sus cuentas en el extranjero y no las fábricas en el país; esos que reclaman inversiones pero no sueltan un mango aunque tengan de sobra; esos que ven al Estado como un enemigo o una teta a la que succionar y no como una construcción colectiva para alcanzar la equidad; esos que se sienten molestos porque sus empleados consumen casi a la par que sus propios hijos.
Como existen personajes así, tan desagradables y perniciosos, el Gobierno Nacional aparece como garantía de redistribución con la permanente inyección de recursos. Los planes tan denostados por los agoreros; los choripanes, como malversación de la síntesis; el gasto público, que siempre debe recortarse para la mezquina mirada de los avaros. ¿Por qué siempre aparecen estos contra-argumentos? ¿En qué les afectan los planes? ¿Pura envidia? No, por supuesto: hay que estar muy extraviado para envidiar al que menos tiene y se beneficia con los programas del Gobierno. Si el gasto –inversión- se recorta, el Estado no necesitaría recaudar tanto y podría bajar los impuestos, un reclamo que resuena en tiempos electorales. Si esto ocurriera, la pobreza crecería y muchas cosas no podrían funcionar bien, como los servicios estatizados, por ejemplo. Pero se produce una paradoja: los que claman por los recortes son los mismos que exigen que no haya pobreza y que todo ande sin problemas. Ya lo hemos visto pero hace falta sintetizarlo: cuando las empresas públicas marchan mal, se regalan; cuando crece la desocupación, el salario se abarata; cuando hay más pobreza nadie consume, por lo que los empresarios no necesitan invertir y pueden incrementar sus ganancias con la timba financiera o la especulación monetaria. Si el Estado accede a la demanda egoísta de estos personajes, el círculo virtuoso se transformaría en vicioso.
Si estos permanentes malhumorados dejaran de refunfuñar por los rincones y amplificar sus gruñidos en los medios dominantes, la grieta comenzaría a estrecharse. Claro que para eso deberían abandonar el insostenible papel de víctimas que interpretan y empezar a reconocerse como privilegiados. Y que, como tales, en algunos momentos de nuestra historia se han transformado en victimarios. También, deberían comprender que el proyecto que para ellos –minoría siempre insatisfecha- funciona muy mal, para la mayoría marcha bastante bien. Y que podría marchar mucho mejor si se sumaran a la construcción de una felicidad compartida.
Como no se atreven a abandonar esa mirada mezquina no pueden explicarse el crecimiento de la imagen positiva de La Presidenta ni la intención de votos del movimiento que conduce. Como insisten en boicotear en lugar de contribuir, se topan con el fracaso. Como están enredados en el error –o, al menos, en la contradicción- necesitan creer en las patrañas que ellos mismos producen. Como no se animan a escapar de la burbuja agorera en la que están encerrados, nunca estarán preparados para la sorpresa que se llevarán en octubre. Sorpresa que los demás celebraremos con los choripanes que supimos conquistar y todos los que conquistaremos.

4 comentarios:

  1. todo el texto es genial!.. me llevan desde el abismo a la cima , pero me quedo con este final:" los choripanes que supimos conquistar y todos los que conquistaremos" si señor!! con eso festejaremos en octubre!

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    1. Comparto tu pensamiento Isabel Trinidad. ¡Festejaremos en Octubre!

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  2. Efectivamente uno a uno los cucos fueron cayen el dolar ilegal baja lejos de las predicciones de los economistas vivos o muertos el llamado cepo es mas elastico y mas arg en regla pueden comprar sus verdes los candidatos se disciplinan y todo parece llevar al festejo de choripanes en octubre como fue y sera ABRAZO
    J.PIERANTONI

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  3. La crisis que se aproxima nunca llega porque no existe. Dijiste todo.

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