En
pocos días, Macri encabezará el inicio del año parlamentario y allí delineará su plan de gobierno.
Además de burlarnos un poco por la duración del discurso, su pronunciación paposa o la manera escolar como lee, podremos apreciar qué es lo que quiere hacer
con nuestro querido país. Seguramente, dedicará gran parte del tiempo a
desarrollar el mito de la pesada
herencia, que le servirá de excusa para pedir apoyo en sus planes de
ajuste. En los minutos restantes, recitará
algunas de sus más celebradas promesas de campaña, como la pobreza cero, unir al país y cuidarnos a
todos. Esto es pura especulación, pues
no ha trascendido ningún borrador. Tal vez un pronóstico, que es un
anticipo del futuro a partir de datos del pasado. De ninguna manera puede
pensarse como una hipótesis, que
necesita algunos datos preliminares que la sustenten. Aunque en estos días
el fiscal Ricardo Saenz haya usado ese concepto para arrojar un titular sobre
la muerte de Nisman, lo suyo no es una
hipótesis, sino una vergüenza. No sólo por el lugar que ocupa en la
aplicación de justicia, sino por la insistencia en una excusa que alimentó la campaña del que hoy ocupa La
Rosada.
Durante
más de un año han insistido con que Nisman fue asesinado a pesar de que la escena no aportó ni una mísera pista en
ese sentido. Más deseo que certeza. Si la jueza Fabiana Palmaghini ha
afirmado muchas veces que no hay evidencias
que puedan sugerir el homicidio, ¿por qué insiste con semejante patraña? El
operador-fiscal Saenz omite todas las pruebas científicas recogidas en el
departamento y sólo se basa en que Patricia
Bullrich y Laura Alonso afirmaron que estaba de buen humor y entusiasmado en
los días previos a presentar la denuncia ante el Congreso. Entonces, ¿por qué llamaron
tantas veces a su teléfono durante ese misterioso fin de semana? En lugar de
realizar estas extrañas acusaciones, ¿por qué no intenta explicar la manera
en que se produjo tan fantástico homicidio?
No
lo hace porque no hay manera; sólo se le ocurre emitir un dictamen con formato de orden patronal: "el objeto procesal de esta causa
hasta el momento, lo constituye la hipótesis de que Alberto Nisman ha sido
víctima del delito de homicidio", en
coincidencia con los familiares ansiosos por cobrar el seguro de vida. Y esto puede ser más ridículo
hasta convertirse en burla: “los
recurrentes sostienen con razón que
la presencia en el departamento de Nisman del arma que le dio muerte no está avalada por una explicación lógica,
pues las tres versiones dadas en la causa son contradictorias y sólo podrían ser corroboradas o no por el
fallecido”. Claro, para saber la verdad es necesario contratar a un
médium y si no, seguirán alimentando las
sospechas sobre Cristina hasta convertirla en ideóloga del crimen. Porque
eso es lo que quieren: involucrarla en el homicidio para desterrarla de la escena
política para siempre. El establishment empresario-judicial necesita debilitar
al kirchnerismo para poder avanzar con
su plan de restaurar el país minoritario que apetecen.
La
Independencia no será una fiesta
Que un fiscal alineado con el
ideario amarillo presente un dictamen sin
fundamento y nada imparcial un día después del primer paro nacional contra
el gobierno de Macri resulta sospechoso. Claro, el objetivo es mudar la causa
al fuero federal para que nos
entretengan con esta telenovela durante varias temporadas; las suficientes
para impedir que los K lleguen con fuerza a 2019 o, cuanto mucho, a las
elecciones de medio término. O por lo menos, que el comienzo de las sesiones
ordinarias del Congreso encuentre al
kirchnerismo un poco desbandado para que los PRO puedan obtener los avales
necesarios para sus inconvenientes primeros pasos.
Con la excusa de la
gobernabilidad, necesitan que muchos de los decretos firmados en estos meses pasen
incólumes por la mirada de diputados y senadores, desde los más livianos, como
nombramientos y modificaciones ministeriales, hasta los más controvertidos,
como la derogación de la Ley de SCA y la
postergación de la entrada en vigencia del Nuevo Código Procesal. Pero
sobre todo, el Gran Equipo necesita que sean eliminadas de un plumazo las dos leyes que nos protegen de los
buitres: la Ley Cerrojo y de Pago Soberano. El juez Thomas Griesa lo
sentenció desde su imperial estrado y, como declaró Macri desde siempre, “lo
que diga Griesa, hay que hacerlo”. Aunque eso signifique convertirnos
en presas de las fieras más angurrientas, aunque
eso hipoteque nuestro futuro por varias décadas, aunque eso sólo sirva para
transferir recursos de nuestros
bolsillos a las abultadas cuentas de un puñado de especuladores.
Esta es una discusión crucial
que debería atravesar a toda la sociedad,
no sólo desde una visión estrictamente económica sino también de cara al Bicentenario de la
Independencia. Seguramente, ya debe haber un marketinero grupo de expertos
organizando los festejos para tan trascendente fecha, pero de la Soberanía no se ocupa nadie. Ya lo demostró Macri al
calificar como ‘linda’ la reunión que
mantuvo con David Cameron, que desechó
de plano toda discusión sobre la devolución de Nuestras Islas Malvinas. Lo
ha evidenciado en estos días al recibir a los mandatarios de Italia y Francia con el país casi envuelto para regalo.
Y quedará de manifiesto en unas semanas, cuando la visita de Barack Obama haga menear el rabo y secretar saliva a más
de uno. La versión amarilla de la
soberanía es tan ligth que casi ni se nota.
Sin embargo, la jugada del
gobierno para arreglar con los buitres estuvo muy presente en el Congreso
Nacional Justicialista que se realizó esta semana. No sólo eso, sino que, de manera inexplicable, dividió aguas.
El desendeudamiento obtenido gracias a estas leyes garantiza nuestra autonomía
y es la mejor herencia que Macri recibió de la Década Ganada. Que dirigentes
peronistas minimicen esta cuestión resulta llamativo. Algunos, como el senador
Miguel Ángel Pichetto, además de minimizarla, acuerdan con poner en riesgo el Canje para ceder a las extorsiones de
los buitres. “El líder de la bancada
opositora no puede expresar una opinión de esa naturaleza porque estaría asumiendo el rol de líder de
bancada oficialista”, expresó Jorge Capitanich al respecto. “El juez Griesa no puede condicionar a un país soberano pidiendo la derogación de
una ley”, agregó el ex Jefe de Gabinete y actual intendente de Resistencia.
En realidad, el magistrado neoyorkino puede pedir cualquier cosa, lo que no debe hacer ningún representante
argentino es obedecerle.
Algunos dirigentes parecen tan
confundidos como muchos de los votantes del cambio. Arreglar con los buitres no garantiza la gobernabilidad, sino todo lo
contrario. Además de ceder a las pretensiones usurarias de una minoría
destructiva y regalar un montón de dólares a los que ya tienen de sobra, se deshonra al 93 por ciento de los
bonistas que aceptaron las condiciones dispuestas por Argentina para
cumplir con sus obligaciones. Como siempre, la impronta PRO es beneficiar a unos pocos. El plan A del Gran
Equipo es endeudarnos para pagar
ilegalmente una deuda ilegítima. Y no para librarnos del problema por
siempre sino para seguir endeudándonos
al infinito.
Así no, porque estos negociados
que no nos benefician en nada los
terminamos pagando nosotros con
cercenamiento de derechos y horadación de dignidad. Nuestros representantes
en el Congreso deben bloquear el plan A
para garantizar el futuro. Si Macri necesita recursos, sus amigotes pueden
repatriar una mínima porción de las
fortunas que han fugado durante décadas. Con eso no sólo se lograría la tan
ansiada gobernanza, sino el desarrollo tan cacareado durante la campaña. Mientras
el futuro se decidirá en el Congreso, los
medios hegemónicos enceguecen con la novela de Nisman. Y el público
cautivo, que no escarmienta, jamás
prueba con cambiar de canal.
Algunas cosas parecen exageradas, pero da miedo lo que están haciendo estos tipos. Qué error que cometieron algunos votantes y cómo nos van a traicionar algunos de nuestros representantes. De acá en adelante, vamos a tener que remar en dulce de leche y en subida. Esteban
ResponderBorrarNo entendí si lo exagerado es de mi texto o lo que están haciendo los PRO. De cualquier modo, más que dulce de leche, pronto estaremos con el fango al cuello y ni remos vamos a tener. Gracias, Esteban.
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