miércoles, 17 de julio de 2013

Entre pañales y barriles



Y unas vacas muertas en el camino
Nada que pueda sorprender ocurrió a partir del nacimiento del Nieto Presidencial. Néstor Iván, con unos días de vida ya ha recibido lo propio del portador de un apellido trascendente: la alegría de millones y el odio de unos pocos. Que un centenar de anónimos le desee lo peor desde usinas pestilentes no debe alterar el sueño de nadie. Que esas mismas usinas fomenten semejante desprecio sólo confirma una vez más su desesperación. Ahora, que una diputada con aspiraciones a renovar su banca acuse al recién nacido de corrupción ya es una irresponsabilidad lindante con el delirio. Por un tiempo, lo único que hará el nieto de La Presidenta será ensuciar pañales, comer y dormir. Después se verá. No es un mesías ni un anticristo, sino un bebé. Muchos de los autores de las barbaridades que aparecieron en los foros compartirán inmundicias con los gusanos cuando Néstor Iván comience a tomar decisiones cruciales sobre su vida. Y si llega a la presidencia dentro de cuarenta años o más no será por portación de apellido sino por construcción colectiva. El compromiso no se hereda, se asume.
Sin embargo, algunos no creen ni en su propio compromiso, a tal punto que tienen que documentarlo ante escribano público. Y en el mismo acto, subyace una mentira. Los estelares candidatos de Sergio Massa prometen con su firma no apoyar una reforma constitucional que incluya la re re y eligieron como garantes dos ONG que nada sabían del asunto. Un mal primer paso para un acto más mediático que político. Con la oposición a una reforma están cerrando la puerta a los seguidores de CFK y con tamaña mentira, a los que buscan candidatos alternativos.
Como si negarse a la reforma constitucional pudiera formar parte de una propuesta de campaña. Como si no fuera necesario un nuevo acuerdo para establecer las pautas para la construcción de un nuevo país. Como si fuera una seria actitud política negarse a discutir el futuro. Si una constitución no es nada sagrado ni divino. A cada paso se puede advertir que la reforma del ’94 ha dejado muchos baches que dificultan cualquier posibilidad de avance. El fallo de la Corte Suprema de Salta es sólo una consecuencia de la ambigüedad respecto a la situación de privilegio del que goza la religión católica en la letra de la Carta Magna. La del ’94 es un avance con respecto de la de 1853, al eliminar como requisito presidencial la práctica de esa fe. Pero el sostén del Estado sigue vigente, lo que contradice la tan mentada libertad de culto. Y permite que en esa provincia se imparta la religión católica en las escuelas públicas, con rezos diarios antes del ingreso a los salones, bendición de la comida, loas a la Virgen María, lectura de versículos bíblicos y celebración de festividades religiosas. Algo que contradice la educación laica, vale la aclaración.
En veinte años pasaron muchas cosas en nuestro país. Buenas y malas. Entonces, es necesario institucionalizar las buenas y desterrar las malas para garantizar que ningún presidente futuro nos pueda transportar a cualquiera de los pasados nefastos que hemos padecido. Una nueva constitución que distribuya derechos y destierre privilegios. ¿Cómo un candidato se puede negar a discutir algo así? ¿Cómo puede renunciar de antemano a la posibilidad de debatir sobre el futuro?
Claro, la sola posibilidad de que una reforma habilite un nuevo período presidencial a Cristina eriza los pelos de los que no están a su altura. Pero ya lo ha dicho una y otra vez: no es eterna ni quiere serlo. Y sería injusto que quienes están consustanciados con su gestión insistan con el tema. Ella ya ha dado demasiado y se hace imprescindible que otros más jóvenes se preparen para tomar la posta. Pero esta controversia tan pequeña no puede impedir el gran planteo sobre una nueva constitución que diseñe el país del porvenir. Sólo los nostálgicos del pasado son capaces de obstaculizar la re fundación de un nuevo Estado.
Por supuesto, para eso hay que reconocer que estamos en un país diferente al de 2003. Aunque es de rigor admitir que falta mucho para lograr la equidad, hemos avanzado de manera inimaginable diez años atrás. Que los números récords alcancen la venta de autos o el turismo indica que lo básico comienza a estar satisfecho. Que los grandes derechos conquistados se encuadren en el matrimonio igualitario o la identidad de género sugiere que hemos superado las urgencias. Que los denostadores se quejen porque el Estado invierte cada vez más en contenidos audiovisuales o proyectos científicos es un anuncio de construcción. Y, por último –no porque no haya más, sino porque las enumeraciones son agotadoras tanto para el autor como para el lector- que ahora despotriquen por el acuerdo alcanzado con Chevron es una muestra evidente de que ya no tienen nada mejor para ofrecer.
Después de años y años de escuchar que estamos aislados del mundo y que el país necesita inversiones, ahora vienen con críticas insustanciales sobre las posibilidades de explotación de Vaca Muerta. Una oposición así enloquece a cualquier oficialismo. De esta manera, no resulta descabellado suponer que les angustia el crecimiento del país. Tal vez su accionar esté focalizado en las crisis y no sepan actuar en una situación de bonanza. Quizá, la fuente de su pensamiento se dispare sólo ante las catástrofes o no alcancen a comprender lo que está pasando. O estarán tan presionados que temen pensar por sí mismos.
Si el Gobierno Nacional hubiese hecho caso de todas las dramáticas advertencias que han recitado en todo este tiempo, probablemente el fracaso sería una amenaza certera. Pero es muy sencillo advertir que los que denuncian la ausencia de rumbo de la gestión K son los que están atrapados en laberintos pretéritos. Muchas veces se ha dicho que estamos construyendo un proyecto y no aplicando un modelo. Y si algunas medidas parecen improvisadas es porque responden a necesidades coyunturales y no porque se avance en la niebla. El objetivo es muy claro y tal vez por eso muchos ofrecen resistencia.
Entre el país desolado de hace una década hasta el que estamos viviendo hoy existe una notoria diferencia que exige mucho ingenio –por no decir ceguera o maldad- para negar. Y no hace falta aclarar que esa diferencia nos coloca en un lugar mejor. El camino transitado tuvo como punto de partida la imperiosa necesidad de revertir la situación de pobreza en que había quedado Argentina después del bestial saqueo que pergeñaron muchos de los que ahora predican desde el sitial de la sabiduría. Una fórmula que contiene empleo, industria, energía en un orden difícil de establecer pero guiado por una convicción: todo crece desde abajo. Y ese desde abajo significa distribuir recursos entre los que menos tienen; desajustar los ajustes de la década anterior; reconstruir lo que se había destruido.
Un poco más acá del temor a los grandotes y algo más allá de los preceptos ecologistas, para generar empleo tiene que haber industria, para que haya industria resulta imprescindible fomentar el mercado interno para incrementar la demanda y todo esto exige un consumo de energía. Energía que la YPF de Repsol nos negaba pero la YPF estatal pretende recuperar. En un año, la producción petrolera incrementó la actividad en un 57 por ciento, sobrepasando los 234 mil barriles diarios. Nos falta muchos barriles para alcanzar el autoabastecimiento y también mucho trecho para llegar al país soñado. Dicen que los chicos nacen con un pan bajo el brazo. El Nieto Presidencial parece que vino con un barril de petróleo. Fortachón como el padre. ¿En qué se parecerá a sus abuelos? Paciencia: en un par de décadas lo sabremos.

2 comentarios:

  1. Excelente análisis Gustavo!! En tiempos en los que, como nunca, estamos atravesados por una perversa información desinformartiva, tener claridad es toda una virtud.
    Saludos!
    Nos vemos en Tuiter

    _guionbajoK

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  2. Que en algunos foros se ataque a un bebe es de una bajeza impresionante y demuestra la clase de gente que los compone. Adrian de Ciudadmelmac

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