El escenario político presentó esta semana su
mejor comedia. Y como no podía ser de otra manera, desde el teatro Broadway de
Capital Federal. Luminarias y lumbreras
se esmeraron para parecer brillantes y por eso no hablaron durante la
presentación de la nueva alianza entre distintas fuerzas políticas agrupadas en
el FAP y UNEN. En un esfuerzo de creatividad, pegotearon los dos nombres de
fantasía para desplegar un abanico de designaciones: FAU, FAUNEN o FAPUNEN.
Cualquiera de las tres versiones da mucha risa. Pero no conformes con eso, firmaron un acta fundacional plagada de
generalidades desopilantes. Pero más gracioso aún es que a las pocas horas
ya estaban mostrando sus disidencias, no sólo por la posible alianza con
Mauricio Macri, sino por la presencia de la siempre pendenciera Elisa Carrió.
Mientras estos saltimbanquis no pueden disimular su desesperación, el kirchnerismo se apresta a transitar esta
segunda mitad de mandato con gestión gubernamental y con acción militante de
las bases.
Ya no quedan dudas: estos coloridos candidatos
que pretenden tomar la posta gubernamental en 2015 parecen más aptos para las
tablas que para la política. En lugar de destinar sus esfuerzos en construir
desde el Congreso, que es el espacio en donde los colocó el electorado, bailotean en estudios televisivos y
escenarios teatrales al ritmo que les impone el establishment. Ahora tratan
de mantener un apelotonamiento anti K para facilitarle el camino al mejor de
los postulantes del círculo rojo: Mauricio Macri. El mejor no por su capacidad sino por su compromiso de defender los
intereses de la minoría. Y claro, si es uno de los neo-patricios, de la
especie más vampírica. De ésos que creen estar por encima de todos, a tal punto
que puede ostentar su machismo sin el menor atisbo de vergüenza.
La jugada está servida. El licuado opositor de
los que se dicen progresistas no se propone atraer a los votantes, sino a los
que quieren retomar las riendas del país. Después de olfatear el ambiente para
descubrir hacia dónde está puesta la mirada del poder, se adornaron con las más llamativas plumas para mostrarse disponibles
para todo servicio. El ex intendente de Tigre fue rechazado de plano por
estos entrañables volatineros porque, según ellos, todavía huele a K, aunque
destile otros hedores. Quizá por eso, Sergio Massa abandonó la comisión
bicameral de seguridad, para enviar una advertencia a los patrones: si no es el
actor principal, renuncia al culebrón. Razonable, el servilismo desplegado
durante este tiempo merece mucho más que el papel de segundón. El Frente Renovador se está renovando tanto
que pronto parecerá viejo.
El show debe
seguir
Pero no todo fue baile en el teatro. También
hubo ideas con las que nadie puede disentir. Allí mismo, bajo las luces del espectáculo,
los bailarines de FAUNEN –o como
quiera que se llamen- firmaron un acta
de compromiso con los más nobles objetivos: brindar a “la
Argentina una alternativa de gobierno en procura de una sociedad solidaria,
participativa, igualitaria en la que la educación de niños y jóvenes y el
bienestar de nuestros ancianos, sean el centro de las políticas públicas, donde
ciudadanas y ciudadanos puedan construir su propio porvenir a través del
trabajo honesto”. En cierta forma, parece que llegaron tarde, porque desde 2003 se está trabajando en esto,
con la oposición constante de los que declaman querer hacerlo.
No es el único desliz de este apasionante
episodio. En el documento, coinciden en la necesidad de construir “un
Estado fuerte y eficiente para
garantizar el goce de los derechos individuales, sociales y políticos
reconocidos por la Constitución Nacional”. Sin embargo, la paradoja está en que el sector al que
tratan de seducir –los grandotes de
la economía- no comparte estas ideas.
Por el contrario, como se vio hace unos días, los principales empresarios del
país presentaron las bases para el gobierno
de sus sueños, en el que el Estado
no tiene lugar más que para garantizar sus suculentas ganancias. Algo huele
mal en este guión: los miembros de este pastiche mienten descaradamente o no
entienden nada. O las dos cosas.
Eso sí: para obtener el
beneplácito de los medios opositores, se comprometieron a “superar la lógica amigo enemigo que ha generado una profunda división
en la sociedad”. Este esfuerzo
neuronal merece varios titulares. Aunque no les duró mucho la iniciativa
porque a las pocas horas ya se estaban peleando por la ubicación en el cartel. Así y todo, afirman creer en el diálogo y
en la concertación, siempre y cuando se comprometan a cumplir con los designios
del establishment.
Y por último, la idea central
que los guía. Como si fueran los ideólogos de la Revolución Fusiladora, se proponen des-peronizar el país. Por eso, están “decididos a enfrentar la continuidad -en
cualquiera de sus variantes- de una forma de ejercicio del poder que confunde
Estado con Gobierno, ciudadanía con clientelismo e intereses públicos con
negocios privados”. Una enumeración de generalidades que sólo significa que
se van a empeñar en destronar al
kirchnerismo y, un poco confundidos, a las huestes itinerantes del
massismo. Y como una muestra más de que no entienden nada, están coqueteando con Macri, un paradigma de gobierno entendido como
negocio.
A no alarmarse. Tan temprano empezaron con la campaña que
antes de fin de año van a estar con la lengua afuera. O quizá para julio
estén tan peleados que no puedan ni verse. La diputada espiritual –ausente material
de las sesiones- Elisa Carrió ya está dando los primeros pasos para lograr la
disolución del elenco recién estrenado. La verdad, no están los tiempos para
estos bufones. Cualquiera de ellos nos llevará a la ruina. Y es una falta de respeto que, a 30 años de la recuperación
democrática, estos aspavientos descafeinados aparezcan como una esperanza.
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