Sin dudas, los
periodistas que trabajan en los medios opositores han enloquecido. Tantas exigencias agoreras no pueden tener consecuencias
diferentes. Lo de Lanata tal vez fue el inicio del nuevo capítulo, aunque
queda pendiente dilucidar por qué
incluyó a Scioli –no se sabe cuál- entre
los opositores que no sirven para nada. Porque Pepe es opositor, aunque con
poco peso mediático y Daniel siempre ha marcado –con cierta tibieza- su
pertenencia kirchnerista. En fin, no es cuestión de dedicar líneas y líneas a
una exégesis de los dichos radiales de tan histriónico profesional. Después de él, otros empleados del Grupo Clarín desplegaron su creatividad para mostrar sus
colmillos frente a las cámaras. Desde el énfasis puesto en la metáfora de
la mosca hasta la angustia del rostro que relata las persianas bajas de Radio
Mitre, todos aportaron para una
antología del ridículo. Como si todo estuviera preparado, como si esperaran
una señal. El inaceptable plan de
adecuación presentado fue la campana de largada de esta carrera de cucarachas
falderas. No intentaron engañar a los integrantes del AFSCA, sino
provocarlos: la única manera de alinear a los exponentes de la oposición y, con
suerte, despertar al cacerolero siempre latente.
Por eso tratan de
velar su treta y salen al ruedo denunciando “un
ataque a la libertad de expresión”, sin que nadie se los prohíba. A todas luces, ésta es la dictadura más permisiva que hemos
tenido. Claro que para el colonizado público de estos medios es peor que
una de verdad. Parece mentira que
alguien se deje engañar con tan poco. Y encima, que recite las consignas
por la calle sin temor a pasar vergüenza. Pero un oyente cautivo tiene escasa
responsabilidad en la vida social. En
cambio, en un diputado o un senador, la cosa es distinta. Por eso indigna
que Sergio Massa confiese ver esto “con
preocupación, porque aspiramos a que si
hay una ley haya igualdad ante la ley y que se aplique a todos las mismas
normas”. Precisamente eso es lo que el Gobierno Nacional está
intentando hacer desde hace cinco años: que
el más grandote y peligroso de todos se adecue no sólo a una ley, sino a la
convivencia democrática en su conjunto.
Pero la
obsecuencia de Cobos merece un lugar en el podio. “El Grupo Clarín presentó una
propuesta conforme a lo solicitado –explicó- y, entiendo, con buena
voluntad para cumplir con lo exigido”. O no entiende nada o es un cínico de la peor especie. O está tan
manipulado como el público, lo cual es
muy grave para alguien que, como él, ocupa un lugar importante de
representación. Esto lo demuestra con su enredada declaración: “el Gobierno tomó una decisión política
sobre esto y no basada en el sano criterio, como ordena la ley, porque todo
avanzaba por los carriles correspondientes el cumplimiento de la sentencia”. ¿Qué sano criterio se puede aplicar con
alguien que quiere hacer trampas o provocar una crisis? ¿Y de qué sentencia
está hablando este descolorido personaje?
Claro, no se
puede esperar menos con la mentirosa noticia publicada en el ex Gran Diario Argentino. Ellos dicen
que “la adecuación de oficio implicará una división compulsiva de la
empresas del grupo”. Mentira, con todas las letras. La división del Grupo
en seis unidades de negocios fue propuesta por sus propietarios y aceptada por
la AFSCA. Lo que no consintió es la enredada
madeja de futuros propietarios de las unidades 1 y 2 y las condiciones
inaceptables de venta de las cuatro restantes. En fin, un conflicto
inesperado que va a recalentar los meses más calientes del año. No hay mal que
por bien no venga: este nuevo capítulo de la disputa por la hegemonía vuelve a acomodar las piezas en el tablero de
un juego cada vez menos confuso.
La licantropía voluntaria
Para reforzar la
contienda, los candidatos opositores a la presidencia perjuran que derogarán
todo para deskirchnerizar el país. Este es el futuro que prometen: re-privatización de YPF, Aerolíneas
Argentinas, de las jubilaciones y quizá de Aguas Argentinas; eliminación de las retenciones, del Fútbol Para Todos, de Ley
de Pago Soberano, de Defensa del Consumidor, de SCA, entre otras; anulación de los nuevos códigos, tanto
el Penal como el Civil y Comercial; aceptación
absoluta del fallo de Thomas Griesa y todo lo que venga después; disminución del gasto público, sin especificar por qué ni para qué. Y todo esto
endulzado con metáforas fabulosas pobladas de anchas avenidas, diálogo,
consenso, unidad y larguísimos metro-buses que recorrerán la infinita extensión
de la Patria. Esto, sin incluir todo lo que tenga que ver con los juicios por
delitos de Lesa Humanidad ni las condenas correspondientes. La mayoría no aborda el tema, pero a
algunos se les escapa algún tizne pro indultos y amnistías para calmar el
pasado.
Un país para que buitres, hienas, gusanos
y demás alimañas carroñeras se hagan un festín. Acá podemos abrir un pequeño
paréntesis. Parece que la asociación Aves Argentinas, quizá presionada desde
sus bases, salió a aclarar la diferencia
entre los animalitos carroñeros y los
carroñeros humanos. Y su titular, Francisco González Táboas, explicó que “la expresión ‘fondo buitre’ no va a afectar
directamente a los buitres”. Puede ser que en estos días, algunas entidades
ecologistas pretendan conquistar un poco de visibilidad para hacer un aporte a
la oposición cotidiana. La construcción
de alegorías –la personificación de un concepto abstracto- no es un invento de Cristina. La
utilización de animales para elaborar una metáfora de virtudes, pecados, falencias
de los humanos no es un artilugio de los
muchachos de La Cámpora. Las distintas mitologías, las fábulas, los cuentos
populares muestran que estos recursos nos han acompañado siempre. Esto para aclarar algunas tonterías que se
escriben y recitan por ahí.
Pero vale la pena
no quedarnos sólo en esto. Que un buitre
sea –en este contexto- un financista que
explota al máximo su capacidad de presión para succionar más de lo que pueda
pagar el deudor, deja muy mal paradas a las aves que inspiran esta
metáfora. Un animal no es conciente del
daño que produce en su presa. Una persona, sí. El plumífero no puede
renunciar a su instinto; el hombre lo ha hecho desde hace mucho tiempo. El especulador ha abandonado su humanidad
para zambullirse en la animalidad, pero
sin perder la conciencia del daño que genera su conducta, que no responde a
otro instinto más que la angurria. Además, los buitres no matan a su alimento,
sino que esperan su muerte, aunque a veces puedan picotear algún bicho
agonizante. Paul Singer –emblema buitresco por excelencia- es peor que un
buitre porque ha potenciado un instinto
que no poseía. Pero el buitre humano no se preocupa por esas minucias,
porque practica la licantropía, no como
resultado de una maldición, sino por su absoluta voluntad.
El plan de estas
bestias es el que algunos candidatos a la presidencia pretenden aplicar. Por eso defienden a los personeros de ese
ideario en cada una de sus intervenciones mediáticas. Y ya sin ningún tipo
de disimulo. No les queda otra porque cualquier paso que den en sentido opuesto
los hará merecedores del garrote simbólico de los medios. Por eso prometen una vuelta al pasado que tanto daño nos ha hecho. Ellos
también padecen de licantropía voluntaria pero, en vez de transformarse en
lobos, vampiros, hienas o buitres, mutan
en inocentes falderos dispuestos a menear su rabo ante las palmadas del amo,
pero a mostrar sus diminutos dientecitos ante cualquier amenaza plebeya. Y, si
les da el ánimo, son capaces de practicar algún ridículo ladrido.
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