Che, esa famosa
mano, además de invisible, debe ser
bastante miope. Porque los precios internacionales de algunos productos han
bajado y por acá nadie se entera. La tonelada de trigo, por caso, disminuyó un 25 por ciento y eso
debería reflejarse en los derivados de la harina. El petróleo tuvo una baja de
nueve dólares y eso tendría que incidir en el descenso de unos puntos en el
precio de las naftas. Nada de eso pasa –o
al menos de manera notoria- porque estamos en manos de unos inescrupulosos que
manejan la economía al ritmo de sus angurrias. Encima, el presidente de la
UIA, Héctor Méndez, amenaza con acudir a la Justicia para conseguir una
cautelar que frene la Ley de Defensa del Consumidor. Antes de que se produzca
una nueva intromisión judicial como con la LSCA, que estuvo frenada cuatro años
en dos de sus artículos –los más necesarios- los miembros de la Corte
deberían manifestar algo al respecto. Porque si la de los setenta, con
penas de prisión y todo, era constitucional, ésta aún no estrenada también lo
es. Pero como la lucha contra las corporaciones –entendidas como aquellos
poderes no electivos- parece ser muy larga, deberemos armarnos de paciencia y consolidar con nuestro voto a los que
nos quieren defender en serio.
Un año atrás,
apenas terminadas las legislativas, los que se creyeron triunfadores comenzaron
su campaña presidencial, apostando tal vez a un recambio institucional
anticipado. Ahora, cuando falta un año
para las elecciones de verdad, ya están con la lengua afuera y el cerebro
trastocado. Tanto que no saben qué proponer. A sus habituales caceroleos -algo
impropio en ciudadanos con representación-, a su oposicionismo full time, a su
asistencia perfecta a los estudios televisivos, a sus incansables vaticinios
destructivos, ahora suman una deliciosa jugarreta: amenazan derogar lo que después prometen que no derogarán. Un guiño para los poderosos y un engaño
para los votantes. Claro, como el Infame Riojano confesó hace un tiempo: si
anunciaba en campaña lo que pensaba hacer en la Rosada, no lo votaba nadie. En
aquellos años, las promesas se basaban en la
revolución productiva y el salariazo. Ahora es conservar lo bueno y cambiar lo malo en cualquiera de sus
variantes. En ninguna de ellas se aclara
a quién beneficia lo bueno o perjudica lo malo.
Para echar luz sobre el tema y con una
obsecuencia vomitiva, el senador Ernesto Sanz se comprometió, en la madriguera
mediática, a derogar todo lo que moleste
al patrón. Un poco más astuto, pero no por eso más creíble, Mauricio Macri ahora dice que la AUH, la jubilación
estatal y la YPF recuperada se mantendrán de alcanzar la presidencia. Algo
totalmente opuesto a lo dicho unas semanas atrás. Pero como el caradurismo extremo rinde sus frutos en los reductos en
que se mueve, explicó que desde el oficialismo “agitan las banderas del miedo porque es el último recurso que le
queda a un PJ muy desgastado”. ¿Acaso no son ellos –todos- los que desde
hace casi diez años vienen diciendo que el país se va al abismo? ¿O qué otra
cosa significa la tontuela expresión “estamos
aislados del mundo”? ¿O cuando hablan de dictadura K, autoritarismo,
relato, inflación, inseguridad están tranquilizando
a los argentinos y afirmado que todo está muy bien?
Lo bueno de todo
esto es que no hay que ser muy astuto para descubrir a los falsarios. Sólo pueden creer en ellos los incautos
incurables, porque los odiadores no necesitan de la creencia para decidir su
voto. Los primeros son los que ni se enteraron del Arsat I; los segundos
son los que mascullan, casi envidiosos, descalificaciones insostenibles contra
ese logro nacional insólito. Los
primeros no aplauden a nadie porque no se atreven a comprender de qué va la
cosa; los segundos son los que aplaudieron los dos momentos de Macri:
cuando declaró que el Gobierno malgasta dinero en “empresas satelitales que no funcionan” y cuando ponderó el
lanzamiento del satélite y destacó la importancia de la investigación para el
desarrollo. Justo él, que no dudaría en
convertir al lavarropa espacial en un
jugoso negocio para sus amigotes, después de mandar a los científicos a
lavar los platos.
Lo opaco y lo brillante
Muy lejos del fin
de ciclo con el que tanto sueñan los agoreros, el Frente Para la Victoria sigue siendo la fuerza política más
convocante. Ninguna figura de la oposición podría realizar actos
verdaderamente masivos. Ninguno de ellos supera la imagen positiva ni la
intención de voto de La Presidenta, aunque no pueda presentarse. Ningún gobierno transitó el último tramo
con tanta firmeza y aceptación. Salvo el de Kirchner, claro está. Y,
finalmente, será también novedoso que un
presidente saliente entregue al entrante un país mucho mejor. Eso es lo que
ocurre desde 2003 y seguirá ocurriendo por mucho tiempo más, salvo que nos desviemos de este luminoso
camino que estamos transitando.
También, a
diferencia de las fuerzas políticas –es un decir- que pretenden conquistar la
alternancia, el oficialismo mantiene intacta la iniciativa política, mientras los otros siguen detrás de la
caprichosa y errática agenda mediática. Además, los candidatos
kirchneristas son los únicos que pueden compartir
un escenario y exhibir una indiscutible solidez en sus discursos. Con
matices y diferencias, que es lo que logrará conquistar la voluntad popular. En
cambio, los candidatos de la oposición
parecen recitar el mismo libreto y seguir la alocada agenda que ordenan los que
quieren recuperar el Poder.
El viernes, -entusiasmados
por el exitoso vuelo del Arsat y embelesados por la liturgia del día de la
Lealtad- los delanteros del oficialismo
salieron a marcar la cancha. Desde el partido de Moreno, los precandidatos
K mostraron sus distintas versiones del proyecto en curso y el firme compromiso
de garantizar su continuidad. Daniel Scioli, quien en los últimos días ha comenzado a abandonar la tibieza habitual,
criticó a la oposición porque “está
amenazando con derogar todas las leyes que hicieron avanzar en estos años al
país” y solicitó “duplicar los
esfuerzos y contrarrestar los ataques
corporativos”. Por su parte, Florencio Randazzo, que le sigue en las
preferencias, sugirió “tomar un
compromiso para que la política siga siendo independiente de los intereses corporativos”. De eso se trata:
que el país deje de ser manejado por quienes lo han conducido siempre hacia
la ruina en su exclusivo beneficio.
Muy lejos de tanta luz, el ex vice
Julio Cobos intentó seguir el juego propuesto por La Presidenta y, como era
previsible, otra vez terminó derrotado.
Ante uno de los micrófonos amigos, manifestó que CFK “intenta derogar la realidad, reemplazándola con un relato que la choca
y la niega permanentemente”. Y siguió, para tropezar con sus palabras: “no podrá derogar la esperanza y la ilusión
de miles y miles de argentinos que quieren una Argentina mejor y en paz”. Increíble que justo él, que es pre
candidato del partido que desencadenó la crisis de 2001, incluya términos como ‘esperanza’ e ‘ilusión’. Que él hable de paz
cuando intentó desgastar al gobierno del
que formaba parte, sumándose a la oposición para favorecer a los avarientos
estancieros, parece una falta de respeto.
Que él hable de relato, cuando sólo opina en base a los cuentitos que lee en el
ex Gran Diario Argentino, es un
despropósito. Él y todos los que se amontonan en la multicolor oposición son los que agitan miedo y elaboran su
discurso sobre situaciones que no existen. En definitiva, la victoria de
todos ocurrirá cuando comprendamos cuáles
son nuestros peores miedos y quiénes son los que, con sus relatos, los pueden
convertir en realidad.
Muy bueno Gustavo! Son tan predecibles que ya aburren...!
ResponderBorrarGracias. A mí me divierten, porque hacen cualquier cosa para conquistar a un puñado de individuos enfurruñados
BorrarExcelente....Como agregado del día: la encuesta de Poliarquia publicada en La Nación 26/10 para inducir a los distraidos: Como les preocupará el 40% de intención de voto actual, de este proyecto, "dicen" que lo que quiere el electorado argentino, son las medias tintas: O sea : el tuerto en el país que ellos consideran de ciegos...lo convierten en rey
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