Como el Autor de estos Apuntes
es un optimista crónico, siempre encuentra algo bueno en medio de lo malo: pocos aplaudieron la absolución de Cavallo.
Gran parte de la sociedad argentina lo reconoce como culpable de la mayor
catástrofe económica por la que pasó nuestro país. Y lo seguirá siendo por más que miles de jueces dictaminen su inocencia.
De cualquier modo, produce urticaria tanta impunidad, tanto servilismo hacia el
Poder Económico por parte de quienes tienen que hacer cumplir las leyes. Un gesto simbólico se les pedía a esos tres
jueces –apenas tres años sin cumplimiento efectivo- porque una condena no
sólo sanciona un hecho del pasado, sino
que pone límites hacia el futuro. ¿Qué dirá sobre esto el senador radical
Ernesto Sanz que, en su lanzamiento presidencial, prometió un país decente? ¿Esta será la decencia que pergeña para el
futuro? En cierta forma, el resultado estaba previsto: si habían sobreseído
a todos los involucrados, tanto banqueros como funcionarios, la absolución del ex ministro aparece como
el moño del paquete. Total, los giles pagamos -cuando nos dejan- las deudas que ellos contrajeron en su propio
beneficio. Y encima, tenemos que
aguantar las amenazas de los buitres y del juez municipal con ínfulas de
imperial.
A nosotros, la paciencia nos
sobra; podríamos exportarla y haríamos punta en una industria desatendida.
Porque, además de exculpar al ex ministro, esta
sentencia insultante resucitó a De la Rúa, que salió en defensa de su
gobierno. Aunque cueste creerlo, aseguró que si no hubieran interrumpido su
mandato las cosas no habrían acabado en estallido. Cavallo, en su alegato, fue
más ‘técnico’: “nos echaron del gobierno
cuando estábamos por concluir la reestructuración completa”.
¿Tenía
planeado hacer más daño, todavía? Que estos
jueces se hagan cargo de la monstruosidad que han dejado como herencia: una
puerta abierta para que un funcionario futuro traicione los intereses del país.
Si han recibido presiones para dejar en libertad a los que nos hicieron tanto
daño, sería saludable que lo denuncien. Y
si fue el dinero lo que influyó, son tan viles como los enjuiciados.
Calma, volvamos a lo positivo.
De las heridas, siempre debemos sacar fortaleza. Este lamentable episodio nos permitirá detectar con más facilidad a los
verdaderos enemigos. No a los adversarios, por más timoratos y serviles que
sean, sino a los que nos quieren aniquilar en serio. Esos que se esconden en
las sombras mientras sus peones preparan el escenario adecuado para retomar las
riendas. Ahora tratarán de convertir al dañino
economista en un mártir, limar sus asperezas, acicalar su imagen y
acercarlo poco a poco a los centros de decisión. Esos que rescatarán su obra y lo convertirán en referente para
reinstalar el modelo neoliberal que tanto añoran, son los enemigos. Sobre
ellos debe estar posada nuestra mirada vigilante para mitigar lo más posible su
capacidad de daño.
Congresistas
en fuga
Pero no es el único episodio
que da letra a los angurrientos. El juez Thomas Griesa se sigue enredando –con
riesgos de estrangulamiento- en su inconcebible fallo. Desencajado, extorsiona,
ordena, amenaza a pesar de no tener
autoridad para hacer tanto. Después de todo, si el BONY está fuera del
negocio del fideicomiso es por culpa de sus propias decisiones. Además, gracias a las operaciones de los medios
hegemónicos y los políticos de la oposición, todo lo actuado por el
Gobierno Nacional para terminar con este conflicto aparece deslegitimado. Esto
da pie para que el patricio magistrado intime a nuestro país y mande dar marcha
atrás en el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Menos
mal que el apoyo internacional sigue creciendo. Los países
que conforman el Mercosur, la Unasur, la Celac, los BRICS, el G-77 más China y
la ONU aportan su respaldo y sostienen la necesidad de regular las re-estructuraciones
de deuda. Hasta el FMI considera que la situación en la que se ha visto
involucrado nuestro país requiere reformular las normas financieras globales. Los únicos que nos han dado la espalda han
sido los exponentes de la oposición vernácula, salvo algunas excepciones. Un
dato para recordar: el oposicionismo
patológico parece convertirlos en traidores a la Patria.
Si bien nunca han cesado de
horadar la legitimidad del oficialismo conquistada en las urnas, después de las
elecciones legislativas del año pasado, recrudecieron sus pueriles y mediáticos
embates. Cuando todavía no había
terminado el conteo y faltaban dos años para los próximos comicios,
salieron los ilusorios triunfadores a
plantarse como candidatos a presidente. Para justificar semejante
apresuramiento, empezaron a hablar de transición, aunque no lo era, salvo que desde las madrigueras del Poder
se haya pergeñado una cadena de intentos destituyentes. Que los hubo, por
supuesto, aunque no tan efectivos. Ahora la consigna es la fuga, no sólo de
divisas sino de legisladores: como el
ideario que sostienen es tan nebuloso y errático, se niegan a todo debate;
como el casting del que participan exige
la oposición compulsiva por fuera de toda responsabilidad, han renunciado a
gobernar en representación de sus votantes; como sus argumentos están
inspirados en libelos de amplia difusión, sólo
recitan consignas vacías, incongruentes y contradictorias. Tal vez por eso
lo único que hacen es saltar de un club de amigos a otro de ex enemigos en una
coreografía absurda. Mucho ingenio para diseñar marcas y presentaciones, pero nada de voluntad para elaborar una propuesta
alternativa, en caso de tomar la posta.
Nadie puede predecir lo que
pasará dentro de un año, pero por lo que están demostrando ahora no merecen ni
un voto. Probablemente logren armar un cóctel
electoral que conquiste voluntades a fuerza de publicidad y promesas
vacuas. Tal vez ganen, pero no serán
ellos los que gobiernen. Quizá no se preocupen en elaborar un plan porque sólo les permitirán aplicar un modelo
estándar. En lo que va de este año, se han opuesto a todo lo que sea
defender los intereses de los ciudadanos y del país. Hasta han rechazado
participar de la aprobación del Nuevo Código Civil y Comercial, aunque sí lo
hicieron en su elaboración. Sin dudas, no
quieren contribuir a la construcción del país, sino a la destrucción del que
hemos conquistado con tanto esfuerzo.
En la primera parte de este
apunte, aparecieron los jueces que
avalan ilícitos y atropellan las instituciones. No sólo por lo de los
buitres y la absolución de Cavallo, sino por muchas tropelías más: una cautelar
que exime al diario La Nación de pagar una multa multimillonaria; otra cautelar
que frenó durante cuatro años la aplicación plena de la LSCA; el veto de la Corte Suprema a la
modificación del Concejo de la Magistratura, una sentencia inconstitucional que vulnera la independencia de los
poderes; la detención de la causa por la apropiación de Papel Prensa, con
delitos de Lesa Humanidad incluidos; el mediático e inconsistente proceso que
involucra al vicepresidente y todas sus seguidillas, más una vendetta que búsqueda de justicia.
En la segunda, el accionar
sumiso de los políticos de la oposición que los conduce a cualquier pisoteo
institucional. Sumisos al Poder
Económico más que obedientes al mandato recibido en las urnas. Ahora que
recrudece el conflicto con el Grupo Clarín con su resistencia a adecuarse a la
ley, ¿qué dirán estos eternos candidatos? ¿Propondrán
la derogación de la llamada Ley de Medios para recibir una tierna caricia del
amo? El que sirve al malvado, al principio puede despertar lástima pero, a
la larga, termina dando asco. Y no hay que olvidar que, con el tiempo, se termina contagiando de tanta maldad.
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