Muchos hinchas de Rosario Central han decidido no
votar a Macri: suponen que con él como
presidente, Boca ganará todo sin necesidad de jugar. No será para tanto
pero por ese detalle no se debe decidir el voto, aunque sume a la causa
patriótica. Quizá sea un punto más, entre tantos, pero menos importante que lo que Macri representa. Ese sí es un aspecto
a tener en cuenta. Cuando el ciudadano vota, está eligiendo un representante; alguien que porta un mandato, una voluntad
compartida. Quien se alce con el triunfo deberá gobernar en beneficio de
esa mayoría, algo que, por supuesto, no
hará Macri. Él ya tiene un mandato y tiene a quién representar. El Ingeniero pertenece a un sector que en
otros tiempos no necesitaba de los comicios para gobernar. O sí, pero los
resultados nunca alteraban el poder que blandía ese puñado de privilegiados. A
principios de este siglo, algo alteró la
monotonía de crisis en la que
estábamos envueltos y pasaron estos años insólitos. Ahora estamos en una
disyuntiva crucial. No será una opción más, sino una elección que, para bien o mal, quedará para la historia.
En los almibarados discursos de campaña, el
procesado y pluriencausado Alcalde
porteño exuda promesas de amor y paz. La
unión de los argentinos es la imagen que proyecta para el futuro. Por
supuesto, en el encuadre de esa foto no entran 40 millones. Con todo lo que ha
dicho en estos años en contra de La Cámpora, sus militantes ya están afuera. Los beneficiados por los planes, como hace años que no existen,
tampoco estarán. Ni los panelistas de 678 o cualquiera de los profesionales encuadrados en el periodismo militante, mercenarios del
gobierno o demás expresiones similares. Tampoco estarán los seguidores
de Milagro Sala, pues el reciente gobernador electo, Gerardo Morales anunció que en Jujuy “no va a haber más Estados paralelos”. Algunos empleados públicos no entrarán en la postal ni los
asalariados que se vean afectados por los recortes y devaluaciones que traen en
carpeta. Menos aun los que quieran
protestar por el cierre de fábricas que devendrá cuando las importaciones las
hagan innecesarias. Y los jubilados que, después de que se vendan las
acciones de la ANSES y se bajen o eliminen impuestos, no tendrán nada que cobrar o no alcanzará para mucho con la inflación
venidera. Ni los gobernadores, que quedarán fuera del reparto de los 15 mil millones de pesos en obras públicas que proviene
del fondo sojero. Ni los pequeños y medianos empresarios, que verán desmoronarse el emprendimiento
que han construido con tanto esfuerzo. La foto de la Argentina unida que
Macri pergeña no será una panorámica
sino una de fin de curso, donde una veintena de ricachones sonríe después de haber timado, una vez más, a
casi toda la población.
Tal vez Macri podría unirnos, pero en su contra. Y no es para menos. El video que se difundió con
las declaraciones de Alfonso Prat Gay, el favorito para el ministerio de
Economía, bastaría para cercenar su camino a La Rosada. Pero no, parece que mientras más muestran lo que en
verdad son más simpatía despiertan entre sus confundidos votantes. Si en
una de sus intervenciones, el candidato dijera, en un lapsus fatal, “en mi gobierno van a estar peor que nunca”,
seguro lo aplaudirían hasta ampollar
las manos.
Amarillo grieta
Como muchas veces ha hecho Mauricio Macri, Alfonso Prat Gay despreció al país profundo.
Como también lo hacen a diario los medios que han logrado convertir a este Club de Élites en un partido político de alcance
nacional. Y como siempre, buscan generar confusión. Si el gobierno de Menem
multiplicó la deuda, desmanteló la industria nacional, regaló nuestro
patrimonio y propagó la pobreza no fue
por la riojana procedencia de su conductor sino por poner el mandato popular en
manos del Mercado. Si hoy repudiamos con furor el gobierno de Menem no es
por su caudillismo, sino por su ideario
cómplice con los enemigos de todo pueblo. La mentira es que Prat Gay simule
el rechazo a los noventa, modelo que
quiere restaurar Macri y su pandilla de saqueadores.
Menem conquistó la voluntad popular para regalar el
país a fuerza de engaños y carisma, tal como está haciendo Macri en su campaña.
No importa de dónde venga el presidente
sino hacia dónde nos conduce. Con devaluaciones, ajustes, quita de
subsidios y liberación del comercio exterior nadie puede confeccionar un país equitativo, sino uno muy desigual.
Y esto no es meter miedo, sino realizar una advertencia sobre lo que ya hemos padecido no mucho tiempo atrás.
¿Para qué meter el dedo en el aceite hirviendo si ya sabemos que quema? ¿O
acaso es mejor abandonar nuestros sueños de país desarrollado y soberano para vivir en una colonia próspera con
pocos beneficiados? ¿O las seguras víctimas que votarán a Macri no perciben
el tufillo traicionero, el doble discurso, las
ansias nefastas de sus economistas?
Pero parece que está
de moda ser un autómata guiado por
titulares amañados, mentirosos, aberrantes en lugar de ser un ciudadano libre, informado y con memoria histórica.
Se conmueven con la recuperación de un nieto y votan por el que prometió “terminar con el curro de los DDHH”; lagrimean con la foto de un hambriento y deciden sentar al Mercado en el sillón de Rivadavia; se emocionan
con la celeste y blanca y facilitan el acceso de los que quieren abrir nuestra
frontera para que nos invadan capitales
golondrina y buitres voraces; celebran que Macri prometa una educación de
calidad pero ni se enteran de que su
partido votó en contra de la ley de
gratuidad universitaria.
¡Cómo se borrarán las sonrisas triunfales cuando
vean el verdadero rostro del monstruo
que están por elegir! Ya lo pueden ver, pero
se niegan. Ya pueden oír sus planes, pero
taponan sus oídos. Y hasta lo pueden experimentar con un poco de memoria, pero prefieren la amnesia. No se
preguntan cómo podrá gobernar el país alguien que lo desprecia, lo desconoce, lo entrega. Quienes engrosan los
números del PRO sin pertenecer a esa clase se
creen libres pero han elegido estar sometidos a una pantalla. Si eligen ser
colonia será porque ya están colonizados.
Mientras tanto, dos malones avanzan hacia el centro del país: uno desde el norte y el
otro desde el sur. Mansos, felices,
solidarios se dirigen hacia esa franja amarilla que divide en dos el mapa.
Los medios hegemónicos dicen que es una grieta que empezó con el kirchnerismo.
Los demás decimos que esa grieta existe
desde siempre pero en estos últimos años se desmoronó el yeso que la
disimulaba. Y descubrimos que en ella se
esconden los enemigos de antaño, pero con distinto nombre. Conquistadores,
realistas, cipayos, unitarios, conservadores, oligarcas, golpistas ahora son las corporaciones, el
establishment pero siguen siendo un
manojo de angurrientos que se quieren enriquecer con el fruto de nuestro
trabajo. Tanto los de ayer como los de hoy, quieren regalar el país para sacar su tajada. Los malones avanzan
sobre la grieta no para repararla –que es imposible- ni para disimularla, sino para rescatar a los confundidos que
están atrapados en ella. La grieta ha estado y estará para siempre; lo importante es tener controlados a sus
convencidos y peligrosos ocupantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario