No todo está perdido. No nos demos por vencidos ni
aún empatados. Estos doce años no se
podrán borrar de un plumazo. Primero, lamemos nuestras heridas; segundo,
pasamos las facturas correspondientes sin
provocar rupturas innecesarias; tercero, nos preparamos para defender los históricos logros que nos
enorgullecen; y por último, aguantar
este paréntesis para preparar el retorno. La resistencia estará en el
Congreso, donde el kirchnerismo conserva un número importante de diputados y
senadores. No hay un cambiemos absoluto ni un continuemos en
retirada. Si la mitad del país espera el fin de las confrontaciones, la
otra mitad está dispuesta a dar batalla para proteger los derechos
conquistados. No va a ser tan fácil
desandar el camino de bienestar que estamos transitando. Ni siquiera la
excusa de la “pesada herencia” con
que tratarán de justificar los recortes
y supresiones, aunque impuestas desde la hegemonía mediática, será aceptada
por la mitad de la sociedad.
Si hay una derrota, es cultural. Esa batalla que
creíamos ganada, la hemos perdido. Al menos, por ahora. Los globos y las frases de autoayuda lograron opacar convicciones,
argumentos y memoria. La bulla superficial se impuso a los fundamentos. El marketing y el rating vencieron a la
política. Por poco, pero vencieron. En todos estos años no se pudo desarmar
la parafernalia mediática. Detrás de la libertad de expresión se
escudó la prepotencia manipuladora. Sólo por eso Macri es el nuevo
presidente y lo seguirá siendo hasta que le
suelten la mano porque no pueda ceder más sin desangrar al país.
Por si algunos lo olvidaron, detrás de esas promesas de amor y paz se escudan los peores intereses.
El Estado de Macri no será una barrera de protección para los más vulnerables,
sino una invitación al saqueo de todos
nuestros bienes. Y no será una sangría lenta, sino vertiginosa. La
liberación del dólar, la apertura del comercio exterior y la quita de impuestos
a los que más tienen serán los primeros pasos para calmar esas ansias. Pero no serán los últimos. Después de
doce años de contención, tienen una
lista enorme de demandas. La restauración del modelo del derrame es el
sueño hecho realidad. Para Ellos, por supuesto. Para nosotros, la pesadilla. Cuando se multiplique la desigualdad,
cuando las fábricas se conviertan en estacionamientos o en criadero de ratas,
cuando la deuda externa se acreciente para engrosar cuentas en paraísos
fiscales, ya no habrá nada más para
sacarnos y el nuevo presidente se convertirá en un escollo. Recién entonces
los titulares empezarán a hablar mal de él.
El casi empate que empodera
Todavía no asumió y ya comienzan los reclamos. La
Nación pide clemencia para terminar
con “el
vergonzoso padecimiento de condenados,
procesados e incluso sospechosos de la comisión de delitos cometidos
durante los años de la represión subversiva y que se hallan en cárceles a pesar de su ancianidad”. La
‘represión subversiva’ es terrorismo de Estado y los delitos son de Lesa
Humanidad, vale aclarar. Amnistía,
indulto, amnesia es el pliego de condiciones de La Tribuna de Doctrina para
un futuro de concordia. Después de haber convertido en presidente a Macri, Clarín,
por supuesto, exigirá la derogación de
la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o, por lo menos, su congelamiento a perpetuidad. Estos
son los primeros lineamientos políticos que limitarán al nuevo mandatario, que
estará entre la obediencia debida al Poder Real, por un lado y las trabas
legislativas y la resistencia popular, por el otro.
Aunque se sienta ganador, apenas es algo más que un empatador.
El 51 y pico que apoyó el deseo de cambiar es más difuso que el 48 y tanto que conquistó
Scioli, más por espanto que por amor. La
idea de cambio que lo condujo a La
Rosada tiene tanta ambigüedad que se puede disparar para cualquier lado.
Tanto, que el cambio que propone dejará con las ganas a muchos. Pero la
otra casi mitad está convencida de que hay
valores que se deben defender con uñas y dientes: soberanía, equidad, dignidad.
El único cambio que aceptará esa mitad es, sino la profundización, al menos la preservación de las conquistas de estos
años. De todas las formas posibles, los de esta mitad debemos evitar que cambien futuro por pasado.
Que Macri se haya convertido en presidente, más que magia es brujería. Lo imposible
se hizo real. Mientras los números danzaban ante nuestros ojos y achicaban la
brecha, esperábamos, como siempre, el
gol en el último minuto. Pero se pinchó la pelota y esta mañana, cuando
despertamos, la pesadilla continuaba.
El pecho no soporta tanto dolor y las lágrimas deshidratan el cuerpo. Como con
la re elección de Menem, cuando uno se
sentía solo, traicionado, rodeado. Ahora estamos más maduros y sabemos cómo detectar trampas y operaciones.
Además de conquistas impensadas, estos doce años nos han hecho madurar, comprender, conocer cosas que antes pasaban a kilómetros de
nuestro entendimiento. Eso sí, en ningún libro podremos encontrar la
explicación para este suicidio masivo. Esta mitad no permitirá que se pierda nada de lo que hemos conquistado en
manos de esa propuesta tan vacía,
confusa y peligrosa.
A partir de ahora, deberemos acostumbrarnos al papel
opositor. Pero no como una venganza por cómo nos han hecho padecer en estos
tiempos, negando legitimidad,
menospreciando a la mayoría, denostando cualquier propuesta, inventando patrañas y magnificando
incidentes. Ya les enseñamos a rescatar un país; ahora les mostraremos cómo
actúa una oposición con responsabilidad constructora. No debemos ser caceroleros ni criticones. Sólo nos opondremos a la entrega de nuestro patrimonio, a la pérdida de
soberanía y a la renuncia de nuestros derechos. También debemos memorizar
las propuestas de sus spots de campaña, el
único programa concreto de gobierno con que han conquistado la voluntad en
las urnas. Todo lo que no sea amar,
proteger, ayudar, mantener, unir o hacernos más felices debe ser rechazado de
plano. Fuera de eso, pueden hacer lo que quieran.
Esta mitad está triste, sorprendida,
angustiada. En un par de
semanas despediremos a Cristina y no quedará nada de ella en la Casa de
Gobierno, pero mucho en nuestros
corazones. La despediremos alegres, pensando en su retorno. Los que querían
unirnos nos han partido en dos. Y nos quedaremos apenados, huérfanos,
indefensos, sabiendo que la otra mitad amenaza
con pisotear las flores más hermosas de nuestra Patria.
Los que buscaron un cambio, lo tendrán, drástico, absoluto. En mis largos 57 años es la primera vez que despido a un gobierno con pena, deseando que se queden y no que se vayan lo antes posible. Espero que los que votaron a "Cambiemos" despidan, en su momento, a su líder con pena también y no deseando que se vaya lo antes posible.
ResponderBorrarY es la primera vez que muchas cosas, entre ellas, que no votamos en crisis, que hay cierto bienestar, que hay ocupación y consumo récord y que no hay una espada sobre nuestras cabezas, salvo el gobierno entrante. El enojo pasó para dar paso a la tristeza y a la nostalgia. Sólo espero que este mal trago no sea tan terrible como uno supone. Pero lo será
BorrarEstamos preñados de futuro. Estamos en estado de deseo. Estamos dolidos y ardientes de paciencia. Faltan menos para el décimo dia de diciembre/2019. Ese luminoso dia de justicia nos juramos por la viva memoria de los que no están que volveremos, Por la vida, por la justicia, por el amor sin remilgos a una Patria Grande donde el dolor se mida en el espejo del odio y redimido de sí mismo, nos miremos a los ojos del otro y nos veamos a nosotros mismos, más puros, más sinceros, más tiernos. Volveremos
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