Una vez más, el kirchnerismo
demostró su fortaleza en la plaza. Sin la excusa de los recitales ni la promesa
de choripanes aguados, la multitud
volvió al escenario más importante de nuestra historia. Si el repentino y
violento fenómeno climático obligó a suspender lo que estaba programado, la
fiesta improvisada tuvo una mayor potencia. Aunque el clima forzó a un acto interior, el calor del exterior dispuso
otra cosa. La Presidenta desafió los peligros de electrocución y brindó diez
minutos de lo que más disfruta: el contacto con su pueblo. Con un poco de
malicia, uno podría preguntarse quién de los que pretenden ocupar la
presidencia el próximo año goza, al menos, de la mitad de semejante
convocatoria. ¿Cuál de todos esos que
simulan tenerla clara despertaría
tanto entusiasmo en los votantes? Si la estrategia de la campaña opositora
se basa en el augurio del fin de ciclo y
en la promesa de cambiar todo, con una mano en el corazón, está condenada al fracaso.
Porque una vez más la mística K que tanto desprecian demostró que los planes para el futuro no incluyen de ninguna manera el
retroceso a los peores momentos de nuestra historia.
Por eso, Mauricio Macri nunca intentará
modificar la posición del PRO hacia los DDHH. Ni la podrá disfrazar de ninguna manera. Al decir curro, además del desprecio al que
estamos acostumbrados, antepone un caso de estafa a uno de los organismos para desestimar una amplia política de
recuperación de la memoria y el castigo a los culpables del genocidio. Un
recurso que se conoce como metonimia,
que significa tomar una parte como si fuera el todo. Sin dudas, el latrocinio
de Shocklender a Sueños Compartidos le sirve como excusa al Alcalde Amarillo para anunciar que durante
su gobierno los DDHH no tendrán ningún lugar. O que serán para la gente decente, como graficó hace unos
años un falso ingeniero que tuvo súbita notoriedad por convertir en marketing
un drama familiar. Este candidato al
fracaso ya está señalando la cancha y dentro de sus límites cabe muy poca gente.
Tampoco Sergio Massa logrará
engañar a muchos votantes con sus teatrales
gestos y sus naderías discursivas. Prometer que no vivirá en Olivos no
expresa un plan de gobierno. Ni nada de lo que dice lo hace. Una nada con
formato de mucho. Palabras vacías que no
conmueven ningún corazón y una mirada que genera más temor que confianza. Un
spot no autorizado para su difusión mostraba a un tigre eligiendo con su garra
una hamburguesa de moto-chorro del
menú de un restaurante. Mensaje que,
además de vacío, es atroz. Lo que está detrás de su candidatura -esos
rostros feroces que ninguna máscara puede ocultar- sólo despierta pavor. Por más fortunas que blanquee con su
campaña, el ex intendente de Tigre no llegará a La Rosada.
Los demás opositores tampoco
podrán despojarse del estiércol con que
cargaron sus mochilas. Siempre recordaremos que Cobos traicionó el mandato
de las urnas, que Sanz denunció que la AUH se iba por “la canaleta del juego y de la droga” y que Binner seguirá votando
por Capriles, muy confiado en la mano invisible del mercado. El nuevo
país que ofrecen es el viejo laberinto del terror que estamos abandonando.
Y eso no se disfraza con ningún artilugio. No
existen posibilidades de camuflar tamaña monstruosidad. El futuro los
espera para que sigan refunfuñando por los rincones, serviles al Amo y temerosos de su enojo, olvidados como un juguete
que ya ha dejado de entretener o un utensilio que no sirve ni como nostálgico adorno.
Un
sábado para enmarcar
En la tarde del sábado, muchos
pensamos que la lluvia era un nuevo artilugio de los carroñeros para arruinar
la fiesta de la democracia. Pero ocurrió
todo lo contrario: convirtió el festejo en un nuevo episodio épico. “La democracia no se suspende por mal
tiempo”, anunció CFK, apenas comenzada la Cadena Nacional. Ese era el tema:
hablar de la democracia y su sentido. Como siempre, la historia estuvo presente
en su discurso, como contraste de lo que
estamos disfrutando, como faro para el futuro. “Desde 2003, con errores y aciertos el kirchnerismo ha comenzado a
construir la noción de igualdad en Argentina”, algo esencial en una
verdadera democracia. Sin la igualdad como
meta, la democracia es sólo el capítulo de un manual.
Para descreídos y
desmemoriados, La Presidenta realizó un rápido recorrido por las principales
medidas que convierten a estos once años en los mejores desde 1983. Lejos del 25 por ciento de desocupación y
de la pobreza que sacudía a la mitad de la población a principios de siglo,
vivimos números diferentes como resultado de “cambiar la matriz del modelo económico, de industrializar el país, de
crear millones de fuentes de trabajo”. Y gracias a eso protagonizamos la recuperación de numerosos derechos, se profundizaron
otros y se alcanzaron conquistas impensables en otros tiempos. Gracias a
eso, tenemos el sistema jubilatorio más abarcador, una educación pública,
gratuita, inclusiva, una mejora en la
calidad de vida de los trabajadores, un desendeudamiento que provoca la envidia de muchos países y la angurria
de los buitres, una integración regional que nos fortalece y mucha memoria,
verdad y justicia.
Un pequeño contraste: ajeno al
nuevo aniversario de la recuperación de la democracia, Mauricio Macri se paseó por otras latitudes. Una foto con Ángela
Merkel lo confirma. Y para demostrar el patriotismo PRO, el legislador Cristian
Ritondo dio el puntapié inicial a la
campaña presidencial en Miami, capital mundial del auto-exilio para los que
no tienen patria. Allí también estuvo el ex periodista Jorge Lanata, destilando su veneno y alimentando los
prejuicios de los caceroleros versión Disney. Los demás candidatos, en
estos días, se escondieron. Si el radicalismo organizó algún acto para recordar
que la vuelta a la democracia los tuvo como protagonistas, nadie se enteró.
Mientras dicen que Binner quiere volver a la gobernación de Santa Fe, Massa recorre salones minúsculos como si
estuviera conspirando. Y el resto hace lo que puede.
Estas torpezas de los
candidatos de la oposición fueron advertidas por La Presidenta y las convirtió
en discurso. La oposición se muestra “como
si fuera un shopping en el que hay veinte marcas diferentes de zapatos”, ironizó pero “la historia dice que en la Argentina siempre hubo dos proyectos”. Uno apátrida, entreguista, traicionero que
comenzó con Rivadavia y culminó en 2001 en una dramática explosión. Este
proyecto es el de “los que siempre
estuvieron a favor de la rendición”. “¿Qué diferencia hay entre los que le
decían a Belgrano que se entregue y los
que me dicen a mí que negocie en cualquier término con los fondos buitre?
No hay ninguna diferencia”, desafió La Primera Mandataria.
El otro proyecto es éste, el
que nos hace sentir orgullo, el que nos emociona, el que nos invita. Una construcción que nos incluye y nos
convoca. Un camino que nos entusiasma. Un
futuro inundado de ‘nos’ porque no puede ser más que colectivo. Un presente
en el que todos nos hemos vuelto jóvenes. Cuánto vacío para llenar cuando Ella
no vista más la banda. ¡Qué minúsculos parecerán los que la sucedan! La lluvia,
en realidad, más que frustrar la fiesta, extendió
su refrescante riego para que las flores estén más lozanas y coloridas.
Alguno debe haber pensado que no era lluvia sino lágrimas emocionadas de los
héroes que por fin ven concretado el
país por el que tanto han bregado. Tal vez sea demasiado, pero cuando la épica se entrecruza con la mística,
todo es posible.
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