miércoles, 17 de diciembre de 2014

Viejos argumentos sin maquillaje



Desde ahora y para siempre, descolgar un cuadro tendrá su precio. Aquel 24 de marzo de 2004 no fue un día cualquiera ni una pose para una foto impactante, sino el inicio de una nueva historia. Desde ese día el país comenzó a despojarse de sus máscaras. Ninguna democracia podrá ser completa mientras siga honrando a sus dictadores. El presente de Chile, Brasil, España demuestra que las alfombras no pueden esconder semejante basura durante tanto tiempo. En cambio acá quedan pocas máscaras y eso parece descolocar a unos cuantos. Mientras los juicios se destinaban a militares sanguinarios y algunos civiles desconocidos, sólo un puñado de apologistas hacía oír su extemporánea voz. Pero cuando deberán sentarse en el banquillo muchos empresarios que han sido instigadores y beneficiarios del sistema económico impuesto en aquellos años oscuros, algunos candidatos amenazan con poner un freno. Macri y Massa fueron los primeros en sincerar lo más oscuro de sus pensamientos. Después de esto, otros se sumaron con aclaraciones poco convincentes, lo que deja al desnudo cuánto incomoda este tema en algunos sectores. Bajar un cuadro tiene su precio y también sus consecuencias, pero es lo más saludable para construir un país que quiere abandonar para siempre los peores fantasmas del pasado.
Macri empezó con lo del curro de los DDHH y después, intentando diferenciarse –aunque de peor modo- Massa se sumó con su propuesta de cerrar esa etapa. El Alcalde Amarillo no se embarró con explicaciones, pero sus laderos sí. En cambio, los guionistas del ex intendente de Tigre y diputado en ausencia perpetua agregaron un ‘bien’ que le aporta mayor confusión. Tanto esto como lo de “mantener lo bueno y cambiar lo malo” son conceptos tan imprecisos que suman más ambigüedad a sus no-propuestas de campaña. Y después aprovechó para destinar palazos: “me parece que el Gobierno olvidó que hay nuevos derechos humanos. Las víctimas de la inseguridad tienen derechos humanos, los chicos que son víctimas de las adicciones tienen derechos humanos, las comunidades como Tartagal, que no tienen agua, tienen derechos humanos, los jóvenes que no tienen casa tienen derechos humanos”. Un licuado manipulador que sólo busca alimentar titulares mediáticos y extraviar una política ejemplar como la recuperación de la memoria, la búsqueda de la verdad y la aplicación de Justicia.
Massa declaró que hay que cerrar esa etapa, por lo que su concepción inicial se relaciona sólo con los juicios a todos los implicados en el terrorismo de Estado. Lo otro que añade es puro verso, inspirado por sus intenciones conciliadoras, sobre todo con los integrantes del Círculo Rojo. No es lo mismo un Estado que secuestra, tortura, desaparece y se apropia de bebés que un delincuente que asalta, golpea o mata a un ciudadano. El primero es una atrocidad sistémica de lesa humanidad; el segundo es sólo un delito cometido por un individuo descarriado. Cualquier equiparación conlleva una intención malsana. Estos días estuvieron atravesados por los mismos argumentos de siempre: los dos demonios, la reconciliación, la venganza, el perdón. El cuadro que ordenó bajar Kirchner todavía sigue molestando. No sólo eso: también asusta.  
La hipocresía de siempre
Con una agudeza que no hiere a nadie, Sergio Massa introduce la idea de los nuevos derechos humanos. ¿Desde cuándo la seguridad, el agua, la protección a la niñez, la vivienda son derechos nuevos? Tan nuevos que están incorporados en nuestra constitución desde 1994. En realidad, el único derecho que parece interesarle es el de la propiedad privada de los que más tienen. Lo otro es simulacro. Un reproche sin argumentos. En un país que ha padecido la desigualdad durante tantos años, siempre encontraremos ciudadanos a los que hay que rescatar del olvido. No se alcanza la equidad con un toque de la varita mágica, como nos quieren hacer creer personajes como éste. Menos aún cuando la resistencia de una minoría enriquecida a nuestra costa dificulta todo intento de redistribución del ingreso.
Ahora hablan de DDHH los que apoyaron y se beneficiaron con la dictadura, los que instigaron devaluaciones, los que aplaudieron privatizaciones, exigieron ajustes y festejaron el endeudamiento del país. Esos que mienten, tergiversan, difaman y sentencian desde los medios hegemónicos, esos que conspiran para voltear a CFK desde principios de 2008, esos que buscan restaurar el modelo importado que nos dejó en la lona, los que fugan, evaden y especulan, ésos son los que ahora obligan a los siervos de la oposición a horadar la políticas de DDHH. Esos que resguardan sus privilegios son los que ahora pretenden pontificar sobre los derechos que han pisoteado durante tantas décadas. Y se la pasan haciendo reproches al único proyecto de país de los últimos tiempos que se ha empeñado en conquistar derechos para la mayoría de los argentinos.
Aunque muchos intenten minimizar lo de la década ganada, nunca hay que olvidar que comenzamos este siglo con el fango hasta el cuello. ¿Acaso algún alucinado pensaba en aquellos tiempos en la salud dental de los menos favorecidos? Si más de la mitad de la población apenas tenía para comer, qué importaba el estado de su dentadura. ¿Alguien pensaba en repartir computadoras a alumnos y profesores cuando las escuelas tenían el comedor como su principal función? ¿O en calefaccionar los salones cuando muchos edificios apenas tenían paredes? Si hasta organismos internacionales como la OCDE –que nuclea a 34 países con el 80 por ciento del PBI mundial- y la ONU destacan que Argentina es el país que más ha invertido en educación en América Latina.
También en el derecho a la vivienda el Estado K ha extendido su mano, brindando soluciones habitacionales a los que ni siquiera soñaban con eso. Tampoco soñaban con jubilarse los trabajadores informales o los estafados por sus patrones, ni las amas de casa o las trabajadoras domésticas. La mayor cobertura previsional de toda la región con una obra social que satisface las necesidades de la salud de nuestros viejos, además de ofrecer actividades recreativas que contribuyen a la socialización, la recreación y el aprendizaje de disciplinas gimnásticas, artísticas e informáticas. Antes los trataban como trapos viejos y ahora como sujetos de derecho con mucho para disfrutar y mucho más para recibir. Esto sin hablar del incremento del consumo y de las escapadas vacacionales de los que nunca habían planificado algo así.
¿Qué derechos pueden garantizar aquellos que sólo prometen beneficiar a los poderosos con la eliminación de las cargas impositivas, la liberación del dólar y el endeudamiento compulsivo? ¿Qué futuro espera a los que están en la base de la pirámide social si llegan a la presidencia los que aseguran que hay que bajar el gasto público? ¿Qué podemos esperar de todos los que sólo piensan la seguridad desde la vigilancia televisiva, la represión y el castigo? Un Estado mínimo que se convertirá en cómplice de las corporaciones económicas y sus cortesanos, acólitos y sirvientes. Mientras los medios hegemónicos pisotean nuestro derecho a la información con sus fantasías noticiosas y sus descabellados análisis, La Presidenta sigue sumando felicidad para su pueblo. El lunes, cuando anunció el programa “Argentina Sonríe”, las 4,7 millones de netbooks y los aportes a las escuelas para mejoras edilicias, nos regaló una frase para sostener como faro: “Estado e igualdad son dos términos inseparables”. Olvidar esta idea nos hará retroceder varios casilleros, justo cuando estamos llegando al final del juego y casi lo tenemos ganado.

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