Con un sutil
toque de machismo, es posible afirmar que todas las mujeres son iguales: cuando alcanzan la presidencia, se les da
por acumular hoteles. Al menos eso es lo que se desprende de numerosos
chismes sureños que toman forma de denuncias periodísticas para convertirse en categóricos aprietes judiciales. Indudablemente, en nuestro país todo se
transforma. El estigma del último año de gestión, el pato rengo, también sufre mutaciones. De pato rengo a pingüina con fractura
de tobillo. Pero que no se ilusionen los agoreros que quieren apropiarse
nuevamente del país: con yeso o bota
ortopédica, los pasos seguirán siendo firmes y constantes. Sobre todo
porque hay una multitud que los valora y no está dispuesta a abandonar este
sendero.
Algunos
colonizados por los medios hegemónicos interpelan en la calle a los
consustanciados con este proyecto, no para brindar argumentos atendibles sino
para recitar la retahíla de denuncias
con que se alimentan a diario. Imposible contener semejante catarata. Mientras unos se apoyan en falacias, los
otros persiguen ideas. Las denuncias pueden estar basadas en hechos reales,
pero también podrán ser mentira. Las
ideas, en cambio, escapan de esa lógica binaria entre lo que es y no es. Las
ideas podrán evaluarse como buenas o malas, convenientes o inconvenientes,
realizables o irrealizables, pero nunca serán mentira. Porque son ideas y no
sentencias. Las denuncias, en cambio,
son condenas de anticipación que destilan los que no entienden, elaboran ni
aceptan ideas. El denuncismo es la excusa de los que se oponen a lo que no
comprenden ni intentan comprender. Para una minoría odiadora es más fácil
asimilar la corrupción como un mecanismo
para rechazar un gobierno que recorrer los logros alcanzados para mirarlo
con un poco más de simpatía.
Si no, qué otro
justificativo puede tener la negación absoluta del concepto La Década Ganada. Los más creativos lo
transforman en la década robada o,
apelando a la raigambre lunfarda, afanada.
Estos juegos verbales sólo buscan alimentar a los prejuiciosos y distraer a los
desprevenidos. Pero nunca podrán ocultar
el volumen de lo conseguido, no por los funcionarios oficialistas, sino por
una parte importante de la población, para no decir todos.
La Década Ganada
apela a la comparación con una de las más profundas crisis que hemos padecido y
es indudable que, en relación con esos
dramáticos momentos, estamos mucho mejor. Quien niegue esto tiene dañada la
percepción o sus intenciones son malignas. Si
considera que aquello es mejor que esto, será porque le gusta ver sufrir a sus
semejantes. Pero la mayor virtud de esta década es que la mejoría no ha
sido temporal ni limitada sino que se
viene prolongando desde hace mucho y se supera a sí misma. Una gradualidad
ascendente de la que no habíamos gozado en mucho tiempo. Y con la certeza de
que no tendremos sorpresas que nos hagan perder lo conquistado. Salvo que olvidemos todo esto y nos dejemos
embaucar por los predicadores de la no-política.
Un balance evidente
Pero por lo que
parece, el riesgo es leve. Casi todas las encuestadoras coinciden en señalar al
kirchnerismo como la fuerza política con
mayor intención de voto y que con un pequeño esfuerzo logrará conquistar la
presidencia en primera vuelta. Los demás aspirantes suben y bajan pero no se apartan demasiado del segundo o tercer
puesto porque disputan por el mismo electorado: el que no quiere saber nada
con los K, así hayan llevado adelante
los mejores gobiernos desde el retorno a la democracia. Ni siquiera
apelotonándose en una única fuerza opositora lograrían demasiado, porque nadie
les creería. Con ese engendro no podrían garantizar la gobernabilidad y ya
sabemos que, cuando la política no
gobierna, gobiernan los poderes fácticos. En ese escenario que hemos
padecido tantas veces, los intereses minoritarios pisotean todo derecho colectivo y la desigualdad se acrecienta hasta
dejarnos en el fondo del más profundo pozo.
Aunque todavía
quedan sectores desprotegidos que no han sido alcanzados por la mano del
Estado, numerosos informes de organismos
internacionales destacan los logros en la disminución de la pobreza. El Hambre
Cero ya es una realidad, de acuerdo a lo anunciado por la FAO y la Red
Solidaria. De aquel lejano 50 por ciento por debajo de la línea de pobreza a
comienzos de siglo a menos de un 6 en los últimos años. Todavía es mucho para un país como el nuestro, pero combatir la
desigualdad no debe ser obligación sólo del Estado Nacional. Gobernadores,
intendentes y jefes comunales también deberían dedicarse a la tarea de generar
empleo y detectar aquellos núcleos aún postergados. Además, los enormes y grandes empresarios deberían preocuparse por invertir parte de las
suculentas ganancias que han obtenido para generar nuevas fuentes de trabajo,
en lugar de guardar los fajos bajo el colchón y lamentarse por los estragos que
dejan a su paso. Precisamente es la
mezquindad de estos sectores que, con la especulación, la fuga, la
inflación y sus prácticas cuasi mafiosas dificultan
la vida doméstica de gran parte de la población.
La AUH es uno de
los pasos que ha logrado aliviar las angustias de madres desocupadas o con
trabajo informal. Nadie se atreve oponerse a esto, aunque algunos conciudadanos confundidos o prejuiciosos mascullan por los
rincones que a ellos nadie les ha
regalado nada o que algunas se
embarazan por los planes. No es un regalo, sino un derecho a una niñez más o menos digna lo que se garantiza con
esto, más la obligatoriedad escolar y los controles sanitarios.
Pero no sólo la infancia
está protegida en sus necesidades básicas. Las
sucesivas moratorias previsionales han logrado incluir a muchos ancianos que ni
soñaban con gozar de una jubilación. Desde mediados de septiembre, cuando
se habilitó una nueva moratoria, ya se
han incorporado al sistema más de 140 mil personas y la proyección es que
en el primer trimestre de 2015 accederán casi 500 mil. Mientras en 2003 apenas
el 66 por ciento de los adultos mayores tenían acceso a una jubilación, ahora casi todos gozan de ese derecho. Muy
lejos de Norma Pla y los reclamos por un haber digno, la entidad británica
HelpAge International, especializada en seguridad social, ubica a nuestros jubilados en el puesto 17 de un ranking de 96 países,
con un indicador que incluye cobertura económica, tasa de pobreza, bienestar
relativo y el PBI per cápita. Y más allá de los patéticos informes esporádicos
y puntuales de los medios carroñeros, el
PAMI garantiza el cuidado de la salud tanto física como espiritual de sus
afiliados.
Por si esto fuera
poco, la construcción de escuelas y viviendas
supera los números de los gobiernos anteriores y mucho más allá. En menos
de tres años, el Pro.Cre.Ar alcanzó los 114.445 créditos otorgados para
construcción y mejoras de viviendas, con
la finalización de más de 66 mil soluciones habitacionales. Aunque la
prioridad está puesta en los sectores de menos ingresos, también alcanza a los
escalones superiores.
Mientras los
medios hegemónicos intentan demoler este proyecto, ocultando los logros, indignando a una minoría y fabricando patrañas,
la mayoría de los ciudadanos continúa disfrutando de estos años gloriosos.
Hasta nos damos el lujo de batir records en turismo y compras navideñas. Si la
corrupción K fuese como se denuncia, nada de esto se hubiera convertido en
realidad. Si no estamos mejor es porque los
que más tienen se resisten a compartir una parte insignificante de sus
riquezas. Y eso no es nada: también insisten con abandonar este camino que,
sin dudas, nos está conduciendo hacia un país mejor. Pero a no asustarse: no hay fractura, torcedura o luxación que
nos detenga. Menos ahora que estamos conociendo las mieles de un país más
justo.
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