Que un rico llore porque no
puede incrementar sus riquezas resulta indignante, pero que manifieste preocupación por la pobreza que genera con su avidez
traspasa los límites de la hipocresía. Hasta puede llegar a asquear. Algo
así ocurrió esta semana, aunque con escasa repercusión mediática. El salón de
actos de la Universidad Católica Argentina en Puerto Madero fue el escenario
del Foro de Convergencia Empresarial que, cerca de fin de año y de cara a las
próximas elecciones, difundió el
instructivo para los candidatos de la oposición. Sergio
Massa, Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos y Ernesto Sanz estaban en
primera fila para grabar el ideario
ortodoxo de siempre: falta de seguridad jurídica e inversión, necesidad de
respetar las reglas de juego y la inflación. Muchos fueron los oradores y las
excesivas sandeces pueden desmontarse en pocas líneas. Pero lo que más abundó
en ese encuentro fue el cinismo de los
grandotes y el servilismo de los que quieren representar a todos los ciudadanos.
Nunca vamos a ver a estos políticos con
representación reunirse con organizaciones sociales, salvo con descafeinadas ONGs
y otras agrupaciones de seguidores no-políticos. Si recorren la barriada lo
hacen para tomarse una foto con un vecino presentable.
Sólo permanecen los minutos necesarios para provocar el revuelo mediático que
amplificará el gesto al punto de la grandeza. Sin embargo, pueden estar
horas escuchando la prédica de los más importantes empresarios, memorizando sus quejas para convertirlas en
planes de gobierno. Y si toman la palabra es para pronunciar un tímido “sí, señor, sí”, adornado con las más empalagosas propuestas de campaña
para engañar a una parte de los votantes.
Pero esta vez no hablaron: escribieron en sus cuadernos las órdenes que bajaban del escenario.
Líneas harto conocidas, demasiado
padecidas en otros tiempos para que vuelvan a seducirnos. Pero los
candidatos opositores están dispuestos a presentar
una remake de la peor película de terror que hemos vivido, transformada en
un colorido romance con el capital -doncella ultrajada por los salvajes K- como
protagonista y ellos, los valientes
espadachines que defienden sus intereses en beneficio de la República.
Muchas veces, en estos Apuntes se ha presentado la escala de estos políticos en relación con el establishment. No
está de más reiterarla: Macri es parte, Massa será un mayordomo y Binner, Cobos
y Sanz serán los felpudos donde sus exponentes limpiarán las botas después de
la cacería. Y el Foro de los avarientos es
un dato más que confirma esto.
Los patrones hablan de “seguridad jurídica e inversión”, que significa, ni más ni menos
que la libertad absoluta para explotar trabajadores, no pagar impuestos y esconder el botín en alguna cueva
paradisíaca. Ellos reclaman inversiones mientras guardan millones en esos
cofres piratas. Ellos, que evaden,
estafan y especulan reclaman la necesidad de “respetar las reglas del juego”. Ellos, que financian sus
privilegios a costa de nuestras billeteras y acomodan los precios al capricho de sus lujos, se quejan por la
inflación. ¿De qué juego están hablando? ¿El de su angurria o el de la
Democracia? Porque el primero ya lo
jugaron y hemos terminado con el barro hasta el cuello. Y el segundo es el
que quiere jugar la mayoría pero ellos se resisten y tratan de pisotear el
manual de instrucciones.
Un paseo
crítico por el cinismo patricio
Su estrategia discursiva siempre es más o menos la
misma: ellos quieren conducir el país hasta la Gloria, pero el Estado no se los permite; se presentan como si fueran
extraterrestres que vienen a salvar al planeta de una plaga destructiva, pero nunca dicen que han fundido nuestra
economía en varias oportunidades ni que los destructores son ellos. Por si
alguno todavía no los reconoce, no estamos hablando del dueño de una modesta
cadena de autoservicios ni de una pujante tienda local, sino de los que siempre están conspirando para provocar una crisis que
nos ponga a todos de rodillas; de ésos que, a pesar de multiplicar sus fortunas con cada estornudo se lo pasan lagrimeando
como si estuvieran en la última de sus miserias.
Algunos ejemplos bastarán para reconocerlos. El
presidente del Banco Santander, Enrique Cristofani reconoció la necesidad de
que los empresarios impulsen acciones de responsabilidad social, lo que induce a pensar que hasta ahora, no
la han tenido en absoluto. Y destacó que “es central incrementar el trabajo para el desarrollo de políticas
públicas para la inclusión”, precisamente el sector bancario, que ha orquestado en muchos momentos de la
historia el vaciamiento de nuestras riquezas. También, dejó una perlita con
forma de confesión: “es bueno tener un
poco de autocrítica y reconocer que en los últimos años nos faltó la
coordinación con el sector público”. Más que falta de coordinación, podría
decirse que boicotearon todo intento de
fortalecer el desarrollo de la economía vernácula.
El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis
Etchevehere, fue, como siempre, el más alarmista. Dueño de un discurso cacerolero, destacó que “hay inflación, recesión y pobreza, al mismo tiempo que no hay
movilidad social ascendente ni inversiones”. La misma fotografía que
muestra cada vez que tiene un micrófono adelante, la que sólo se puede apreciar en los dramáticos titulares de los diarios
agoreros. Inflación que provocan muchos de los que lo estaban escuchando,
recesión y falta de inversión ocasionadas por los que acumulan sin soltar una
gota, movilidad ascendente que ellos impiden con la evasión. Si todavía hay pobreza en nuestro país es
por el nocivo accionar que ellos llevan como bandera. ¿No parece una burla
que estos individuos aborden estos temas?
Pero hay más de Etchevehere y quizá sea lo peor de
su intervención. “La clave es trabajar
pensando en los próximos 100 años de nuestro país. La idea es construir la Argentina del trabajo, el esfuerzo y el
sacrificio”. Que él hable de trabajo cuando está denunciado por
esclavizar en sus tierras suena a provocación. Pero que incluya la palabra
‘sacrificio’ es por demás sugestivo. ¿Qué será el sacrificio para este buen señor y sobre quién piensa
convertirlo en realidad? ¿O se olvida
que muchos argentinos han pasado penurias a comienzos de este siglo? ¿Y si por unos años se sacrifican ellos,
que jamás han pasado por una situación así?
Un sacrificio que no sería más que dejar de hacer
lo que han hecho hasta ahora: pensar
sólo en sí mismos. Más que recitar recetas, deberían mirar un poco el
resultado de su accionar. Más que simular preocupación, deberían comprometerse
en serio con el futuro. Nadie les pide
que pierdan dinero sino que contengan un poco su avidez. Aunque suena tentador
que padezcan un poco de pobreza en serio para que sepan cómo es, no se está
pensando en nada por el estilo.
Ahora, un final destinado a los candidatos de la
oposición que estaban tomando nota: nada
de lo que escucharon en ese foro servirá para construir un país equitativo,
sino todo lo contrario. Que se abstengan de transformar el egoísta ideario
de una minoría en plataforma electoral -aunque eso les mejore el rating y la
aceptación mediática- porque eso los aleja de la voluntad del pueblo. Después, que no se quejen si no los vota
nadie.
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