domingo, 5 de junio de 2011

Cambiar por cambiar o las conveniencias de ocasión

Seamos sinceros: nuestras ideas pueden cambiar con el paso del tiempo. No al extremo de que alguien, en su juventud, haya sido marxista-maoista y en su ocaso se convierta en una conservadora a ultranza. El autor de este espacio también ha modificado sus ideas en el transcurso de su casi medio siglo de existencia. Algunas han quedado en el camino, otras se han modificado y otras se han incorporado. Probablemente mis ideas sobre los mismos temas no sean iguales a las de mis tiernos quince años. También –y esto es seguro- hoy manejo ideas que a los quince años no tenía. Hay una conjunción entre las experiencias, las historias, las lecturas que enriquecen nuestra mirada sobre el mundo o que expanden nuestro plexo simbólico. Al acercarnos a un elemento nuevo de la realidad, los prejuicios dan paso a los conocimientos y nuestro universo ideológico se modifica, se amplía, se acrecienta.
Si conservara grabaciones con mis conceptos de hace treinta años, al escucharlos hoy me producirían cierto pudor. O tal vez dibujarían una tierna sonrisa por la inocencia que traslucen.
Más grave es aquél que a lo largo de su vida piensa exactamente lo mismo sobre lo mismo, sin apartarse una línea de los preconceptos, prejuicios y superficialidades que expresa. Alguien que a los dieciocho años expresa una opinión sobre un tema –opinión superficial y sin información- y treinta años después sigue expresando lo mismo, demuestra que no ha incorporado nada a su vida, que nada lo ha modificado, que nada lo ha conmovido y que nada ha aprendido. En definitiva, ese pobre tipo no ha vivido.
Esto no quiere decir que haya que cambiar de ideas como de camiseta. Tampoco quiere decir que uno se convierta en un antagonista de sí mismo con el paso de los años. Uno debe reconocer ciertos rasgos de su pensamiento de juventud, como ocurre en las fotos. Cuando se miran las fotos del secundario uno logra identificarse en medio de sus compañeros y a pesar del aumento de peso y arrugas, de la pérdida de pelo, del cambio de vestuario, uno se ve ahí, en esa imagen envejecida por el tiempo. En esos giros que uno va haciendo en sus ideas, algo perdura, como una esencia ideológica grabada a fuego en nuestra conciencia.
Sin embargo, hay casos de personajes públicos que no soportarían la foto del secundario. No es necesario abundar en ejemplos porque excedería el espacio de la blogósfera. La enumeración se convertiría en abuso.
Y los cambios de ideas son casi mutaciones, saltos generacionales en una sola vida, alteraciones genéticas propias de la ciencia ficción. Y no se dan en décadas, sino en semanas, días, horas. Hay ideas actuales que no soportarían el archivo del mes pasado, ni siquiera del diario de ayer.
Incluso, algunos personeros de la política actual plantean ideas que entran en contradicción con el partido al que dicen pertenecer. En los noventa, tuvimos un presidente que se decía peronista y que actuaba como todo lo contrario. Y muchos de sus seguidores pululan por los medios afirmando que todavía son peronistas y de llegar a la presidencia, actuarían como verdaderos antiperonistas afirmando que son los verdaderos peronistas. O algo así.
Otros plantean límites a las alianzas con exponentes de otro arco ideológico y después hacen alianza con los que habían considerado un límite. Pero para llegar a esto rompen con aquéllos a los que se consideraban más próximos ideológicamente. Y lo más grave de todo este aliancismo es que nunca expresan qué ideas llevarán como propuesta común con vistas a las elecciones.
Pero en un año electoral todo es posible, porque lo que importa es el número, no lo que se quiere construir después de ganar. Pero no voy a profundizar en eso, porque la mirada atenta hacia los contenidos mediáticos revela la elocuencia de las  imágenes de los mutantes.
Insisto, las modificaciones a nuestras ideas no están mal; sí las mutaciones. En estos días puede verse en la web a una CFK cuando era senadora en el año 2000 en un programa en el que polemizaba con David Viñas sobre el optimismo y el pesimismo. En ese programa, la actual presidenta –que ni soñaba en que lo sería- manifestaba con optimismo la necesidad de que el ciudadano participe en política, se agrupe, discuta, aprenda, para modificar lo existente y construir un país más justo. Mucho antes de la catástrofe de 2001, afirmaba que el menemismo y la alianza eran lo mismo y que nuestro país podría ser distinto con nuevas estrategias. El eje de su pensamiento es lo que podemos llamar convicción, una estructura, un esqueleto firme que orienta su pensamiento. Tal vez no tenga las mismas ideas que entonces, pero el esqueleto sigue siendo el mismo. Eso es soportar un archivo y reconocerse en él.
Entonces, a lo largo de nuestra vida uno puede modificar, incorporar, desechar ideas. Lo que no es posible es convertirse en su propio antagonista, en una contradicción de uno mismo. No hay reglas al respecto, no hay un catálogo que diga qué se puede cambiar y qué no. Lo importante es descubrir el esqueleto, la convicción y ser fiel a eso, aunque nuestras ideas circunstanciales vayan quedando en el camino.

1 comentario:

  1. Mientras existan políticos que solo piensen en llegar al poder y oposición que solo piense en como voltearlo estamos al horno dado que nadie piensa en la gente y el país que la contiene. Tampoco olvidemos que sendos gobiernos radicales fueron volteados por "espontáneos" saqueos que yo creo que fueron organizados por el peronismo. La intolerancia y el abuso del poder, la corrupción y le mediocridad que nos envuelve nos va a llevar siglos y siglos de limpieza escencial.

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