domingo, 26 de junio de 2011

Elucubraciones domingueras sobre los nombres

Hay todo tipo de nombres, y en eso no hay discusión posible. Nombres para ser llenados o para ser vaciados. Insulsos algunos, rimbombantes otros. Cortos, largos, complicados, sencillos. Muchas veces vemos a algún usuario que debe cargar su nombre como si fuera una pesada piedra. Hay nombres que están pensados para ser convertidos en simples apodos. Otros no tienen apodo y no hay manera de acortarlo.  Atractivos y horribles, olvidables, recordados. A veces condena o bendición. Otras veces, nada.
Pienso en algunos personajes de historieta que llevaban un nombre que se convertía en síntesis de sus características. Pochita Morfoni es el primero que se me viene a la memoria. ¿El apellido le correspondía porque comía mucho o comía mucho porque se lo indicaba su apellido? Afanancio es otro caso. Claro, estos nombres nacen con el personaje, o viceversa. También recuerdo a Biondi, aunque eso es un poco más complicado. Pepe Curdeles, abogado, jurisconsulto y manyapapeles, era, por si no lo recuerdan, un leguleyo en permanente estado de ebriedad. ¿Todos en su familia serían así o sólo él respondió al estigma de su apellido? Otro de sus personajes era Narciso Bello, que se creía hermoso y se pasaba tirándose besos con sus dedos juntos y repitiendo “cómo me amo”. El nombre lo condiciona pues sus padres no podían saber que sería así al momento de bautizarlo. O vaya uno a saber qué pasó por allí.
Vuelvo a las historietas de mi infancia. Calculín, un niño con anteojos y un libro por cabello, era un genio, sobre todo en materias relacionadas con lo científico. ¿Anteojito habrá nacido con anteojos o tuvo que usarlos porque ya tenía ese nombre? Y su tío Antifaz, ¿por qué ocultaba su rostro si no era un superhéroe? ¿Sería tal vez un bandido? Los anteojos en su sobrino podían justificarse, pero el antifaz no.
Hoy pienso en los nombres porque parece que cobran importancia en el terreno político. Recuerdo que cuando asumió la actual Presidenta, inmediatamente se convirtió para la prensa en un nombre de pila. Claro, no por afecto ni por proximidad, sino por ninguneo. A su marido, como a todos los presidentes anteriores, se lo llamó por el apellido. Pero a ella no. Tal vez porque había muchos Fernández en el gobierno y podía provocar confusión. Decirle “de Kirchner” era condenarla a una pertenencia por demás de machista. Entonces comenzó a ser simplemente Cristina, en parte por todo lo anterior. Pero también para negarle un lugar. Salió mal, porque ella convirtió su nombre en mucho más que eso. Hoy es Cristina por su propio peso, lleno, pesado, inolvidable e inconfundible: próximo para los muchos y detestado para los pocos. Sí, les salió mal la jugada.
Me sale otro nombre, mucho más pequeño, más sencillo, con una carga bíblica inconfundible: Eva, la primera mujer del Génesis. En nuestra historia es diminutivo, pero es enorme en su trascendencia. Y también es la primera mujer que muchas cosas, no sólo en nuestro país. Ese nombre tan chiquito es grande en casi todo el mundo. Parece mentira.
Hay otros nombres que se quieren imponer como próximos, pero sólo por marketing, no por otra cosa. Decirle Mauricio al Jefe de Gobierno en La Capital no es ninguneo, sino una familiaridad oligarca, neoliberal, posmoderna. Así debe pasar en un club de golf. Nunca visité ninguno pero me imagino que la gente de esa calaña no usa los apellidos en el green, sino sólo los nombres. En esa agrupación (a)-política todos esconden su apellido para fingir una cercanía que no sienten ni proponen, pero suena lindo, como de buenos vecinos; a nuestra gente, bienvenidos, sobre todo.  Al único que no pueden aproximar es al Jefe de Gabinete; será por su doble apellido, Rodríguez Larreta, que suena como una avenida, a plaza con monumento ecuestre; o por su cara, que es de pocos amigos.
Y todo este devaneo nominal viene por un titular: El Amado de Cristina. Es muy fácil el juego con alguien que se llama así. Imagino una carta dirigida al actual Ministro de Economía: Estimado Amado o Querido Amado. Suena redundante. Pero es un nombre que invita a mucho. Y lo sabe llevar muy bien. Con su rostro sonriente y amable puede ser amado. Y tal vez lo sea.
Hay otros nombres que pasarán al olvido porque no significan nada o no se sabe de dónde vienen y porque sus usuarios no han sabido llenarlos. Me sale Cleto. ¿Por qué será?

1 comentario:

  1. ¡Que recuerdos, Profe!. Los comics que citó llenaron mi infancia, tan remota, tan rica.¡Y Biondi!. El último gran payaso, polifasético, talentoso como pocos. Otro sería Sandrini, ¡que talento!. Ahora todo es mierda, parece que hubiéramos perdido el sentido del humor. Si algún colgado lee esto asientiendo con la cabeza y en el colmo de la nostalgia va y pone a Tinelli...Pegate un tiro, hermano, sos un idiota. Y los nombres. Un nombre de pila sirve para inmortalizar a alguien, "EVITA", ¿quien no sabe de quien hablo?. Propios y extraños, quienes la aman y quienes la odian y les sangra la hemorroide cuando se la nombran. Pero también sirve para el anonimato, para acechar desde la oscuridad, para ser quien golpee desde atrás. Aunque creo que a los hijos de puta se los recuerda más por el apellido, ¿no?. Videla, por ejemplo. Chau, besos.
    PD: Cristina nació Cristina porque tiene entidad propia.

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